Les quatre fleuves

Imagen de Anne Bonny

Reseña de esta novela gráfica de Fred Vargas y Edmond Baudoin publicada por Viviane Hamy Ediciones en su colección Chemins Nocturnes

Les quatre fleuves, que se traduciría por Los cuatro ríos, y que hace referencia a la famosa estatua de la fuente esculpida por Bernini, es el título en torno al que se articula esta historia del inspector Adamsberg, creación de la escritora de novela policíaca Fred Vargas. Siguiendo el espíritu de las novelas del personaje, de hecho, pues aparentemente poco tiene que ver este elemento arquitectónico -que está reinventando uno de los personajes a base de latas de cerveza-, aunque al final se revele tan importante como mundano.

 

Más de este espíritu reencontramos en las páginas de esta novela gráfica -que también podría ser vista como un relato ilustrado por el equilibrado peso entre ambos artes y por los particulares recursos con los que se resuelven las descripciones relevantes para la trama, o los inevitables diálogos que en otros títulos se convierten en partidas de ping pong- en las que vamos desgranando las claves de unos macabros crímenes al tiempo que viajamos al corazón de París, la famosa y sugerente capital francesa.

 

Es un buen ejemplo de ese buen hacer de Vargas, capaz de un retrato social tan agudo como apasionante, que sin recurrir a elementos fantasiosos y manteniéndose fiel a la esencia y la cultura de la gente consigue dibujar una atmósfera lo suficientemente terrible para crear novela negra. Un buen hacer que se ve potenciado considerablemente por la habilidad gráfica de Baudoin, un artista que también destaca por su interesante mirada sobre el cotidiano, que muestra cómo se puede crear, o extraer magia, del realismo sin necesidad de elementos ajenos al mismo.

 

De este modo, el interés el doble. Por un lado tenemos la mirada al París oculto, ése que no sale en las guías turísticas pero que algunos privilegiados hemos podido visitar, y en el que se pueden encontrar estatuas de latas de cerveza y gallinas con ganas de ver el mundo no tan lejos como cabría imaginar de San Michele, y por otro ese mundo del crimen que tan sencillo nos resulta imaginar al otro lado del charco, y que tan acartonado suele quedar en éste, plasmado con una habilidad digna de los mayores talentos del género.

 

Sin duda, ha sido un gran acierto combinar a estos dos autores, pues el resultado en una narración que destaca tanto en su narrativa -prosa e imagen-, como en su estética -ilustración y escenario sugerido-, complementándose ambos aspectos hasta atrapar al lector como con una buena novela de intriga al tiempo que se le seduce con ese aspecto tan sugestivo del trazo vivo y expresivo del ilustrador. Un acierto doble que, en blanco y negro -como tenía que ser-, nos trae unas luces y unas sombras que pocos hubieran imaginado en París, al menos con el acierto mostrado.

 

Autores

 

Fred Vargas –pseudónimo elegido en honor a María Vargas, personaje representado por Ava Gardner en “La condesa de los pies desnudos”- nació en París en 1957, ciudad donde reside actualmente y que utiliza de escenario para las aventuras de su personaje principal, Adamsberg. Es arqueóloga, especialista en la Edad Media y un valor seguro dentro de la literatura policíaca francesa.

Ha publicado las novelas “Los juegos del amor y la muerte” (1986), “Los que van a morir te saludan” (1987), “Que se levanten los muertos” (1995), “Un poco más a la derecha” (1996), “El hombre de los círculos azules” (1996), “Sin fuego ni lugar” (1997), “El hombre al revés” (1999), “Los cuatro ríos” (2000), “Huye rápido, vete lejos” (2001), “Discurre el Sena” (2002) y “Bajo el viento de Neptuno” (2004), así como varios ensayos.

 

Edmond Baudoin es un ilustrador y guionista francés nacido en Niza en 1942. Después de haber cursado Artes decorativas en su ciudad natal, ejerció como contable antes de volver al mundo del dibujo en 1971, cuando empezaría a trabajar para numerosas revistas especializadas como autor. Su primer álbum, “Les Sentiers Cimentés”, se publicaría en 1981. A comienzos de los noventa, Baudoin se unió a la Association, la editorial independiente dirigida por un grupo de jóvenes ilustradores, para los cuales era ya una leyenda y uno de los mejores artistas en activo en Francia.

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