Los que duermen

Imagen de Óscar Bribián

Reseña de la novela de Juan Gómez Bárcena publicada por Salto de página

 

Un buen libro es aquel que no decepciona e, incluso, persiste durante un tiempo mediante el boca a boca pese a la arrolladora presencia en el mar editorial de esos lentos buques reflotados una y otra vez por las grandes navieras. Uno se harta de autores que no ofrecen nada nuevo y a los que parece que el público y el marketing deben rendir pleitesía por sus galones, y no por sus últimos logros literarios (porque los galones no se ganan a menudo con heroicidades), y también se harta de spamers que buscan hacer el mayor ruido vendiendo humo en redes sociales, o remitiendo las notas de prensa más extraordinarias para captar la atención. Sin embargo, la esperanza se recupera cuando, en ocasiones, este proceloso mar nos hace llegar, sin estridencias, una joya que perdurará en el tiempo.

De esta esmeralda quisiera hablarles. Los que duermen, del joven autor Juan Gómez Bárcena, es una construcción aparentemente frágil. Ciento veinte páginas, lo que para algunos es un bostezo y para otros, pobres obtusos, una mala inversión si la cantidad de papel no sirve como arma contundente. Solo quienes se adentren en sus páginas descubrirán unos contrafuertes tan robustos, tan bien cincelados, que solo serán capaces de sobrecogerse.

Este es un libro extenso, tan extenso como la rueda del Tiempo, como la Historia escrita por el hombre y la que queda por escribir, como la Filosofía que impregna la naturaleza humana. El autor ha querido aunar estas grandes materias y jugar con ellas en los espacios pequeños, transmitiéndonos el horror de la incertidumbre en el pasado, presente y futuro.

Cuaderno de bitácora nos conduce a la narración de las experiencias de la tripulación de la nao San Telmo, que en pleno siglo XVI arriba a tierras desconocidas, donde los hombres comercian con palabras, una sorda crítica al capitalismo. La leyenda del rey Aktasar es una preciosa y reflexiva historia al más puro estilo de Lord Dunsany, que hace referencia a las leyendas de un pueblo bárbaro asentado en Mesia, en tiempos del Bajo Imperio Romano, cuyo rey ansiaba viajar al futuro. El mercader de betunes, magistral la forma en que el autor nos muestra algo tan cotidiano como la renuncia a las locuras, las heroicidades o la vida desenfrenada, en favor de una vida familiar, más tranquila, más larga, más anónima, disfrazada de leyenda mítica sobre Aquiles y su abandono de Troya para vivir la vida que los Dioses le negaron.

Con obras como las anteriores el autor fusiona lo clásico y lo mitológico para regalarnos una historia moderna, pero hay sitio para formas más contemporáneas. Las buenas intenciones es una dura historia de una hija que inventa cada día un pasado diferente para una madre amnésica, la única manera que tiene para escapar de esa realidad que la tortura. Hitler regala una ciudad a los judíos es una brillante narración sobre la visita de la Cruz Roja Internacional realizada al campo de prisioneros de Theresienstadt en Checoslovaquia. También podemos encontrar textos que exploran la distopía futurista al estilo de Huxley o Asimov, como La espera, en la cual androides creados a imagen y semejanza de los hombres aguardan el regreso de sus creadores.

Con una prosa sobria pero exquisita, a menudo poética, el autor ha trenzado quince historias, mínimamente interconectadas mediante discretos detalles, en las que caben las fábulas, las reflexiones acerca del fin de las creencias de los hombres, la certeza de que la Historia se repite y a veces converge con el futuro, sobre la manipulación de la verdad y sus interpretaciones, los viajes en el tiempo y las paradojas temporales.

Si quieren un libro sencillo que no les transmita nada pero les entretenga sin más, para volver a releerlo años más tarde porque ya no recordarán nada de él, este NO es su libro. Porque de Los que duermen van a acordarse, siempre.

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Patapalo
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Tiene una pinta estupenda, la extensión que mejor me viene en estos momentos (aunque los libros de Salto de Página siempre se me hacen cortos) y, por qué no comentarlo, una portada muy sugerente. Me lo apunto.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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