Empire Falls
Reseña de la novela de Richard Russo, que fuera premio Pulitzer en el 2002
Empire Falls es, a primer vista, retrato social. Richard Russo nos acerca con mucho acierto esta población americana de significativo nombre y nos hace partícipes de su situación de declive. No es el American Dream ni tampoco una hecatombe: solo una población más que emprendió el vuelo y se quedó a mitad camino, que conoció tiempos mejores y que se ha atascado en su mediocridad. El autor rehuye la grandilocuencia, prefiere acercarnos un escenario banal, como tantos otros, pero aun así consigue engancharnos.
Y quizás esto se deba a que la novela se encuadra en lo que, liándome la manta a la cabeza, voy a denominar costumbrismo slow burn: en efecto, como en las novelas de terror de atmósfera, en Empire Falls te das cuenta de que hay algo cociéndose a fuego lento, y no solo eres tú como lector.
En el pueblo (o ciudad, que las dimensiones americanas funcionan con otra escala) que visitamos los habitantes llevan tiempo macerándose con su pasado. Y, cuando se avivan ciertas llamas, es normal que la mezcla empiece a borbotear, o que incluso se derrame, como cuando te pasas de calentar la leche en un cazo: en un momento parece que no pasa nada y al siguiente tienes un estropicio montado que, aunque todo apunta a lo contrario, podrías haber previsto.
Es en este detalle donde anida la fuerza de Empire Falls: Esto es Estados Unidos, en el sentido amplio del término, y esa banalidad a la hora de situar la acción aumenta la carga reflexiva del libro, porque lo que vemos gestarse en sus páginas podría ocurrir (y termina por ocurrir) en muchos otros pueblos estadounidenses.
Pero quizás esa no sea la grandeza de la novela, ni siquiera el que el autor intente evitar moralejas aleccionadoras al adoptar un tono narrativo más cercano al distanciamiento propio de un periodista. Puede que esa resida en la capacidad del Russo de crear instantáneas inolvidables. Han pasado los años desde que leí Empire Falls, pero hay momentos y personajes que vuelven a mi memoria una y otra vez. Una novela, sin duda, que deja poso.
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