Pyaray, el horror tentacular que murmura los secretos imposibles, Comandante de la flota del Caos
O el kraken según Michael Moorcock
Una vez oí en una conferencia que para que la literatura de género fantástico no tenga sabor a refrito es necesario que el autor no beba solo de fuentes recientes, sino también de los clásicos. Supongo que en todos los géneros literarios tiene un gran peso esta afirmación, pero, en un mundo sobresaturado de novelas en las que abundan los enanos gruñones, los elfos que no se parecen en nada a los del folclore celta y en el que los dragones parecen cortados por el mismo patrón, creo que no es extraño que fuera la fantasía heroica, o la de espada y brujería, la que suscitara el comentario. Del mismo modo que, revelando la otra cara de la moneda, no es extraño encontrar este particular kraken dentro de la cosmogonía del autor británico, dejando claro que no todo el género son dragonadas, incluso aun cuando salen dragones en las novelas.
Al igual que Tolkien —quien, por cierto, también introdujo un kraken en uno de sus libros, aunque a mi parecer mucho más descafeinado—, Michael Moorcock no tiene problemas en cimentar un mundo propio tomando los elementos que más le convienen de las mitologías tradicionales. Así, no resulta nada raro que cuando creara al terrible dios del caos de las profundidades oceánicas de los Reinos Jóvenes optara por un arquetipo ortodoxo hasta la médula. Efectivamente, debajo de su rimbombante y sugerente nombre, Pyaray no deja de ser un pulpo gigante ávido de sangre y marineros a los que arrastrar a sus dominios en el fondo del mar.
Resulta curioso ver que el autor no se molesta en cambiar siquiera la apariencia de este clásico, seguramente por juzgarla en sí un acierto: la mancha de tinta negra que ciega, que vierte tinieblas sobre el mar, no es menos sugerente que los tentáculos implacables que arrancan a los marinos de las cubiertas para llevárselo a las profundidades abisales (y que además son ocho, como flechas tiene la estrella del caos). Es lo bueno de escribir sin complejos y de tener esa habilidad para sugerir escenarios sin demasiados artificios.
Al mismo tiempo, Moorcock no escatima en las interpretaciones más intrínsecas del concepto del kraken a la hora de dar atributos a su dios demoniaco. En primer lugar, encarna lo que es el mar enfurecido: una criatura indomable, de fuerza y poder sin igual, que no hace gala de una inteligencia maquiavélica —como es la constante en el resto de los dioses del panteón caótico, Arioch a la cabeza—, sino simplemente de una determinación malsana por hundir barcos. ¿Qué mejor encarnación del dolor incomprensible que acompaña un naufragio?
Además, el autor incide en el funesto destino de los que sucumben a la oscuridad de las aguas. En el mundo real, queda la incógnita como compañera, pero un mundo medieval fantástico, en el que las supersticiones están a la orden del día y morirse no es lo peor que le puede ocurrir a uno, la realidad puede ser mucho más terrible, como la de servir eternamente en galeones condenados construidos con la propia esencia del caos habitando un cuerpo de ahogado, hinchado por las aguas y semidevorado por los peces, aguardando la batalla final por el dominio del plano de existencia —qué concepto tan abrumador, aun más terrible que el de “mundo”— que nos ha visto nacer y obligados a combatir en el bando equivocado y odiado. Desde luego, no hacen falta sutilidades para arrancar un escalofrío.
Así, nos encontramos que Pyaray, el horror tentacular que murmura los secretos imposibles, es una de las encarnaciones del kraken más puras y terribles que encontramos en la literatura moderna. De ahí, al mismo tiempo, que destile paralelismos con obras posteriores que, seguramente, no se fijaron en ella —como Piratas del Caribe—. Lo que decíamos de echar una ojeada a los clásicos, aunque sea con la excusa de llenar unas páginas de esta biblioteca fosca...
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Muy buen comentario.
Por un lado, esta el kraken (cuya existencia no es algo descabellado, ahí tenemos a los Architeuthis, los calamares gigantes...no es de extrañar que fueran ellos los que dieron pie a la leyenda del Kraken) que como bien has dicho, es casi una personificación, un símbolo, de los peligros del mar.
Por otro lado, está el miedo mesianico a la "condenación eterna".
Dos miedos bastante bien arraigados culturalmente que cuando el autor los junta sale algo "que da pero que muy mal rollo" (evoca a miedos legendarios) en este caso Pyaray.
Y si...en Piratas del Caribe aparece algo similar. No creo que tomasen como referencia a Moorcock, pero son arquetipos demasiado populares como para que no estén presenten en gran cantidad de historias.
“Quien vence sin obstáculos vence sin gloria”