Al menos ya sabemos de donde viene el avatar de Kawaku
Ninja Mission
Un somero análisis del videojuego de Mastertronic
Por si alguno se estaba preguntando de dónde salía el avatar de Kawaku, hoy vamos a darle un pequeño repaso al Ninja Mission, uno de los juegos de acción que más nos fascinaba del Amiga 500. Nos remontamos a 1987, a esos tiempos en los que ni de coña creías que lo que salía en la carátula del videojuego pudiera tener el más mínimo parecido con lo que después te ofrecería el ordenador en la pantalla. En efecto, con la excusa de la capacidad gráfica de los ordenadores, los diseñadores y los publicistas se permitían muchas licencias artísticas, como la uzi del malo de la portada o esos puños-garra que brillaban por su ausencia en las partidas reales.
Lo cierto es que poco importaba. El Ninja Mission era un título que explotaba muy bien la baza estrella del Amiga: los gráficos. Aunque resulte difícil de creer, lo que se ve en las capturas de pantalla era algo tan puntero que molaba hasta en las tragaperras. Es cierto que este videojuego tenía muy limitados los escenarios (había una docena de pantallas a todo tirar), pero bastaban para transportarnos a ese mundo exótico y lleno de peligros que podíamos vislumbrar en las películas de artes marciales.
El argumento era, si no inexistente, sí muy simple: el ninja bueno, vestido de negro, entraba en el cuartel general del malo e iba avanzando por una serie de pantallas fijas en las que tenía que batir a unos cuantos enemigos, más peligrosos (o más numerosos, o ambas cosas) a medida que llegabas al final. Los decorados, dentro de sus limitaciones, cumplían sobradamente las expectativas.
Los adversarios, a su manera, también. Hay que reconocer que las barbas del karateka lo hacían parecer un malo secundario de serie B, pero los matones (thugs) y los ninjas rojos lucían mucho. Sus movimientos eran limitados y en ocasiones se ponían a pegar saltos intempestivos, pero se conseguía el nivel adecuado de tensión. Un pero grande era su número: resultaba escasos en comparación con otros videojuegos de peleas.
Ninja Mission tenía una buena jugabilidad. Sin ser espectacular, permitía tantos ataques como números se encuentran en el pad y aunque algunos resultaran sorprendentemente ineficaces, como el golpe de katana, otros estaban muy conseguidos, como la patada giratoria. Al final, el avanzar con volteretas en el aire y el arrojar shurikens y cuchillos eran lo que más variedad daba a los combates, el último resquicio de táctica, pero era algo que se compensaba con la imagen en general.
El resultado era un juego francamente limitado pero cuya estética compensaba con creces este aspecto. Después de todo, Ninja Mission daba lo que cabía esperarse: ninjas y peleas... sin la uzi de la carátula.
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Típico juego de su época.
Estética, ¿argumento? y mecanica de juego 100% ochentera.
“Quien vence sin obstáculos vence sin gloria”