Matar a un vampiro

Reseña de la novela de Javier Herce publicada por Ediciones Babylon

Matar a un vampiro nos presenta una historia de amor y conflictos familiares ambientada en un aparente siglo XIX con su inexcusable strigoi. Y digo “aparente” porque una de las primeras cosas que salta a la vista es el poco conocimiento de (o falta de interés por) la sociedad victoriana que tiene el autor. En sus páginas no se encuentra nada de las particulares relaciones interpersonales que tan bien inmortalizara Jane Austen ni de la elegancia sombría que captaron Stevenson o Stoker (o que han captado a día de hoy, por no ponernos tan canónicos, autores como Víctor Conde en Hija de lobos).

Desde que asistimos al acelerado cortejo de los primeros capítulos ya nos queda claro que lo decimonónico es una mera excusa estética y que como tal es tratada, lo que genera una curiosa ambientación de cartón piedra que remite a las series B del cine de terror.

La prosa se queda también en tierra de nadie. Ni sucumbe a la recreación estética ni se decide por supeditarse a la historia. Resulta errática. Algunas frases y algunos párrafos, de hecho, parecen perderse en sí mismos y piden a gritos una corrección de estilo. No ortotipográfica, por suerte. En ese aspecto, la novela salva el tipo.

De hecho, la edición es muy correcta. La portada resulta sugerente, la composición de la contracubierta es muy elegante y acorde con lo que se espera de una novela de vampiros de corte clásico, la maquetación y el diseño de las tripas se ve cuidado... en ese sentido, Ediciones Babylon y el propio Herce como fotógrafo han hecho un buen trabajo.

La novela, por el contrario, no termina de llegar. Da lo que promete -una historia de vampiros aferrada a una cadena de tópicos que se quedan a medio explorar con una ración extra de sexo y violencia, como tienen a bien informarnos en los créditos-, pero lo hace sin demasiado acierto. Se echa en falta que estos elementos, actualizados para satisfacer a ese lector contemporáneo que se lamenta del carácter pacato de Dracula, se engarcen adecuadamente con las claves que hicieron grande a la novela gótica a pesar de todos sus defectos. O, al menos, esa impresión he tenido.