Creepy 7 y Eerie 2

Imagen de Kaplan

Reseña de los tomos recopilatorios de las míticas revistas de la editorial Warren

 

 


 

En la anterior reseña de los cómics de la Warren que está reeditando Planeta DeAgostini, comentábamos cómo las dificultades económicas que estaba atravesando la editorial hicieron que se prescindiera de los servicios de los principales artistas que hasta entonces habían colaborado en sus revistas. Esta tendencia se mantuvo también en los números que conforman el tomo 7 de Creepy.

En estos números, editados por Bill Parente y Nicola Cuti en su mayoría, nos encontramos con guiones un tanto descuidados, más preocupados por lo anecdótico que por el desarrollo correcto de la historia. Que Archie Goodwin no esté a cargo de la parte literaria en estos números es algo que se nota en seguida. Por desgracia, tampoco la parte gráfica es especialmente destacable, salvo excepciones como Ernie Colon, el clásico Reed Crandall, y los entonces primerizos Tom Sutton (que en En la caja adopta un estilo muy cercano a Eisner), Rich Buckler o, muy especialmente, Richard Corben, quien con Belleza congelada comienza una emblemática relación artística con la editorial Warren. Ante semejantes dibujantes, la labor de otros artistas en este tomo deja mucho que desear. A modo de anécdota, previamente al desembarco de Selecciones Ilustradas, otro español, Juan López Ramón, dibuja una historia en este tomo (recordemos la labor en el anterior volumen de Carlos Prunes). En definitiva, el séptimo tomo sería recomendable solo para completistas si no fuera por esos destellos de calidad que logran los artistas mencionados líneas atrás.

En cambio, el Eerie 2 es harina de otro costal. A los guiones de Archie Goodwin habría que añadir la labor gráfica de, atención, Reed Crandall, Steve Ditko, Gene Colan, Frank Frazzeta, Joe Orlando, John Severin, Johnny Craig (que se encargó como autor completo de Bautismo de fuego bajo el pseudónimo de Jay Taycee), Alex Toth, Angelo Torres o Neal Adams. Es decir, gran parte de la escudería EC junto a “nuevos” valores como Adams, Ditko o Colan. Este número es la antítesis del Creepy 7, un auténtico derroche de genio en cada página.

Ya que sería absurdo querer analizar en pocas líneas cada una de las historietas aquí recogidas, simplemente destacaremos algunas de ellas. Como por ejemplo, lo bien que comprendió Goodwin la vertiente alucinada y mística de Ditko, proporcionándole guiones que se ambientan en dimensiones desconocidas o en las que la magia tiene un papel preponderante, como Color Rubí. O la ya mentada Bautismo de fuego de Johnny Craig, tan elegantemente dibujada y que tan bien habría encajado en cualquiera de las cabeceras de terror de la EC. O la experimentación con las viñetas y el chocante juego de sombras y arrugas de Jerry Grandenetti en Encasillado. O, finalmente, todas y cada una de las historias dibujadas por Gene Colan, fallecido hace escasas semanas. Con un estilo bien alejado de la labor que desarrollaría posteriormente en Daredevil o Tomb of Dracula, Colan dota a unos personajes y ambientes realistas de un aura etérea gracias a su perfecto uso de las sombras y los grises. Da la impresión de que Goodwin también se sentía muy cómodo con el trabajo desarrollado por Colan, ya que los guiones en los que se basaría este son los mejores de todo el tomo, además de bien distintos entre sí. Llama especialmente la atención uno de ellos, Un descuido, cuyo argumento parece una idea seminal de la que desarrollaría John Carpenter décadas después en una de sus obras maestras, Están vivos.

En efecto, este segundo tomo de Eerie es una maravilla, el ejemplo más perfecto de lo que podían dar de sí las revistas de la editorial Warren. Una compra obligada.

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