Un artículo sobre la película de Darren Aronofsky
Segunda cinta de Darren Aronofsky, segunda que veo sin contar Black Swan, y debo decir que al lado de su anterior película (Pi, el Orden del Caos), esta es mucho más impresionante, más cruda, más emocional.
Desde el principio nos damos cuenta de que Aronofky adora jugar con la mente de sus personajes, implantarles alucinaciones para quebrantar su espíritu y su cordura.
En esta ocasión estamos ante Harry Goldfard (un bien logrado Jared Leto), un drogadicto que quiere comenzar a vender drogas junto con su amigo (Marlon Wayans) y su novia (Jennifer Connelly), pero en vez de darnos una historia de superación y hacer creer que es fácil dejar la droga (como lo haría cualquier guionista contemporáneo y conservador), la historia nos muestra los momentos eufóricos y depresivos que conlleva entrar a este mundo, un mundo lleno de caos, dolor y furia.
En paralelo a esta historia, vemos a la madre de Harry, que luego de ser llamada a un concurso televisivo, se obsesiona con su peso.
La obsesión es un factor frecuente en las historias de Aronofsky, y nuevamente es tratado de manera magnífica, ya que la mujer lo que en verdad anhelaba era ser aceptada, un deseo que todos (o la mayoría) han experimentado en su vida, y ella, dispuesta a hacer todo con tal de cumplir su sueño, pone en riesgo su vida.
Ambas historias, paralelas entre sí nos llevan a un viaje amargo, la persecución de dos sueños diferentes cuyas consecuencias no tardan en presentarse.
Un final desgarrador, actuaciones excelentes, una dirección magnífica y una banda sonora que consolida a la perfección cada momento, dando una empatía inevitable con los personajes, traída por el músico de cabecera de Aronofsky, Clint Mansell, son la definición de esta película, que nos confirma que el cine independiente tiene todavía mucho que darnos a todos.
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No le visto...pero me has abierto las ganas (aunque tiene que ser un dramón de cuidado).
“Quien vence sin obstáculos vence sin gloria”