Megazoria: Orcadia
Trasfondo de este misterioso archipiélago para el universo de Megazoria
Poco se sabe a ciencia cierta de Orcadia. Estas islas agrestes estaban ya pobladas antes de que llegaran los incursores vikingos, antes incluso de que los pueblos celtas colonizaran los enclaves del sur. En las inciertas aguas que las comunican moran todavía bestias antediluvianas, y dicen que los habitantes de Orcadia son capaces de montar sobre sus lomos cubiertos de escamas si han de hacer frente a algún invasor.
Aspectos geográficos
El archipiélago de Orcadia está compuesto por numerosas islas de escaso tamaño. La mayoría son tan pequeñas que apenas tienen vegetación, e incluso las mayores apenas tienen algunos bosques ralos. Los paisajes pedregosos son los predominantes, pero incluso estos parecen de pequeña envergadura. Solo en las islas mayores, y solo en algunas de sus vertientes, hay auténticos acantilados. Dos de ellas albergan lagos.
Las aguas de la zona se mantienen templadas, lo que atempera, asimismo, el clima de la zona. Son corrientes las brumas y también las tempestades de viento, y, aunque las temperaturas son bajas, no oscilan demasiado y rara vez bajan de cero.
Algunas bahías y ensenadas han sido cercadas con estructuras de piedra y hueso para crear una suerte de estanques para las serpientes de mar.
Fauna
Dado el escaso tamaño de las islas que componen el archipiélago, es difícil encontrar grandes animales en ellas. Aunque es posible encontrar manadas de diros, algún oso errante y algún rebaño de ciervos, los mayores y más comunes animales son los jabalíes verrugosos, los cuales dan nombre a Orcadia: son conocidos como orcos por los celtas. Estos orcos llegan a alcanzar casi un metro de altura en la cruz y más de metro y medio de longitud, lo que unido a sus poderosos músculos y a los colmillos y las protuberancias que lucen en torno al hocico los convierten en animales peligrosos si se sienten amenazados.
En las playas se pueden encontrar algunas colonias de focas, aunque son menos habituales que en otros entornos por la presencia en las aguas de Orcadia de elasmosaurios y mosasaurios. En efecto, el microclima generado por los depósitos volcánicos que se encuentran bajo las aguas del archipiélago ha permitido que resten vestigios de reptiles marinos extintos en otros mares. Los primeros, de hecho, han sido parcialmente domesticados, lo que ha dado lugar a las historias sobre jinetes dragones.
Aunque los mosasaurios se alimentan principalmente de grandes peces y mamíferos marinos, lo cierto es que hacen peligrosa la navegación en torno a las Orcadas, algo que ha fomentado su aislamiento y el carácter poco marinero de sus habitantes.
Habitantes
Orcadia está habitada por humanos de pieles claras y cabellos en los que predominan los tonos oscuros, aunque no son raros tampoco los pelirrojos o los castaños. No se diferencian demasiado de sus vecinos de las grandes islas, pero tampoco queda muy claro con quiénes están emparentados.
Visten prendas de lana, capas, pantalones y túnicas cortas, y son comunes también las piezas de cuero, tanto en el calzado como en la vestimenta. Los abalorios, exceptuando los realizados en hueso o colmillo, son raros, y como gemas apenas tienen otras que no sean ámbar gris. Los tatuajes, generalmente geométricos, por el contrario, son comunes.
Lengua: Picto
Escritura: Ogam
Algunos nombres de ejemplo: Breidei, Cailtarni, Ciniod, Aenbecan, Domech, Drustagnos, Galanan, Gartnaith, Irb, Uist, Taran.
Sociedad y gobierno
La mayor parte de la población de las Orcadas se concentra en las grandes islas. Aquellos que viven en las pequeñas apenas tienen contacto con estos núcleos semiurbanos, que son los únicos que se ven sujetos a un gobierno efectivo. Cada uno de ellos está bajo la autoridad de un monarca que, a su vez, responde ante los distintos clanes, que son matrilineales (es decir, que la línea genealógica se traza a partir de las madres).
Dado su escaso contacto con el exterior, la organización política es débil y se lleva a la práctica por acuerdos y tradiciones entre los distintos clanes. La cultura de las Orcadas es principalmente ganadera, por lo que los territorios de pastoreo tienen una gran importancia.
En caso de litigio, los sacerdotes, una suerte de druidas que también se encargan del cuidado de las “serpientes de mar”, los elasmosaurios domesticados, ejercen de jueces en consejos de doce miembros. Son los encargados de velar por las tradiciones.
Religión
En las Orcadas la religión está presente pero de un modo sutil. La tierra está salpicada de túmulos de los tiempos antiguos que se siguen utilizando en la actualidad y cabe los cuales han crecido las aldeas. También abundan los campos megalíticos, entre los cuales pastorean los rebaños, y ni siquiera son raros los rituales que implican a las serpientes de mar.
No obstante, los habitantes de las islas viven estos elementos con naturalidad, gracias, en parte, al distanciamiento de los propios sacerdotes y a su austeridad. Las fiestas marcan el paso del tiempo y todos participan en ellas, pero sin necesidad de plantearse cuestiones teológicas.
En las noches de verano en las que apenas hay unas horas de oscuridad tienen lugar impresionantes sacrificios a las serpientes de mar en los que se realizan, asimismo, una suerte de torneos entre sus jinetes.
Actividades económicas y lúdicas
La principal actividad económica de las Orcadas es el pastoreo. Hay rebaños de ovejas y vacas lanudas y piaras de cerdos colmilludos. Los animales domésticos son abundantes, así como la caza, tanto menor (liebres, zorros, codornices) como mayor (ciervos y jabalíes). Por ello, los perros de caza y los hurones son mascotas apreciadas, así como los halcones. La recolección de huevos en las colonias de pájaros marinos es habitual.
La pesca no es una industria floreciente. Es arriesgado demorarse demasiado con botes por la costa, así que se restringe, prácticamente, a la recolección de moluscos y la pesca desde las orillas. De vez en cuando, no obstante, alguna lancha se aventura a la caza de mosasaurios o, simplemente, para comerciar con otros enclaves.
La artesanía es, en general, de subsistencia, aunque los artesanos de las islas son competentes y versátiles. Llaman la atención sus trabajos con la piedra, destinados a monumentos funerarios, y con el hueso, con el que se realizan la mayor parte de los objetos decorativos. Son hábiles también a la hora de curtir el cuero.
No acuñan moneda, pero usan piezas de hueso en los trueques.
Cabe destacar la presencia de depósitos superficiales de carbón, que es el combustible más habitual en el archipiélago. Las casas suelen realizarse en piedra y, a veces, parecen túmulos cubiertos de hierba.
En la guerra
Rara vez los habitantes de Orcadia se han visto envueltos en guerras propiamente dichas. Es por ello que las armas bélicas son escasas; por el contrario, todos tienen lanzas, arpones, arcos, hondas y otras herramientas adecuadas para la caza.
En caso de invasiones o de merodeadores de otros pueblos, los habitantes de las islas hacen uso de sus serpientes de mar. Sobre ellas, en el cuello, montan unos jinetes, adiestrados por los sacerdotes, que van ataviados con ropas de cuero impermeables que se ajustan a sus cuerpos y les permiten conservar el calor durante algunas horas en las irremediables zambullidas. Van dotados con varas terminadas en garfios con las que guían a las bestias. No es que estas sean particularmente eficaces, pero su mera visión infunde temor en el enemigo y, gracias a su voracidad y tamaño, son bien capaces de hundir barcos o de sembrar el pánico en cubierta.
En el mar
Los habitantes de las Orcadas no son grandes navegantes. Se valen de botes y lanchas para ir de unas islas a otras a comerciar o intercambiar mercancías, pero pocas veces se adentran en alta mar. Apenas salen de pesca a causa de los reptiles marinos y rara vez se aventuran hasta las tierras del sur.
Posibilidades de aventura
Como territorio ignoto y misterioso, Orcadia parece un buen destino para una aventura exótica. Es un entorno que puede traer muchas sorpresas para unos náufragos, sobre todo después de un encuentro con alguno de los reptiles marinos que infestan el microclima de sus aguas. Es también un buen lugar para esconderse o donde buscar asilo.
Por otro lado, no es un sitio indicado para aventuras bélicas, comerciales o políticas, pues sus gentes son sencillas y viven en el aislamiento. Más bien valdría para mostrar un choque cultural.
Al mismo tiempo, los vestigios de tiempos remotos, cuyo máximo exponente son los laberítincos túmulos que se pueden encontrar en las islas mayores, pueden ser un buen reclamo para aventureros intrépidos. Quién sabe lo que puede esconderse en el subsuelo de algunas islas, sobre todo de las que, a día de hoy, permanecen inhabitadas... aunque antes no lo estuvieron.
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