The broken, Sean Ellis, 2008, es la que más se ajusta de todas al post.
Felicitaciones por el aporte!
Cuando los otros son otros
Un artículo sobre películas de suplantaciones e impostores
El síndrome de Capgras es un trastorno mental por el cual el paciente cree que una persona, generalmente un familiar, es reemplazada por un impostor idéntico a ella. Pero, ¿y si en realidad no se tratase de una enfermedad? El cine ha encontrado un verdadero filón…
El cine, siempre atento a cualquier elemento original para introducirlo en sus guiones, ha utilizado diversos trastornos de la conducta o enfermedades mentales como base de sus historias. Tenemos Psicosis (Psycho, Alfred Hitchcock, 1960), El silencio de los corderos (The silence of the lambs, Jonathan Denme, 1991), Memento (Christopher Nolan, 2000) o Session 9 (Brad Anderson, 2002) por poner sólo algunos ejemplos significativos. Pero hay uno, además de la muy abundante psicopatía violenta, que se lleva la palma por encima del resto: el síndrome de Capgras. Como todas las enfermedades, trastornos o síndromes que aparecen reflejados en una película, el guión lleva hasta sus últimas consecuencias y sus extremos más radicales los síntomas y las secuelas de estas afecciones. Y es que, diga lo que diga el cine, no todos los psicópatas matan personas ni todos los depresivos se cortan las venas. No obstante, antes de seguir, echemos un vistazo a este curioso síndrome.
Hace casi un siglo, en 1923, el psiquiatra francés Jean Marie Joseph Capgras describió el llamado Síndrome de Capgras en un libro titulado L’illusion des sosies (La ilusión de los dobles). Suelen sufrirlo personas que sufren esquizofrenia, aunque también puede darse formando parte de otro cuadro patológico donde cursen los delirios paranoicos. El caso que aparece descrito es el de una paciente de 74 años que afirmaba que su esposo había sido asesinado y reemplazado por un extraño. La enfermedad se relaciona con la pérdida del reconocimiento emocional de los rostros familiares, una especie de agnosia de la identificación. Los afectados por este curioso síndrome encuentran múltiples justificaciones en cualquier acto que realiza el doble y que no sería realizado, siempre según su propia versión de la realidad, por el original. No existen límites para el número de personas que el enfermo considera que han sido reemplazadas, pudiendo ocurrir con un solo individuo, generalmente un familiar, o una comunidad entera. En algunos casos el paciente también cree que un doble de sí mismo está usurpando su lugar.
Veamos algunas películas con dicho síndrome como centro de la trama:
LA INVASIÓN DE LOS LADRONES DE CUERPOS
Invasion of the body snatchers, Don Siegel 1956
En la fecha de su estreno La invasión de los ladrones de cuerpos supuso todo un hito del cine al mezclar los géneros fantástico, terror y ciencia-ficción. En ella, unas esporas procedentes del espacio exterior dan origen a unas misteriosas vainas de las que surgen copias idénticas de cualquier ser humano. El plan alienígena es reemplazar la raza humana por esas copias, que se caracterizan por carecer de sentimientos y emociones. El doctor Mules Bennel recibe visitas de algunos pacientes que aseguran que sus familiares no son quienes dicen ser pero, al poco, esas mismas personas acuden de nuevo para explicar que no existe tal problema. Una noche Bennel recibe la llamada de un amigo que le muestra un cuerpo adulto sin rasgos definidos ni huellas identificables de ningún tipo. La invasión había comenzado…
Basada en la obra de Jack Finney titulada The Body Snatchers (1954) constituía, además de un divertimento para las masas, una crítica nada velada al comunismo. Las más famosas invasiones alienígenas procedían, irremediable e invariablemente, de Marte (el planeta rojo). En esta película, además, propugnan un sistema igualitario en el que todos serán felices, obedientes, libres de las pesadas cargas como la libertad, la opinión y el libre albedrío. El enemigo extraterrestre (soviético) es insidioso, traicionero y permanece escondido en las sombras donde no puede ser identificado. Puede ser cualquiera. Esa paranoia era la que, por aquellos años, se vivía en los Estados Unidos con respecto a los simpatizantes con el régimen comunista de la extinta URSS. No obstante se sabe que el propio Don Siegel se sorprendió al escuchar esta interpretación de su película.
LAS SANGUIJUELAS HUMANAS
The brain eaters, Bruno VeSota, 1958
En la localidad de Riverdale, Illinois, se ha encontrado semienterrada una extraña y colosal estructura que parece ser de origen extraterrestre. El senador Walter Powers y el doctor Paul Kettering son los encargados de investigar el objeto misterioso. Sus descubrimientos les llevan a dilucidar que se trata de una estructura procedente del centro de la Tierra. De ella proceden unos peligrosos parásitos que se agarran a los cuellos de sus víctimas para controlar sus cerebros y convertirles en poco menos que cáscaras andantes. Poco a poco van controlando a las autoridades locales y a los trabajadores, aislando Riverdale del exterior. Sólo el senador Powers y un grupo de personas de su confianza serán capaces de intentar poner fin a la invasión.
Tristísima adaptación, libre y no autorizada, de la novela Amos de títeres (The Puppet Masters, Robert A. Heinlein, 1951), incluyendo el hecho de que los invasores se conviertan en una pequeña giba palpitante en la espalda de los contaminados. Los efectos especiales, incluso para la época, dejan bastante que desear, el guión es un mare magnum de ideas sin acabar de dar forma y contiene simpatiquísimos fallos de raccord en la continuidad de la iluminación (ahora es de noche, ahora no). A su favor tiene la corta duración, escasamente sesenta minutos, con lo que no da tiempo a provocar muchos bostezos y el hecho de que algunos espectadores, entre los que me cuento, tienen unas grandes tragaderas a prueba de películas como esta.
LA INVASIÓN DE LOS ULTRACUERPOS
Invasion of the Body Snatchers, Philip Kaufman, 1978
Con el permiso de los ocasionales lectores, creo que es justo proclamar La invasión de los ultracuerpos como la mejor película de este tipo y una de las más brillantes de la ciencia-ficción. Nuevamente adaptada de la novela de Jack Finney y presentada como un remake de la película de 1956 de Don Siegel, la historia comienza con unas extrañas esporas en forma de telas de araña que se desprenden de un lejano planeta y llegan a la Tierra. Concretamente a San Francisco, aunque cabe imaginar que está sucediendo lo mismo por todo el globo. La extraña raza alienígena tiene un objetivo: copiar a todos los seres humanos, a los que asalta mientras duermen, y recrearlos en unas vainas de las que salen con idéntica forma pero sin sentimientos ni emociones de ningún tipo. Rápidamente comienzan a extenderse por toda la ciudad y, aunque algunos sospechan que algo pasa con sus familiares y conocidos, antes de que puedan hacer nada son también convertidos.
Magistralmente interpretada por Donald Sutherland, Jeff Goldblum, Brooke Adams y Leonard Nimoy (el semivulcaniano señor Spock de la serie Star Trek original, en lucha constante contra sus sentimientos humanos) la película supone todo un tour de force de suspense, terror y paranoia. Los efectos especiales son muy buenos y tiene numerosas escenas que se quedan grabadas para siempre en la mente del espectador; Donald Sutherland asesinándose a sí mismo, las persecuciones por toda la ciudad de los protagonistas, la angustiosa forma de hacerse pasar por uno de ellos y el final, tan espectacular como irremediable en que nuevamente Sutherland nos ofrece una de las escenas más recordadas del cine de ciencia-ficción. En 1979 fue nominada a los premios Saturn, Hugo y Writers Guild of America. Finalmente recibió dos premios Saturn, al mejor director y al mejor sonido, y el premio del Festival de Cine Fantástico de Avoriaz a su director, Philip Kaufman.
HIDDEN: LO OCULTO
The hidden, Jack Sholder, 1987
Aquí nos encontramos con un caso sorprendente de los años ochenta en el que los productores españoles casi decidieron dejar el título como estaba, aunque no pudieron evitar un ligero retoque (el que tiene un vicio, amigos…). La película contó con una tan innecesaria como olvidable segunda parte de aparición reciente. Su argumento es muy parecido a la famosa Terminator (The Terminator, James Cameron, 1984): dos seres procedentes de otro mundo (en lugar de otro tiempo) llegan al planeta Tierra. Uno de ellos es un peligroso criminal que ocupa los cuerpos muertos que se le antoja hasta que le resultan inservibles, momento en el que lo abandona y ocupa otro. Un policía y un agente del FBI son asignados al caso hasta este último muere y su cuerpo es ocupado por otro alienígena encargado de hacer cumplir la ley y exterminar al extraterrestre parasitario. La forma de acabar con él es muy sencilla, pero debe llevarse a cabo en el momento en el que esté intentando cambiar de cuerpo, lo que no resultará nada sencillo, y se pasará la película persiguiendo un respetable rastro de cadáveres sin poder anticiparse a su enemigo.
El rostro frío y serio de Kyle MacLachlan, tan parecido en sus pocas expresiones a Keanu Reeves, fue una elección ideal para uno de los grandes títulos de ciencia-ficción de los años 80 que no funcionó nada bien en taquilla pero sí consiguió, como tantas otras de esa época, convertirse en una película de culto que perdura hasta el día de hoy. Nuevamente nos encontramos con personas que no son quienes dicen ser aunque, al igual que en Fallen (Gregory Hoblit, 1998), el enemigo es sólo uno, pero enormemente peligroso, insidioso y letal. Naturalmente, como producto de su época que es, Hidden está llena de elementos ochenteros inevitables: persecuciones en coche, policías duros como el cemento y unos efectos especiales que pueden chirriar en algún momento. Pero nada de esto desmerece el film, que mantiene un ritmo bastante intenso desde el principio hasta su espectacular final. Y debemos felicitar por ello a Jack Sholder que sin embargo hacía poco que acababa de rodar Pesadilla en Elm street 2 (A Nightmare on Elm Street Part 2: Freddy's Revenge, 1985) que, sin duda, es la peor película de toda la saga.
SECUESTRADORES DE CUERPOS
Body snatchers, Abel Ferrara, 1993
En una base militar, una familia observa cómo sus vecinos y amigos se comportan de una manera extraña. Poco a poco, se verán inmersos en una terrible pesadilla de la que no podrán escapar. Y con una sinopsis tan breve como esta se desarrolla el remake del remake de La invasión de los ladrones de cuerpos que, si hasta el momento había sido adaptada libremente, en este caso se lleva la palma. Mientras que las anteriores películas contenían, de modo más o menos velado, una crítica hacia algo en particular (el comunismo, la experimentación genética o el desconocimiento del espacio, por poner algún ejemplo) se torna en un simple medio de entretenimiento en este caso. No existe una tensión que transmitir al espectador, que desde el primer momento sabe quién ha sido parasitado y quién no. Curiosamente ninguno de los actores consigue transmitir una mayor emoción en su papel que otro, con lo que todos parecerían estar infectados si no fuese porque el espectador sabe que ese no es el caso (o no habría historia que contar, claro).
Resulta imposible ver esta película sin compararla con sus predecesoras y, si obviamos Las sanguijuelas humanas por tratarse de un producto diferente, el resultado no está a altura ni de la obra original de Don Siegel. Pero si intentamos hacer el esfuerzo de evitar el agravio comparativo, los Secuestradores de cuerpos pueden hacernos pasar un rato (bastante breve, pues no llega a la hora y media de rodaje) sin más aspiraciones que el de entretener y matar un poco el tiempo. Es cierto que el comienzo, como en todas las películas de este estilo, es interesante y con un planteamiento que despierta el interés del espectador, pero lamentablemente su desarrollo no está ni por asomo a la altura de lo que promete. Como parte positiva, reconocen la inspiración en la mencionada obra de Heinlein. Con respecto al reparto, me quedaría en exclusiva con la atractiva Gabrielle Anwar (Reino Unido, 1970) a la que descubrí en una serie juvenil cuyo guión era una verdadera delicia y que aquí se tradujo estúpidamente como La pandilla plumilla (Press Gang, Bill Moffat, 1990). Los efectos especiales resultan poco efectivos y el final es un tanto penoso. En definitiva, una película de Abel Ferrara digna de ser olvidada.
ALGUIEN MUEVE LOS HILOS
The Puppet Masters, Stuart Orme, 1994
Una raza alienígena ha llegado a la Tierra, concretamente a un pequeño pueblo de Iowa, donde comienzan a controlar a todos sus habitantes como si se tratasen de meras marionetas. El encargado de acabar con esas maléficas intenciones es Andrew Nivens, un agente de seguridad americano que, con un equipo altamente cualificado, intentará evitar que los alienígenas se apoderen de todo el planeta. El argumento, escasamente original de por sí, contaba en este caso con un elemento adicional en contra: trataba de seguir la estela de la serie televisiva Expediente X. En ella los portadores del virus alienígena completaban con él un ADN latente que provocaba el desarrollo de la criatura extraterrestre que, al salir al exterior, destruye al portador. En la película de serie B de los años 80 titulada The hidden (Jack Sholder, 1987), el alienígena era un parásito que explotaba el cuerpo que asaltaba hasta que le resultaba inservible, saltando entonces a otro. Cada bicho tiene sus propias costumbres…
En esta nueva y libre versión de Amos de títeres de Robert Anson Heinlein podemos ver a los seres humanos como meros portadores de los amos, las criaturas alienígenas, que se adhieren a la espalda del portador clavando un pseudópodo en la nuca para conectar con el cerebro. En una curiosa escena podemos ver a los alienígenas comunicándose entre ellos de una manera similar a como se describe en la novela: los huéspedes se dan la espalda y cada alienígena alarga un pseudópodo a modo de axón con una especie de dendritas en sus extremos que entran en conexión. En la novela la comunicación era ligeramente diferente, pero nadie es perfecto. Como ya sucediera en La invasión de los ultracuerpos (Invasion of the Body Snatchers, Philip Kaufman, 1978) aparece Donald Sutherland, un excelente actor todoterreno que en esta ocasión no logra salvar una película sencillamente entretenida sin grandes momentos que destaquen del metraje. A reivindicar la semejanza con otra película en la que los alienígenas pasan desapercibidos entre la población: Han llegado (The arrival, David Twohy, 1996).
INVASIÓN
Invasion, Armand Mastroianni, 1997
Basada en esta ocasión en una interesante novela de Robin Cook homónima (Invasión, 1995) en la que los alienígenas atacan de una forma más activa: a pedradas. Unos pequeños meteoritos caen sobre la superficie de todo el planeta e inoculan en aquellos que los tocan una sustancia que les produce una enfermedad parecida a la de la gripe. Lentamente el número de afectado crece exponencialmente sin saber que, en realidad, se trata de un virus que está diseñado para extenderse como un cáncer infectando el cuerpo entero en lugar de una sola célula. Los alienígenas, en los albores de nuestro mundo, implantaron una secuencia de ADN dentro de las criaturas que habitaban en aquel entonces el planeta en espera de que la especie correcta hiciera acto de presencia y despertar ese virus latente mediante una proteína que forma parte del virus que las rocas inoculan. Ahora, sólo unos pocos hombres y mujeres serán capaces de investigar y comprender en toda su magnitud la pavorosa pesadilla que se cierne sobre el planeta y, con suerte, evitar sus terribles consecuencias.
La novela, como todas las de Robin Cook, resulta apasionante. En este caso, los contagiados conservan parte de su recuerdos y sentimientos humanos, o al menos así sucede de forma muy especial con el primer infectado, pero el virus y la conciencia alienígena va ganando terreno poco a poco y ya es difícil saber en quién confiar y a quién evitar. La película, que en realidad es una miniserie que adapta más que correctamente el libro de Cook, está protagonizada por Luke Perry (el eterno Dylan Mckay de la teleserie Beverly Hills 90210, traducida aquí como… en fin, me niego a escribirlo), Kim Cattrall (Samanta en la teleserie Sexo en Nueva York) y Rebecca Gayheart (Leyenda urbana, Urban legend, Jamie Blanks, 1998). Con su duración original de cuatro horas puede hacerse algo infumable para algunos pero, con toda sinceridad, las he visto muchísimo peores alcanzar un gran éxito en taquilla y al fin y al cabo fue originalmente creada para televisión, con lo que se le pueden perdonar sus muchos fallos. Es una de esas series, películas y/o libros que o te gustan o las detestas y no quieres ni oír hablar de ellas.
FALLEN
Fallen, Gregory Hoblit, 1998
Dentro de las películas de usurpación de identidades por medios más o menos especiales, se encuentra esta rara avis que, pese a no ser ninguna obra maestra del cine, representó un soplo de aire fresco y una original propuesta del género thriller mezclado con la ciencia-ficción. El núcleo del asunto se encuentra, en esta ocasión, en la religión. Según la sinopsis, el detective John Hobbes (Denzel Washington) está convencido de que tras la ejecución del asesino en serie Edgar Reese se han acabado los problemas. Pero cuando la gente que le rodea comienza a cantar la misma canción que Reese cantó durante su ejecución, Hobbes se da cuenta de que está sucediendo algo más. Y ese algo más es, en esta ocasión, el ángel caído Azazel, que fue condenado a vagar informe por la Tierra y toma los cuerpos de otras personas para su uso y destrucción. Sin embargo, cuando sale de un cuerpo debe encontrar otro para ocupar en el tiempo de un aliento que, según un antiguo texto hebreo, son unos 500 codos de distancia (un codo, aun dependiendo de la cultura a la que lo referenciemos, viene a ser medio metro).
Cuenta, como tantas otras películas de impostores, con la presencia de Donald Sutherland, que pese a no llevar la voz cantante de la historia, que recae sobre el gran actor Denzel Washington, realiza su acto de presencia para que no se nos olvide la naturaleza de lo que estamos viendo. Dada la presencia de un único enemigo, y a pesar de una escena en la calle que resulta estremecedora (quien la haya visto bien sabe a cuál me refiero), la sensación de paranoia continua es algo menor que en cualquier otra película de las vistas anteriormente y de las que veremos. No obstante, me ha parecido curioso destacarla porque cumple perfectamente con la idea básica de una persona que no es quien todos creen por haber sido su cuerpo poseído por un ser que usa a los humanos como trajes de ocasión. Y recuerde el espectador que aún no la haya visto, que lo que va a presenciar es una película en la que el protagonista casi muere pero, como ha logrado sobrevivir a su implacable enemigo, es capaz de contarnos la historia (y “miau”).
THE FACULTY
The faculty, Robert Rodriguez, 1999
En uno de esos raros casos en los que se decide no traducir el título (algo bastante inteligente antes que hacerlo de la manera en que ya sabemos) nos encontramos con The faculty. Como muchas escuelas de hoy en día, en Harrington High ya han pasado los buenos tiempos. Sus paredes están mugrientas, sus libros de texto han quedado obsoletos y sus profesores están quemados. No hay dinero para salidas, para ordenadores nuevos o para el departamento musical (aunque sí para el equipo de rugby, mire usted, la intelectualidad al poder). Pero en sus sucios corredores vibran toda clase de personajes; solitarios, líderes, pandilleros y cerebritos. Como todos los adolescentes del mundo, han de luchar con unos profesores que les subestiman y con sus activas hormonas. Pero, ahora, los estudiantes de Harrington High están a punto de enfrentarse con algo que ellos nunca podrían haber imaginado… Y a ese algo le encanta el agua en cantidades industriales. Tanta que el espectador no puede evitar sentir algo de sed.
Tiene la curiosa cualidad de que es una película que no se toma demasiado en serio a sí misma, logrando con ello con un magnífico refrito de clichés y homenajes que no tratan de ser originales. Más aún, uno de los personajes compara lo que está sucediendo con la novela de Jack Finney. Cuando una chica del grupo, Marybeth Louise Hutchinson, pregunta cómo termina la novela la respuesta de su compañera Stokely Mitchell es tajante: Ellos ganan, nosotros perdemos. Parecería un augurio sobre cómo va a terminar la película dado que, según avanzan los minutos, más y más profesores y alumnos del Harrington High son contaminados por la entidad alienígena hasta el punto de que el número de supervivientes se pueden contar con los dedos de una mano. Emocionante, divertida, cómica, juvenil, fantástica y con un reparto de impresión, en el que destacaría a Famke Janssen sin dudarlo un momento, The faculty resulta una de las mejores películas de usurpadores de personalidad de cuantas estamos repasando. Palomitera, sin grandes reflexiones ético-morales, pero muy entretenida.
INVASIÓN
The invasión, Oliver Hirschbiegel, 2007
De acuerdo: es cierto que en este caso sí se ha traducido el título, pero creo que no importa demasiado. La falta del artículo sólo nos demuestra lo que ya podemos suponer: que sólo es una invasión más, no la madre de todas las invasiones. En este caso, la tragedia comienza con un transbordador espacial que se estrella contra la Tierra. Tras este hecho, una misteriosa epidemia comienza a alterar el comportamiento de los seres humanos. Una psiquiatra de Washington (Nicole Kidman), junto con varios científicos, descubren que el origen de la epidemia es extraterrestre. Entonces, en una carrera contra reloj para evitar el contagio global, deberá luchar para proteger a su hijo, ya que es posible que él sea la clave para detener la creciente invasión. Pese a haberla visionado en un par de ocasiones buscando sus méritos, me parece fría, aséptica, incapaz de producir la emoción que cabría esperar en este tipo de películas; ninguna escena es tan intensa como para dejar huella en el espectador. Quizá a algunos de estos elementos se deba su escaso éxito comercial, pese a no ser tan nefasta como pudiera parecer, y confío en que esto haga plantearse, de cuando en cuando, esa manía de realizar remakes de cuanta película ha tenido un éxito moderado en el pasado.
Al contrario que en The Faculty, comentada anteriormente, no existe una reina que controle a todos los infectados y que una vez eliminada permita a todos los individuos regresar a la normalidad. La vacuna tiene que ser aplicada individuo por individuo o en masa, pero nada de solución apoteósica en pleno clímax fílmico. Tiene una gran similitud con otras obras del género de ficción como El último hombre sobre la Tierra (The last man on Earth, Sidney Salkow, 1964), El último hombre vivo (Omega Man, Boris Sagal, 1971) Soy leyenda (I am Legend, Francis Lawrence, 2007) y I am omega (Griff Furst, 2007) todas ellas basadas en la novela Soy leyenda del afamado autor norteamericano Richard Matheson. La semejanza radica en que uno de los personajes es inmune a la enfermedad y tiene anticuerpos a partir de los cuales podría comenzar a fabricarse una vacuna. De todas ellas, la italiana de 1964 resulta la más interesante por la actuación del siempre excelente Vicent Price, maestro del terror en todas sus formas. La protagonizada por Charlton Heston (1971) resulta entretenida y de las dos del año 2007 sólo se salva la versión de Will Smith, dado que la de Mark Dacascos es todo un despropósito.
LA INVASIÓN DE LOS SECUESTRADORES DE CUERPOS
Invasion of the pod people, Justin Jones, 2007
La inclusión de esta película en el artículo se debe más a un afán de información que a una necesidad cinéfila. Su sinopsis sigue la tónica habitual: después de que los amigos más cercanos y compañeros de trabajo de Melissa empiezan a comportarse de una forma un tanto extraña, ella sospecha que han sido sustituidos por invasores de otro planeta. Algo que, por otro lado, parece completamente normal en el cine: en cuanto alguien actúa de modo más o menos raro es que ha sido sustituido por un alienígena. El pan nuestro de cada día, como quien dijera. El nombre original de la película se explica teniendo en cuenta que la raza de los alienígenas, según el libro de Jack Finney, son los pod people, algo así como el pueblo vaina (compruebe el lector por sí mismo por qué no deseo que se traduzcan según qué cosas).
El origen de esta obra se encuentra en la comentada anteriormente, Invasión, cuyo tirón comercial trata de aprovechar. Esta estrategia comercial, denominada en inglés como mockbuster, suele servir para conseguir dar un mínimo de popularidad a una obra de muy inferior calidad, guión, interpretación, efectos especiales, etc. En este caso, como es bastante obvio, no se trata de ninguna excepción a esta norma. Dicho esto, vamos a pasar a otra película que sí merece un cierto detenimiento y a la que ya anteriormente le dediqué un artículo entero. Y es que, si bien La invasión de los ultracuerpos es la mejor película de dobles, la siguiente de la lista es la que mejor refleja el síndrome de Capgras del que hablábamos al comienzo.
THE BROKEN
The broken, Sean Ellis, 2008
La sinopsis de The Broken es la siguiente: Gina McVey, una joven doctora que trabaja como radióloga en un hospital londinense, acude a la celebración del cumpleaños de su padre, John. Los otros invitados a la onomástica son Stefan, su novio, su hermano Daniel y la novia de este, Kate. Durante la cena se produce un hecho extraño: un gran espejo situado en la pared se rompe sin motivo aparente y hace brotar entre los asistentes una inexplicable tensión donde antes reinaba el buen humor. Al día siguiente, de regreso a casa, Gina cree ver en la calle a una mujer con un asombroso parecido con ella y, asustada, decide seguir a la mujer hasta su casa. Al entrar, dado que la puerta se encuentra abierta, descubre para su horror una fotografía de su padre con esa otra mujer, una mujer idéntica a ella misma hasta el último detalle. A partir de ese momento la paranoia se apodera de ella y comienza a dudar, poco a poco, de todos sus conocidos, sin saber en quién confiar o a qué se debe esa extraña y absoluta semejanza con la mujer con la que se cruzó en la calle.
Sin duda The broken es la película que ejemplifica con mayor fidelidad el Síndrome de Capgras y responde mejor a la pregunta no formulada de qué sucede cuando los otros son, en realidad, otros distintos a los que pensamos. Visualmente es una verdadera joya, con una gama fría de colores que incluyen una sobrecarga de grises y azules que proporcionan al espectador una sensación de nerviosismo y cierta tensión ante lo lúgubre de los escenarios y lo extraño de las situaciones que se van sucediendo a lo largo del metraje. El peso de la historia recae sobre Lena Heady (300, Zack Snyder, 2007) y Richard Jenkins (A dos metros bajo tierra, Six feet under, 2001-2005) cuya magnífica interpretación añade una mayor puntuación global a la película. Dependiendo del tipo espectador, cabe la opción de que el final resulte algo perturbador al tiempo que anticlimático, pero considero que es en el propio desarrollo de la película y en algunas memorables escenas donde se encuentra su fuerza narrativa.
Existen otras películas en las que individuos normales comienzan a comportarse de una forma un tanto extraña. Sin ir más lejos tenemos Los invasores de Marte (Invaders from Mars, William Cameron Menzies, 1953) y su remake (copiado plano a plano) Invasores de Marte (Invaders from Mars, Tobe Hooper, 1984) pero quizá incluirlas sería comenzar a desbarrar demasiado y estoy convencido de que el amable lector que haya llegado hasta aquí, se merece un descanso antes de pasar a un artículo más liviano en el que el escritor no esté deseando disparar a bocajarro con todas sus fobias y filias. Resumiendo y para concluir, el Síndrome de Capgras ha sido una auténtica mina de oro para el cine y no me cabe la menor duda de que aún nos quedarán muchas películas de este estilo por soportar.
Y espero que mi editor decida publicar este artículo, porque tengo que admitir que últimamente no parece él mismo. De veras, es como si fuese otra persona…
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Magnífico artículo. Me he reído mucho leyéndolo y he encontrado cosas interesantes. No sé por qué, The faculty me generaba desconfianza. Creo que se estrenó en el mismo momento que Leyenda urbana y esta me decepcionó bastante. Invasión no me pareció tan fría, quizás porque no había visto las precedentes. Me dio bastante desasosiego, aunque tuve la impresión de que se precipitaba todo demasiado.
Un placer leerte.
Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.