Drácula, la adaptación definitiva
Reseña de la novela gráfica de Moore, Repion y Worley que adapta el clásico de Stoker publicada por Panini
Podríamos abreviar diciendo que sí, que, en efecto, estamos ante una adaptación tan canónica y de tal calidad que se erige como la referencia insoslayable para todo aquel que busque una versión en cómic de la novela de Bram Stoker. Ese era el objetivo y, sin duda, ha sido cumplido con creces. El osado subtítulo de “la adaptación definitiva” se lo han ganado a pulso.
Para empezar, Leah Moore (hija del famoso Alan Moore) y John Reppion han vuelto al original y se han dejado de reinterpretaciones, actualizaciones o de cualquier otra deformación de la novela. Han sido detallistas hasta incluir el relato que a modo de preludio debía acompañar la novela, pero que no lo hizo en todas las ediciones. Creo que vencer la tentación de aprovechar la excusa de la adaptación para plasmar su propia visión del famoso monstruo victoriano ha sido el primer gran acierto de esta novela gráfica.
Aunque Stoker fue un autor irregular y muy marcado por su época en muchos y en ocasiones malos sentidos, la habilidad con la que manejó el género epistolar para narrarnos la vieja lucha entre el bien y el mal, encarnados respectivamente en unos caballeros victorianos y un vampiro aristocrático, es soberbia. Se trata de una de las novelas del XIX que mejor ha envejecido y basta con leerse los textos de apoyo, que se han plasmado en una acertada tipografía de máquina de escribir clásica, para darse cuenta de ello.
En segundo lugar, el ritmo de cómic conseguido en el guión resalta los aspectos buenos de la novela e incluso redondea el cierre, cuya tensión en el original se malogra en parte a causa de las abracadabrantes persecuciones que tanto gustaban a Stoker. Lejos de dar la impresión de exhaustividad que podríamos temer en una adaptación fidedigna, el guión de Moore y Reppion resulta dinámico y ágil.
Por otro lado, Colton Worley se revela como una acertadísima elección para el apartado gráfico. Es hábil con los juegos de luces y sombras, un recurso imprescindible en un cómic de estas características, y, además, capta la esencia victoriana de la historia, por lo que el interés documental, de referencia, que aporta la imagen viene acompañado de un efecto atmosférico más que importante, indispensable. El coloreado y la forma de plasmar a los personajes remite a los cuadros realistas de la época, a esos retratos que podemos imaginar en mansiones vetustas. Esto no impide, no obstante, que sin abandonar la estética juegue con la estructura de las páginas o el enfoque de las viñetas, lo que le permite acentuar la tensión, la solemnidad, la angustia o cualquier otra sensación que requieran los hechos narrados.
En este sentido, quizás la nota discordante sea John Cassaday, responsable de la ilustración de la cubierta y de una serie de portadillas destinada a los distintos capítulos (supongo que se publicó originalmente por entregas) que Panini recopila al final del volumen. No es que no sean de calidad (a mí particularmente me han resultado muy sugerentes), sino que no encajan con lo que encontramos desarrollado en el interior del volumen por su estilo.
Por último, señalar que la edición de Panini es sobresaliente: tapa dura, papel de buena calidad, un prólogo interesante, todo el material recopilado, una buena traducción... Sin duda, la que hacía falta a una novela gráfica como esta, un volumen indispensable para los que disfrutamos volviendo a la novela de Stoker de vez en cuando.
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