Opino lo mismo que Patapalo.
Es muy original. Ha sido toda una sopresa. SEguiré leyéndote.
Un relato de Nullien
“Limpiamos y chamuscamos bien las codornices para quitar las plumas que hayan podido quedar.”
Zassim suspiró. No resultaba extraño que le mandaran preparar como plato fuerte a un ave, pero no terminaba de habituarse a ello. No se sentía cómodo desplumando a un animal que consideraba evolutivamente superior a sí mismo. Ellos sí. Sus alas semejaban más cercanas a la de los murciélagos que a las de las aves que tan dignamente surcaban los cielos, pero aún así, ellos no sólo las veían como iguales, sino que además osaban cazarlas, cocinarlas y comérselas.
“Salpimentamos y envolvemos la codorniz con una hoja de parra limpia y escurrida.”
La evolución había dotado a los goblins de alas. Alas negras, membranosas, aptas para cortas distancias. Estas alas supusieron un gran cambio en la jerarquía de la sociedad. Aquellos que no se veían dotados de la capacidad de hacer suyo el cielo, eran ubicados en menesteres más básicos. Zassim era uno de ellos. Poseía un ala, única, pequeña, retorcida. Nunca sería capaz de volar. Por eso había sido relegado al puesto de cocinero.
“Atamos las codornices una por una con hilo de bramante y las colocamos en una bandeja para horno untada con aceite. Precalentamos el horno a 250ºC, introducimos la fuente con las codornices y dejamos asar unos diez minutos.”
Él ansiaba volar. Cada día, mientras sus hábiles manos y sus largos y delgados brazos se entregaban a la tarea de picar, cortar, calentar y preparar la comida de los demás, soñaba con la libertad que el aire libre le daría. Nunca más necesitaría pisar el suelo, ¿para qué? El aire le daría todo lo que él buscaba. Todo lo que él no encontraba.
Suspiró de nuevo. El único aire que podría sentir en su rostro provenía de un potente ventilador que sorprendentemente le habían concedido para su cocina. No era un ventilador común. Había un par de goblins encargados de cargar las baterías de estos aparatos. Las llevaban a la superficie, y velaban mientras el sol hacía el resto del trabajo. Eran unas baterías bastante potentes, que junto con la forma y el tamaño del ventilador, daban un resultado óptimo para airear los pequeños habitáculos subterráneos en los que vivían. Tenían el defecto de ser peligrosos, pues las aspas giraban a una velocidad capaz de cortar casi cualquier cosa que se interpusiera en su camino.
“Sacamos del horno y rociamos con el brandy. Flambeamos para reducir el alcohol, salseamos con un poco de caldo de carne y volvemos a colocarlas en el horno durante unos quince minutos más.”
¡Las aves eran tan majestuosas! “No hay lugar de este mundo al que ellas no puedan llegar”, pensaba Zassim, compungido. Las aves eran las reinas del cielo. Dominaban el aire a su antojo. “Matarlas es un pecado”, farfulló mientras continuaba cocinando. “Un maldito pecado. ¡Me gustaría poder creer en algún dios y que este condenara sus actos!”.
“Cuando estén cocidas las codornices, las desatamos. Cortamos el pan en cuatro rodajas, untamos con un pincel con un poco de aceite y lo tostamos en el grill”
“Iremos al infierno. Si esos dioses existen, allí es donde acabaremos. Quizá es la única opción para un goblin, pero si existía la más mínima posibilidad, la hemos arruinado cazando a nuestros superiores. Yo tan solo quiero volar. Sentir el rozamiento del viento en mi cuerpo. Ver las ciudades desde lo alto. Volar. Nada más. Ellos sólo quieren extender esa supremacía falsa en la que creen. No merecen las alas. No las merecen. No deberían tenerlas.”
“Cuando el pan esté tostado ponemos una codorniz encima de cada rebanada.”
Zassim utilizaba todas sus horas libres en cuidar su ala. Confiaba en que, tratándola con diversos productos, hallaría uno con el cual se desarrollaría por completo. Nunca podría volar de forma equilibrada, dado que, a fin de cuentas, en su espalda no había señal que indicara que en la parte derecha fuera a nacer nada nuevo, pero al menos podría elevarse a una distancia del suelo y conseguir esa sensación de libertad que todos los días anhelaba. Estaba furioso. Nadie apreciaba el don del aire como lo haría él si pudiera gozar del mismo. Odiaba a todo el mundo. A los que le obligaban a cocinar mientras ellos surcaban los cielos. A los que cazaban a las bellas aves que tanto admiraba. A los que lo miraban compadeciéndose mientras se palpaban su propia espalda, dándole a entender que aunque lo sentían, ellos estaban jodidamente contentos con sus atributos. Los odiaba a todos.
“Colocamos en una fuente de servir, colamos el jugo que ha quedado en el fondo de la fuente del horno. Espesamos si fuese necesario esta salsa para que tape la codorniz y permanezca en ella resbalando lentamente hacia el fondo del plato.”
“Todo sería diferente si todos fuésemos iguales. Ellos no tendrían alas, no podrían cazar a estas pobres codornices, la jerarquía se repartiría de nuevo, y yo podría buscarme un trabajo en el exterior, no en esta inmunda cocina. El aire volvería a pertenecer a aquellos que de verdad lo merecen. Todo sería mucho mejor. Realmente, haría feliz a todos. Estoy seguro.”
Miró de soslayo el ventilador, que seguía girando imperturbable. Se acercó dando pasos pequeños, con respeto. El aire le daba de lleno en el rostro, cada vez con más potencia. La batería duraría por lo menos unas dos o tres horas más.
Los platos con las codornices cocinadas se encontraban encima de la mesa. Pronto vendrían a buscarlas. Y los sirvientes personales de los peces gordos del mundo goblin tenían alas.
Se sentó delante del ventilador, notando el aire en la espalda y con una sonrisa retorcida en la boca. Él, Zassim, haría historia. Gracias a él, todos serían iguales.
“Servir muy caliente.”
Opino lo mismo que Patapalo.
Es muy original. Ha sido toda una sopresa. SEguiré leyéndote.
Vaya, qué rapidez
Muchísimas gracias, ¡tanto por la publicación como por las palabras bonitas!
Muy bien llevado y muy original. Las frases fluyen a la perfección y se nota que dominas el lenguaje.
Goblins... ...Cómo me gustaban esas criaturas, traicioneras y rastreras. Me ha encantado esa idea de darle sentimientos y personalidad a uno de esos monstruitos que en muchas historias de fantasía suelen ser carne de cañón de paladines varios... :)
Me ha gustado mucho. Bien escrito y me ha gustado la idea y la forma en que la desarrollas. El final también me ha parecido idóneo. Enhorabuena.
Hola, me llamo Íñigo Montoya, tú mataste a mi padre, prepárate a morir.
Retrogaming: http://retrogamming.blogspot.com/
OcioZero · Condiciones de uso
Un relato francamente original. Me ha encantado. Me recuerda, en el enfoque, a una antología de relatos de fantasía bastante atípicos que leí hace años y que estoy deseando releer. Muy bueno.
Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.