Esa bella melodía
Reseña de la antología de Pedro Escudero Zumel publicada por 23 Escalones
El microrrelato, o los mini cuentos, son un arte que no está al alcance muchos creadores. Como autor, me confieso algo negado al respecto. No se me da bien, salvo contadas excepciones, esos momentos en los que la inspiración te pilla por sorpresa y te regala una idea que funciona en pocas palabras.
Como decía, considero esta modalidad de literatura como un arte, con sus maestros, y con un público objetivo imposible de catalogar. Es por esto que encontrarme con un libro como Esa bella melodía me pareció algo fuera de lo común. Autor y editorial han arriesgado mucho con este formato, ofreciéndonos una colección de historias que, en su mayoría, se resuelven en un par de líneas por página. Pero ojo, que es una inversión acertada.
Esa bella melodía es un ejercicio de ingenio arrollador, en el que el autor se ha puesto a prueba a sí mismo, y pone a su vez a prueba la inteligencia del lector. Plagado de referencias, de frases lapidarias, este libro tiene la capacidad de absorberte en un instante, de arrastrate de una página a la siguiente sin que apenas te des cuenta.
Pedro Escudero nos hace reír, nos hace estremecer, y consigue que reflexionemos durante un segundo (el tiempo que te da antes de que te suelte el siguiente bofetón), pero que esa reflexión prevalezca en nuestra memoria una vez que has pasado la última página.
Pero, ¿es posible contar una historia en apenas dos líneas? Para este autor no sólo es posible, sino que lo hace con precisión de cirujano. El que suscribe se ha leído, en más ocasiones de las que le gustaría reconocer, novelas de más de trescientas páginas que le han sugerido menos que muchos de los micros que componen esta sinfonía surrealista, oscura, terrorífica y, por encima de todo, negra. Muy negra.
Si difícil es crear una obra como Esa bella melodía, no es menos complicado reseñarla, ya que no hay un argumento en el que ir apoyándose para ilustrar las sensaciones, no hay unos personajes que analizar para contarle al posible lector si están bien o mal dibujados, si están definidas sus funciones. Lo que tenemos es poco más de cien páginas de cuentitos que funcionan a la perfección por separado, pero que juntos hacen sonar una melodía, la del título, que está compuesta con la delicadeza de quien limpia su machete con un pañuelo de seda.
Sobran palabras en esta reseña, pero ya he dicho que a mí no se me da bien sintentizar hasta tales extremos. Dejémoslo en manos de Pedro Escudero, que nos sirve este aperitivo (declaración de intenciones) en la contraportada del libro:
Después de semanas pensando que era un monstruo, imaginándolo cada día despedazando niños con sus manos de monstruo, soñando con su sonrisa de monstruo, viéndolo caminar por la calle con su andar de monstruo, resultó ser un simple cartero.
Me sentí frustrada, pero no cambio con facilidad de planes.
Por eso le atravesé el corazón con una estaca. Es una pena, pero hasta que encuentre al monstruo que aterroriza al vecindario necesito mantenerme en forma.
Darío Vilas
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Conozco los microrrelatos de Pedro por el Facebook y, sin perjuicio alguno para sus relatos más largos, es cierto que se maneja bastante bien con este formato tan desagradecido y poco respetado.