La casa de las sombras

Reseña de la novela de Juan Ángel Laguna Edroso publicada por DH Ediciones en su colección Último escalón.

Ven, lector, te invito a la casa de las sombras, donde yo me perdí, en la que recorrí estancias y atravesé espejos y pronuncié un nombre prohibido…

¿Te atreves, curioso lector?

La casa de las sombras es la primera novela corta publicada en papel por Juan Ángel Laguna Edroso, de la mano de DH Ediciones, editorial recientemente creada por Darío Vilas y Senén Lozano. Hasta ahora no había leído nada de Juan Ángel, ni siquiera relatos, y lo cierto es que me ha sorprendido lo que me he encontrado. En esta novela nada es lo que parece y todo se confunde. Realidad y ficción, vigilia y sueño, locura y cordura, pureza y maldad… ¿dónde se encuentran los límites de todo ello?

Con una prosa realmente magnífica, Juan Ángel recrea un ambiente totalmente sobrecogedor, espeluznante, que en ocasiones recuerda a las novelas góticas (ese caserón tétrico y de extensión ilimitada, incluso podría decirse que laberíntico, esas pasiones desatadas entre los distintos personajes) y en otras nos conduce a caminos inexplicables de la razón: lo inefable. Y verdaderamente no puedo explicar con palabras exactas lo que ha despertado en mí esta novela, porque todavía me encuentro aterrorizada, metida de lleno en el ideario mágico que ha creado el autor.

Constantes preguntas acudirán a la mente del lector nada más comenzar la novela, pero todas esas incógnitas, esas dudas, esos misterios sin resolver giran en torno a un nombre: Isabelle. Ese nombre en realidad es mucho, podríamos decir que es el hilo conductor de la novela y de las acciones de los personajes, por qué actúan así, por qué piensan así, por qué viven así. Al principio puede parecer que cada capítulo podría excluirse, leerse independientemente de otro, pero esto no es así porque, como ya he dicho, existe un hilo conductor en el fondo de la narración.

Cabe decir que no es una lectura fácil, pero como se ha dicho muchas veces, la literatura debería ser un ejercicio, un continuo intercambio de información entre escritor y lector (emisor y receptor), la creación de un juego en el que se implique totalmente al lector y que se tienda un puente. Esto es lo que hace Juan Ángel: nos da la mano, para que en todo este embrollo de personajes y acciones y subtramas no nos perdamos, pero después nos deja sueltos y podemos pasear por los pasadizos de la casa a nuestro antojo para buscar y encontrar las pistas que nos va dejando en cada letra, en cada palabra, en cada frase… En la novela.

Un gran acierto es que se alterne entre la primera y la tercera persona. No en vano lo hace, ni es casual (porque en realidad en esta novela nada es casual) ya que así logra acercarnos más a los personajes, a sus sentimientos y a su psicología para luego alejarnos un poco de ellos y dejar las reflexiones a favor de una acción totalmente delirante, una carrera frenética por descubrir secretos y desvelar el verdadero rostro de los fantasmas del pasado.

Además, Juan Ángel, como ya dije antes, maneja la prosa y el estilo de un modo estupendo y alterna entre momentos de una gran sensibilidad (el encuentro entre Marianne y Ladislás es magnífico, de una belleza sobrecogedora y un sensismo elevado) con otros momentos en los que la depravación, la locura y el terror inundan las páginas.

Isabelle… ¿Todavía no sientes curiosidad por saber quién es la propietaria de tan bello nombre y por qué pronunciarlo está prohibido? Tal vez, yo ya esté condenada al haberlo escrito.

Lector, abandona tu realidad, la seguridad de lo que conoces, y ven con todos los que ya hemos leído esta novela, al otro lado del espejo.

Elena Montagud