Historias de fantasmas indios

Imagen de Patapalo

Reseña de la antología de Rabindranath Tagore publicada por Arléa.

 

Abordé este libro durante el transcurso de la convocatoria de Calabazas en el Trastero: Terror Oriental. Tenía curiosidad por ver qué tipo de historias de fantasmas se escribían en la India, cuál era la diferencia de enfoque o de escenario (no solo geográfico, sino vital) que traería esta particularidad. La lectura de esta antología, que incluye los relatos El esqueleto, Las piedras hambrientas, Obsesión, La fortuna abandonada, El preceptor, En el corazón de la noche y La muerta viviente, me dio algunas pistas, pero no me llevó en la dirección que yo esperaba. Para situar un poco lo que voy a decir a continuación, hay que tener en cuenta que Rabindranath Tagore, el autor, vivió entre 1861 y 1941, y que fue un hombre que se sumergió en la cultura occidental y que trabajó en la modernización de la literatura india.

Historias de fantasmas indios es más un libro estético que de terror. Quizás por el fuerte amor por la poesía que hay en la India, la belleza en el planteamiento de la historias y en su desarrollo es de una gran importancia. Al mismo tiempo, las historias aquí planteadas tienen un toque bastante similar a las ghost stories inglesas, bien porque Tagore se interesara por ellas en sus viajes, bien por la propia presencia británica en la India. Muchos de los esquemas y recursos se repiten en ambos lados: la persona que cuenta una historia, las apariciones espectrales, las mansiones encantadas, los encuentros fortuitos...

Al mismo tiempo, la diferencia entre una antología como Relatos de fantasmas, de Edith Wharton, y la que nos ocupa va más allá del cambio de escenario. Uno de los motivos, aparte del propio tratamiento estético, es el fondo filosófico: la muerte no supone lo mismo en todas las culturas y, por lo tanto, los aparecidos tampoco son idénticos. En las narraciones de este libro encontramos, de hecho, bastante fondo filosófico tras las anécdotas que articulan los relatos, aun sin ser una obra que deje un peso específico a la religión. Es, más bien, un elemento insoslayable dado el entorno elegido para las historias si se quiere ser coherente con los personajes.

Del mismo modo, el retrato social se filtra dentro de las historias. Particularmente interesante resulta el último relato, La muerta viviente, uno de los más conseguidos en todos los aspectos dentro del libro. En él, una mujer "muere" para todos, incluso para ella misma. El resultado es un cóctel en el que se juntan todo tipo de prejuicios, sentimientos y emociones.

En conjunto, queda una antología que tiene un toque exótico y hermoso, aunque suscite poco temor. Más bien resulta trascendental y algo aleccionadora, al modo de las fábulas, aunque sin excesos. Al mismo tiempo, la mezcla de influencias que, deduzco, se juntan en sus páginas, resulta peculiar e interesante.

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