Charlie Moon
Reseña de la obra de Carlos Trillo y Horacio Altuna publicada por Planeta DeAgostini en nuestro país.
He de confesar que no conocía el trabajo de Horacio Altuna, y he de decir que lo he abordado con buen pie con esta obra: me ha gustado mucho y me ha dejado con ganas de más. Para el que no haya oído hablar de ella, como era mi caso, comentaré que versa sobre un adolescente (Charlie Moon) que se va buscando la vida en los Estados Unidos de los años 30.
Sobre esta época viene un interesante prólogo del propio Horacio Altuna en el que nos presenta la situación sociopolítica y algunas instantaneas que, sin duda, aparecen reflejadas más adelante en la serie de historietas recopiladas. Sobre el motivo de optar por esta ambientación se habla en la magnífica entrevista al cierre en la que Merche Bermúdez interroga al autor sobre la obra que realizó junto a Carlos Trillo, y no es otro que acercar el cómic a un público más universal: admitámoslo, a día de hoy Estados Unidos es un escenario omnipresente en el imaginario popular de millones de lectores, así que es una decisión de lo más acertada.
Charlie Moon es un muchacho que nos sirve de catalizador o de mirilla para observar el mundo, en concreto el de esa América que salía del crack del 29. A veces es el motor que genera la historia, otras un simple espectador, pero siempre, como es lógico en la adolescencia, reinventa el escenario que le rodea: el mundillo del jazz, la explotación de los peones en las granjas, el racismo, el despertar al amor, las convenciones sociales... No son temas que se traten de un modo maniqueo ni exclusivo; la aproximación de Trillo y Altuna es más natural y realista: se trata de hechos que uno se encuentra en el día a día, que impactan más o menos y que van entrelazados.
En este sentido es un acierto el propio enfoque de las cuatro historias que componen el recopilatorio. Son compactas en el periodo de tiempo que contemplan, pero se muestran abiertas tanto en su comienzo como en su cierre: son fragmentos de una vida, no episodios o capítulos estancos de nada, sino eslabones de la existencia de este muchacho de origen incierto.
Los personajes ayudan a dar credibilidad al conjunto, a soportarlo. Son las notas más brillantes de un retrato social muy acertado y muy humano. Curiosamente, no recurren al texto para desarrollarse, sino que el peso principal de la narración y de la emotividad de la historia reposa en la imagen y en los silencios. No hace falta que se nos especifique mucho sobre el reparto: como algunas fotografías, hablan por sí solos.
En el apartado documental, las ilustraciones (y el guión) también cumplen sobradamente, y con suavidad, adaptándose a la historia. Es algo que se constata con las fotografías de la época, o con cualquier otro material que nos remita a los años 30, cuyo sabor se ha recogido con mucho acierto. La edición, además, les da un buen marco.
Así, en conjunto, nos queda una obra muy interesante, sobre todo por esa fuerza a la hora de captar la mirada de un adolescente (como curiosidad, diremos que Altuna recomienda leer El guardián entre el centeno, del recientemente fallecido Salinger) y el acierto retratando una sociedad que no nos es para nada ajena. Un cómic muy recomendable, aunque a algún lector le llamará la atención su desarrollo fragmentario.
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