Los niños de EGB
Reseña del libro de Xavier y Anna Gassió publicado por Lunwerg
Los niños de EGB es, en efecto, nostalgia en vena. Dirigido a los que cursamos la básica en este sistema educativo, es decir, nacidos a finales de los '70 y principios de los '80, es una excusa para revisitar nuestra infancia y algo de la adolescencia y avivar los rescoldos de la memoria para refocilarnos, sonrojarnos o lo que toque frente a nuestro pasado. Esto era fácil de imaginar, así que centrémonos en el enfoque que se le ha dado.
El libro se plantea por secciones como si fuera un ensayo sociológico: las clases, la moda, la televisión y el cine, los juguetes, la dieta, las vacaciones, los coches... se divide por bloques temáticos más o menos agrupados que hacen que más que ante una “narración” con un hilo conductor (más allá de la época) estemos ante una recoplación de anécdotas bastante exhaustiva. De hecho, las secciones se plantean así: mucho material gráfico montado de un modo simpático y ameno y textos breves y concisos que buscan más rememorar y hacer guiños que explicar gran cosa.
Al mismo tiempo, los Gassió (padre e hija) lo han abordado como un asunto personal. De hecho, cabe imaginar que buena parte del material gráfico ha salido de esos álbumes de fotos enormes y plastificados que todos tenemos escondidos en algún armario, vestigios de cuando las fotografías se revelaban en papel una vez y guardabas los negativos por si acaso. El propio color de las imágenes ya te lleva treinta años atrás sin ningún problema y te hace recordar esos vídeos VHS donde la publicidad quedaba grabada por error como un mosquito en el ámbar prehistórico: para la posteridad.
Este planteamiento hace que las vivencias específicas terminen trasluciendo mucho. Lo que era normal para un chico de mi misma edad de Madrid no tenía nada de normal para un maño como yo, acostumbrado a la vida de provincia. De hecho, algo típico de la EGB era que para las vacaciones te ibas al pueblo de tus abuelos (por lo general, en la misma provincia o la de al lado) o al mismo sitio de playa (de ahí el chiste de los zaragozanos en Salou) y que ir a la capital (ya ni te digo salir del país) era toda una aventura reservada, por lo general, al viaje de estudios (uno, al final de toda la EGB y que no todo el mundo se podía permitir aunque nos llevaran como sardinas en un bus). Tampoco importa mucho: hay más que une de lo que nos separa, por lo que el libro funciona igual.
Sí que hay algún gazapo por ahí, que supongo que se debe a algún lapsus (el ingenioso manitas era MacGyver; el Inspector Gadget era aquel que tenía muchos artilugios pero al que le sacaban las castañas del fuego su sobrina y un perro) o al deseo de cubrir el mayor espectro posible (con los cómics de superhéroes hay algún pequeño desaguisado que he visto hasta yo, que lo mío era Conan el bárbaro y G.I. Joe). Nada grave, en cualquier caso, y tampoco empaña el disfrute.
Después de todo, Los niños de EGB es una excusa para rememorar una época y reírte con ello, como quien lo hace con los amigos o los hermanos. Y ¿quién no tiene que corregir a estos cuando confunden a Europe con Bon Jovi o alguna blasfemia semejante? En ese sentido, el libro cumple lo prometido con creces y roba lagrimillas nostálgicas, alguna carcajada y activa unos cuantos puñados de melancolía.
Fue una época mágica, aunque seguramente porque fue la nuestra... lo que no nos va a impedir sobrevalorarla todo lo que nos dé la gana. Si quieres rescatar un pedazo de la misma, Los niños de EGB puede ser un buen comienzo. Se disfruta mucho si asumes que no coincidirá por completo con tus recuerdos porque, al fin y al cabo, cada vivencia es distinta. De hecho, lo que más sorprende es la cantidad de recuerdos en común tienes con alguien con quien nunca te has cruzado y que jurarías que debe de ser de Barcelona o alrededores.
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