Revista Cthulhu: Edgar Allan Poe

Imagen de Anne Bonny

Un vistazo al quinto número de la publicación de Diábolo Ediciones

 

Diábolo Ediciones continúa con su revista de cómics y relatos de ficción oscura y, en este quinto número, nos regala con un formidable homenaje a Edgar Allan Poe con motivo del bicentenario de su nacimiento. No todas las obras recogidas giran en torno al autor de Boston, pero sin duda es un magnífico tributo a este emblemático escritor de terror y suspense.

Después de un breve editorial y una magnífica portada de Bartolo Torres, abrimos boca con el artículo Cuervos, sombras y entierros prematuros. Poe en la historieta, de Javier Alcázar. En él se hace un completo repaso de las innumerables adaptaciones a cómic que se han hecho de las obras (o la vida) del conocido escritor. Se trata de un artículo expositivo, pero del que podremos extraer más de una recomendación de lo más interesante.

A partir de aquí entramos en las obras propiamente dichas. Berenice, de Pepe Avilés, recrea con un estilo clásico pero muy eficaz el impactante relato de Poe. El dibujo es sobrio, pero al mismo tiempo muy expresivo, y nos acerca con igual eficacia el ambiente decimonónico como la angustia de los excéntricos protagonistas.

La máscara de la muerte roja, de Julio Azamor, opta por un registro totalmente distinto. El escenario se transmuta en uno de exótico anacronismo. Los dibujos y el guión, explícitos y detallistas, buscan transmitirnos más el fondo de la historia que mantenerse fiel a su desarrollo (y ámbito) original.

El último descenso al Maelström, que cuenta con guión de Enrique Balmes e ilustraciones de David Güell, sigue en esta línea, pero va mucho más lejos (o más profundo). Ya no nos encontramos con la adaptación de un relato concreto, sino con un guiño a la obra completa del bostoniano articulado gracias al leit moitv del título. El experimento es tan fresco como acertado, y el lector se ve literalmente arrastrado durante el descenso al sumidero oscuro ideado por Poe. Magnífico.

En un inciso dentro del homenaje a Edgar Allan Poe nos encontramos con El bosque, obra de Beni R. Lobel. Con un dibujo que explota el contraste blanco y negro y una ambientación de colonos en el lejano Oeste, nos llega una historia que consigue, con su giro final, ponernos el mal cuerpo necesario.

El abrazo, que cuenta con guión de Paula Varela y dibujo de Ariel Díaz, prefiere dedicarse a crear un desasosiego continuo a lo largo de todas sus páginas. Una narración que juega con mucho acierto con los colores (azules y amarillos), con los desvanes y con otros terrores de manual que terminan revelándose mucho más en esta fantasía que tiene algo de onírica.

Como transición, Mangosta nos trae Poe 2.0, unas láminas a página completa que homenajean dos poemas de Poe: El cuervo y Annabel Lee. El estilo es muy personal, preciosista y sugerente. Tan sólo se echa en falta el poder (re)leer los poemas completos.

A continuación encontramos un clásico de la revista y uno de los grandes de nuestro cómic nacional: El joven Lovecraft, de José Oliver y Bartolo Torres, que nos presenta El tonel de amontillado. Con su habitual humor, la adaptación de este relato de Poe resulta de lo más divertida.

Un poema es el homenaje de Javier Santoja al escritor de Boston, una obra breve y concisa que, no obstante, capta muy bien el delirio final del autor y que lo engarza con su obra con gran acierto.

Acto seguido, el artículo Poe en la gran pantalla, de Miguel Ángel Rodríguez, hace un interesante repaso de algunas adaptaciones cinematográficas de la obra de Poe o de su propia vida. El conocimiento del tema del autor y su pasión por el cine se traslucen en el artículo, que deja con ganas de ver unas cuantas películas.

Álex Ogalla y Salvador López nos traen En mí, una historieta breve pero intensa que mezcla con acierto un buen escenario y algunos clásicos de la mitología y la historia del terror. Estéticamente resulta algo abigarrada, pero también tiene momentos sencillamente geniales, como la viñeta doble de la presentación.

Otra digresión que en principio parece ajena a Poe, pero que en realidad está en su órbita a través de cierto escritor japonés, considerado, precisamente, el Poe nipón, es Martin Koudelka: Alicia y las ratas, una historia de Elchinodelpelocrespo y Karles Sellés. Se trata de una narración perturbadora, que con un aspecto surrealista resulta mundana y cercana al mismo tiempo. Impresiona.

El jugador de ajedrez de Maelzel, de Álex Romero y Fritz, parece que va a ir por derroteros mucho más clásicos, lo que no impide que sorprenda gratamente. Quizás resulte algo pausado el ritmo, pero cumple sobradamente las espectativas.

Cumple igualmente Tras el pozo y el péndulo, de José Domingo, un homenaje que arrancará más de una risa al lector, y es que cachondearse de algunos aspectos de la obra de Poe no está reñido con admirarle.

Ya en la recta final, nos encontramos con Semillas, una historieta de Javier Santonja que se inspira claramente en la obra de Lovecraft. Su enfoque más próximo, menos cósmico, creo que le sienta muy bien, y la historia, desde luego, impacta y deja con ganas de más.

Como cierre, un relato de José María Tamparillas magníficamente ilustrado por J.A. Serrano. Bajar, bajar es su título, y el lector no tarda en entrever cuán angustioso va a ser el descenso. Eso sí, difícil que adivine en qué pozo va a terminar. Un relato de lo más angustioso.

Ya como epílogo, Ángel Rodríguez nos regala dos Gothicómicos, dos tiras cómicas de diseño muy cuidado que, además, roban la sonrisa con su humor negro. Un modo perfecto de cerrar un número memorable de la revista Cthulhu, muy recomendable para los amantes del terror, del cómic y, cómo no, de la obra de Edgar Allan Poe.

 

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