Conan y sus primeros grandes viajes
Repasamos los vagabundeos de Conan del nº 25 al 57
Después de haber cubierto los primeros pasos del cimerio en Los inicios de Conan el bárbaro, continuaré repasando los cómics que van del número 25 al 57, una etapa en la que el personaje se dedica a su consabida actividad de aventurero mientras rellena un periodo entre grandes sagas.
De algún modo, en este momento Conan se vuelve más adulto gráficamente hablando. Es una evolución que sienta bien al personaje y que ayuda a reconciliarse con la marcha de Barry Windsor-Smith. En efecto, hay un cambio de dibujante, uno francamente peculiar: es John Buscema, el ilustrador originalmente previsto para la serie, quien a partir de ahora se ocupará de ilustrarla. Y hay que decir que lo hace de un modo sobresaliente.
El estilo de Buscema es bien distinto del del británico. Sus hombres son más robustos, y las escenas de acción, el enfoque de las viñetas y el modo narrativo, en general, distintos; casi da la impresión de que los personajes actúen de otro modo, tal vez más sombrío y reposado. Este estilo marcado por Buscema, de hecho, ha sido el que tradicionalmente se ha relacionado con el personaje, pues no en vano este ha sido objeto de sus lápices a menudo. Las comparaciones son odiosas, pero mentiría si dijera que no me he sentido siempre más cómodo con este trabajo, seguramente porque con él descubrí al bárbaro hace ya unos cuantos años...
En cuanto a la saga, partimos del punto exacto donde quedó en el número 24: en los últimos coletazos de la guerra del Tarim. El material de base, además, sigue siendo extraído a trancas y barrancas de la obra de Howard como buenamente puede Roy Thomas. Para empezar, en el número 25 tenemos una adaptación de Los espejos de Tuzun Thune (con vistazo incluido al rey Kull, que volverá a aparecer dentro de unas entregas). El 26, por el contrario, fue reservado a cerrar la saga del Tarim, donde se nos revela el rostro de este peculiar dios viviente. Un buen recurso el de Thomas que pone un broche elegante a la primera saga de la serie.
A partir de este momento, volvemos a las historias unitarias, donde Conan va recorriendo la zona y encontrando aventuras de todo tipo. En ellas se respeta la posición relativa del cimerio, pero se retoma un poco esta declaración de Howard de que su personaje le iba contando las historias como las iba recordando: rara vez las aventuras tienen auténtica relación entre sí. En cualquier caso, hay que reconocer que Thomas se tomó en serio lo de dar una coherencia al conjunto y personajes y escenario sí se mantienen estables.
Hasta el número 31, Conan se va empleando como mercenario o desempeñando labores propias de un aventurero errante siempre bajo la sombra de Turán. Son episodios en los que se juega con el enfrentamiento del cimerio con el príncipe heredero, y donde el primero se vale de las malas comunicaciones para seguir a la sombra del gran imperio, para el que trabajará como soldado e incluso espía, y donde obtendrá parte de su valiosa formación militar. En este periodo se adaptan relatos de Howard como La sangre de Belshazzar, Two against Tyre, The Fire of Asshurbanipal y The house of Arabu. Algunos de ellos son sencillamente memorables.
Luego entramos en una pequeña minisaga, adaptación de Flame winds, una novela de Norvell Page que Roy Thomas consideró, acertadamente, que podría encajar con el personaje. A lo largo de tres números (32, 33 y 34), este servirá de agente especial de Turán en Kithai, donde se tendrá que enfrentar a los terribles vientos ardientes. El inciso funciona muy bien y no se rompe la continuidad de su estancia en Turán, territorio que no dejará hasta el número 39.
Dicho número corresponde a El dragón del Mar Interior, un cómic que, como aficionado a El príncipe Valiente, me fascinó. En él John Buscema muestra todo su potencial para dibujar fabulosos enfrentamientos con la excusa de un "cocodrilo gigante" que asola una ciudad a orillas del Mar de Vilayet: magistral. He de señalar que, a partir de aquí, he ido completando mi serie con la edición de Planeta DeAgostini Comics, que trae un coloreado nuevo y no lleva portadas, pero que sí conserva los artículos de Roy Thomas (todo un alivio).
Desde esta entrega entramos en un nuevo periodo de aventuras sueltas que, poco a poco, nos alejan de Turán (aunque se mantiene el leit motiv de la venganza del príncipe). Para los guiones, se fue reutilizando todo el material de literatura "bárbara" que Thomas pudo obtener y que encajara con el personaje, lo que incluye una obra Michael Resnick, poemas de Glenn Lord y un relato de Howard: The purple heart of Erlik. También, en el número 43, tenemos un esperado reencuentro con la diablesa de la espada: Red Sonja. Torre de sangre es el título con el que arranca un modesto arco argumental de dos números donde la veremos con su ya consolidado, y discutido, "bikini de hierro".
Luego, tras un número de transición, abordamos una nueva saga breve: Kothar and the conjurer's course, basada en la novela de Gardner F. Fox, o, como se tradujo en su arranque, La maldición del nigromante. Durante seis números, asistiremos a un argumento que veremos más repetido más adelante con mayor o menor fortuna: un brujo va a ser resucitado y Conan se ve atrapado en las redes de la magia. Un inciso entretenido dentro del deambular del cimerio, pero tampoco especialmente remarcable.
Entre el número 52 y el 57, se desarrolla también un arco argumental cohesionado, como el deambular en territorio de Turán. En este caso, Murilo (a quien ya conocíamos de la época anterior por Villanos en la casa), un general mercenario que se terminará por convertir en un personaje sólido dentro de la saga, y Tara, una joven acróbata, son el hilo conductor de una serie de aventuras dispares pero interconectadas. Con estos periodos, Roy Thomas va consolidando la sensación de continuidad de la serie.
Cabe comentar que el último número de este periodo, el 57, fue ilustrado por Mike Ploog. Al igual que en el número 37, que lo cubrió Neal Adams, parece que John Buscema no llegaba a todos los compromisos (de hecho, en los créditos del resto de números vemos que ocasionalmente los firma con otros artistas, como Ernie Chua, The Crusty Bunkers, Joe Sinnot, Dan Adkins, Dick Giordano, Tom Palmer, Frank Springer o Pablo Marcos). Si no recuerdo mal, Buscema prefería entintar sus propios dibujos, lo que aumentaba su carga de trabajo. En cualquier caso, es un periodo de la serie muy homogéneo en cuanto a ilustración, e incluso las intervenciones de Ploog y Adams encajan bien con la estética general.
Finalmente, en el número 58 arrancaría una nueva etapa, una muy importante. El detonante, el encuentro de Conan con Belit, y el título, como no podía ser de otra forma, La Reina de la Costa Negra.
Atrás queda este segundo periodo en el que el cimerio ha visitado ya algunos de los lugares más exóticos de los Tierras Hyboreas, como los Reinos Negros, los grandes desiertos más allá del Vilayet o la lejana Kithai. Sin duda, Conan va estableciéndose como el curtido veterano que ha terminado perdurando en la memoria. De alguno modo, Buscema le hizo mayor.
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