El catavenenos
Gracias a las memorias de Ugo di Fonte, humilde campesino convertido en catador de comida para el duque Federico Basillione di Vincelli, conoceremos buena parte de las costumbres culinarias del Renacimiento, sus intrigas y traiciones.
Sinopsis
Ugo di Fonte, un pobre campesino viudo y con una hija adolescente, se ve convertido por azares del destino en el catavevenos de un duque cruel y caprichoso, Federico Basillione di Vincelli. Gracias a su ingenio y buena suerte, Ugo consigue sobrevivir en el corrupto ambiente palaciego, rodeado de intrigas y traidores… hasta que su hermosa hija atrae la atención del duque.
En sus ratos libres, redacta sus memorias, un divertido testimonio de la difícil vida cotidiana de un hombre con el oficio más peligroso de su época.
Sobre el autor
Peter Elbling nació en Londres. Emigró a Canadá a los diecinueva años en busca de fama y fortuna. Abandonó rápidamente su trabajo en publicidad para convertirse en cantante de música folklórica tocando a lo largo del país. En 1964, descubrió que tenía un cierto talento innato para la comedia y fundó The Times Square Two. Con dicho grupo actuó en clubes nocturnos, conciertos y en diversos espectáculos televisivos como “El Show de Johnny Carson”, “El Show de los Hermanos Smothers”, “El Show de Dean Martin” y muchos otros. La ruptura del grupo en 1970 hace que Peter se una a “The Commitee”, la renovada “San Francisco Improvisational Troupe” y, tras ella, a “The Second City” en Chicago.
A lo largo de los años setenta y ochenta, Peter actuó en películas como “El Fantasma Del Paraíso”, cuya coreografía también es obra suya, entre otras muchas y diversas series de televisión. Durante este tiempo también produjo y dirigió el programa satírico nocturno “The Hollywood Primary”. También fue el creador, coautor y editor del libro líder de ventas “The 1980s: A Look Back”, escrito en 1979 y su secuela, “The 1990s: A Look Back”, escrito en 1989.
Después del éxito de la película “Cariño, he agrandado al niño, la cual fue coescrita por Peter, dedicó buena parte de sus esfuerzos a escribir. Además de sus numerosos especiales para televisión, especialmente para el Show de Ed Sullivan, Peter escribió el libro para niños “Aria”. En los últimos tiempos, Peter Elbling ha regresado a su primer amor, la canción. Su banda, llamada “The Cinegrill”, comenzó su singladura tocando en Hollywood mientras, al mismo tiempo, editó el cortometraje “Archie Anteater” que combina imagen real con animación.
Entre sus trabajos como actor se cuentan sus papeles secundarios en gran número de películas como Fuzz, El Fantasma En El Paraíso, Seis Personajes En Busca De Autor, The Absent-Minded Waiter, Engendro Mecánico, El mejor amante del mundo, Disco Beaver from Outer Space, Rabbit Test, The Bastard, La Primera Lección, Doctor Detroit, Un Genio Con Dos Cerebros, Mordiscos Peligrosos, Una Maravilla Con Clase, Los Niños De Stepford, Baby, Tú Vales Mucho, No Somos Perfectos, Loca Academia De Policía 6, Rock 'n' Roll High School Forever y series como Shaft, Get Christie Love!, Mannix, Caribe, The Rookies, Rhoda, WKRP in Cincinnati, Laverne & Shirley, Mork & Mindy, Knots Landing, Barney Miller, Police Squad!, Taxi, Hart to Hart, Benson, El Equipo A, Punky Brewster, V, Misfits of Science, Remington Steele, El Espantapájaros Y La Señora King, Crazy Like a Fox, It's a Living, Cheers, Magnum, P.I., CBS Summer Playhouse, Baby Boom, La Ley De Los Ángeles y Live Shot.
A sus facetas como escritor, actor, director de cine y teatro hay que sumarle, además, una gran pasión por los libros antiguos y los manuscritos. Fruto de este entusiasmo es, en parte, “El Catavenenos”, que ha sido publicado en Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Chequia, Australia, Dinamarca, Estonia, Japón, Suecia, Corea, Turquía y ahora en España.
La Idea
Al igual que en otras obras notables de la literatura, Peter Elbling afirma que el presente libro no es sino una novelización de un viejo manuscrito en italiano que pertenecía a un individuo que se hacía llamar Giancarlo Tula. Traducido por él mismo y sorteando el problema añadido del mal estado del texto original y la desaparición de algunas páginas, el autor lo presenta como una obra fidedigna que se desarrolla en la desaparecida ciudad de Corsoli y que tiene por protagonista a un curioso hombre llamado Ugo di Fonte. Lo que parece evidente en todo caso es que Elbling tuvo en mente “El Perfume”, “El Nombre De La Rosa” y las más hilarantes, absurdas y satíricas escenas cómicas de los Monty Piton cuando pensó en “El Catavenenos”.
El Catavenenos
La vida de Ugo di Fonte se convirtió en un infierno el día en el que su madre decidió suicidarse como remedio contra su enfermedad. Su muerte convirtió a su padre en un hombre amargado y a Vittore, su hermano mayor, en un pequeño tirano del tres al cuarto que gozaba del beneplácito de su progenitor. Recordando su infancia, Ugo cuenta: Cuando se iban a pescar, yo tenía que pasar la noche solo con las ovejas. No me importaba. Las conocía a todas por su nombre. Les hablaba. Cantaba para ellas. ¡Por Dios! Más tarde incluso me follé a una de ellas. No estoy orgulloso de eso, pero es la verdad, ¿y qué gracia tiene esta narración si no cuento la verdad? Además, todos los pastores se han tirado alguna vez a una oveja; y si lo niegan, creedme, son tan mentirosos que acabarán ardiendo en el infierno.
Si existía alguna duda hasta ese momento del tono de la novela, el pequeño fragmento anterior la elimina por completo pero, casi a renglón seguido, aparece una canción puesta en boca de su padre (en el recuerdo) que no puede por menos que provocar la sonrisa del lector:
Corto el pan en dos mitades,
la primera para comer,
la segunda para hincármela en el culo,
de modo que no se salga lo que ya comí.
A los catorce años se marchó de casa, harto de su vida a la sombra despótica de su padre y su hermano y, en el sendero que conducía a la ciudad de Gubbio, conoció a la que se convertiría en su esposa y madre de su hija Miranda. Ni que decir tiene que Elisabetta, la mujer que había escogido para envejecer a su lado, murió dando a luz. El médico le dio a escoger entre el bebé o la madre y, a pesar de que Ugo prefería que su amada siguiera viva, su esposa le hizo jurar que cuidaría de la niña cuando ella no estuviese. El pusilánime hombre, de carácter tan apocado como pesimista, no supo oponerse a los deseos de su mujer y se convirtió en padre y viudo en el mismo momento. Esta escena, lejos de provocar algún asomo de tristeza en el lector, es posible que sea recibida con una sonrisa. Y es que el sentido del humor de Elbling tiene mucha semejanza con el del maestro Ambrose Bierce.
Una oración desesperada y el destino puso a padre e hija, algunos años más tarde, delante de la partida de caza del duque Federico, de quien se decía que se vestía con sedas, temía el número siete porque era el día que había asesinado a su hermano (además de a su padre) y que había obligado a uno de sus enemigos a comerse a su propio hijo. Con independencia de que tales historias pudieran ser ciertas o no, su rudo y afilado aspecto físico hacía creíbles esos y otros relatos mucho peores. Justo cuando el noble estaba a punto de asesinarle por una menudencia, uno de los cazadores propone a su señor que Ugo puede llegar a ocupar el lugar de Lucca. El hombre, entre la espada y la pared, sólo puede ofrecerse de forma entusiasta a aceptar dicho puesto cuyos cometidos desconoce y que es, como el lector puede imaginarse desde el primer momento, de reluctante catador de venenos.
A partir de ese momento comienza el verdadero relato en el que asistimos al trágico “despido” de Lucca, el catador de venenos al que Ugo va a reemplazar, y su acicalamiento con ropas algo más amplias de lo que hubiera deseado pero, en todo caso, de rico corte. Y así, la acción comienza a complicarse cuando la bella Miranda despierta los intereses de varios hombres, entre ellos el propio duque. Así, debe defenderse de la ira del duque, de los atentados contra la vida de su nuevo señor en forma de comida envenenada, de las intrigas palaciegas que florecen por todas partes y del hecho de que su hija se está convirtiendo, poco a poco, en una hermosa y atractiva mujer.
El Catavenenos reproduce con gran fidelidad y sentido del humor la Italia renacentista con todos los tópicos de la época: la peste, las intrigas cortesanas, los preceptos religiosos (y su desobediencia encubierta) como forma de vida, los romances secretos… Resulta especialmente remarcable como elemento curioso las ocho recetas de platos renacentistas que pueden encontrarse al final del libro. Original hasta el último detalle.
Gastronomía en la Edad Media y el Renacimiento
Ni que decir tiene que el pueblo llano disponía de ingredientes muy distintos a los de los señores para enriquecer sus platos, lo que hacía que agudizasen el ingenio para crear suculentos manjares con exiguas materias primas. Durante el Renacimiento, los nobles y poderosos disponían de numerosos ingredientes con la posible excepción de la sal, de precio muy elevado en aquella época. Muchos de los cambios y costumbres que surgieron durante este periodo forman parte de los fundamentos de las cocinas nacionales y regionales de la actual Europa. Anteriormente, la sociedad medieval comía dos veces al día: el almuerzo al mediodía y una merienda ligera que era ingerida principalmente con la ayuda de ducharas, manteniendo la otra mano sin ningún cubierto. Aunque en la mesa se empleaba el cuchillo, la mayoría de las veces éste no se incluía con el plato, ya que se esperaba que cada uno de los comensales llevara consigo el suyo.
La práctica medieval en la mesa más habitual era compartir las copas y los recipientes donde se bebía. Esta práctica era muy común en los banquetes y era considerada un privilegio. Además, teniendo en cuenta las serias dudas que existían acerca de la potabilidad del agua y las recomendaciones médicas al respecto, esta costumbre se llevaba a cabo con bebidas alcohólicas, como el vino, pasando a ser el agua una de las bebidas de menor preferencia. Las recetas más abundantes eran las basadas en la carne debido a que dada la distancia que separaba a algunas regiones del mar y las escasas condiciones para la conservación del pescado, se echaba a perder muy pronto. Las únicas excepciones se producían durante la Cuaresma y, principalmente, se trata de recetas de pescados de río. Curiosamente, el castor era considerado pescado debido a que se pasaba gran parte del día en el agua.
Las especias estaban entre los productos de mayor lujo disponibles en la Edad Media: las más comunes eran la pimienta negra, la canela, el comino, el jengibre y los clavos. La más cara y exclusiva era el azafrán. El azúcar era un producto muy caro en la Edad Media. El edulcorante más común era la miel, aunque también se utilizaban frutas secas y los mostos de uva. Para las clases más favorecidas existía el mazapán y los anillos de naranjas secas.
Los alimentos más comunes eran:
Cereales: Centeno, cebada, alforjón, mijo y avena.
Frutas y vegetales: Col, remolacha, cebolla, ajo, zanahoria, limón, naranja, naranja amarga, pomelo, membrillo y uva.
Carnes: Cerdo, pollo, cisne, pavo, codorniz, gallina, perdiz, cigüeña, alondra, cordero y vaca.
Pescado: Arenque, bacalao, moluscos, lucioperca, carpa, dorada, percal lamprea, trucha, ballena y marsopa.
Dulces y postres: Miel, frutas secas, mostos de uva, hojaldres de crema, pasteles de mazapán y pera y galletas.
Los Envenenadores
Uno de los grandes descubrimientos que realizó el ser humano es que, más allá de su belleza estética y sus propiedades alimenticias y medicinales, las plantas también pueden ser empleadas para asesinar en forma de veneno. Se considera veneno a cualquier sustancia que, al penetrar en el organismo por cualquier vía posible, altera y deteriora su funcionamiento pudiendo llegar a causar la muerte. En un sentido más estricto, podemos decir que un veneno interrumpe la secuencia natural de las cadenas de reacciones químicas que mantienen la vida celular, causando una alteración en el metabolismo del organismo contaminado y precipitándole a una desastre bioquímico que puede causar la muerte.
Además de la sustancia concreta empleada como tóxico, otro de los factores importantes en un envenenamiento es la dosis. La misma sustancia actuando en un organismo en diferentes concentraciones puede tener efectos muy diferentes. Por ejemplo, la Belladona es una planta que altera el sistema nervioso autónomo, que se encarga de funciones automáticas como la respiración y el ritmo cardiaco. En pequeñas dosis puede eliminar las contracciones intestinales dolorosas o dilatar las pupilas para hacer posible un fondo de ojos. En dosis más elevadas puede detener el corazón y la respiración y causar la muerte.
Como detalle anecdótico, la planta recibió el nombre de belladona (bella donna, bella mujer) porque en Venecia, durante el Renacimiento, surgió entre las mujeres la moda de emplear extractos de dicha planta dilatar la pupila; tal y como se ha dicho anteriormente. Diversos estudios de Psicología y Marketing han demostrado que las caras de personas con las pupilas dilatadas resultan más agradables y atractivas al espectador.
Las grandes envenenadoras de la Historia son mujeres. Como es bien sabido, el varón utiliza la fuerza bruta y arremete contra la mujer en irracionales ataques de ira o planeadas agresiones físicas. Las mujeres, por el contrario, son mucho más sutiles y se sabe de envenenadoras que han sido detenidas tras un número incierto de asesinatos y se sospecha de muchas otras que han quedado en libertad al no poder demostrarse sus crímenes.
En Roma apareció la primera ley antiveneno, bautizada como Lex Comelia Maestration, porque las autoridades se percataron del gran número de viudas ricas existentes. Locusta era una envenenadora oficial de gran poder en esa época. Hacía venenos a la carta en función del método de administración, el tipo de muerte y la rapidez de ésta. Cabe destacar que numerosos emperadores romanos murieron envenenados, como fue el caso de Augusto.
En la Edad media, los castillos acostumbraban a tener uno o varios probadores oficiales de comida, en previsión de un posible envenenamiento hacia el señor feudal. En el siglo XIII, la famosa envenenadora Toffana causó más de seiscientas muertes en Nápoles preparando cosméticos que contenían arsénico y que eran vendidos posteriormente. Se dice que contenía arsénico (u opio, según otras fuentes) y polvo de cantáridas, aunque algunos afirman que era una solución de trióxido de arsénico. El nombre por el que fue conociedo era “Acqua Toffana” o “Acqua di Napoli”. Otro veneno muy utilizado en esta época fue la Acquetta di Perugia, que incluía nuevamente arsénico, pero en esta ocasión mezclado con vísceras de cerdo putrefactas. Este veneno fue muy usado por Lucrecia y César Borgia, denominándolo “Acquetta” o “Cantarella”.
En la corte de Luis XIV, también conocido como el Rey Sol, existieron tres famosas envenenadoras: Catherine Deshayes, la marquesa de Brinvilliers y la marquesa de Montespan. La primera de ellas, más conocida con el nombre de La Voisin, fue acusada de numerosos envenenamientos. Regentó, al igual que Toffana, un lucrativo negocio de venta de venenos, que compraban mujeres deseosas de enviudar. También se vio implicada en un atentado frustrado contra la vida del rey de Francia con un preparado de arsénico y acetato de plomo (este último conocido también como Azúcar de Saturno), que posteriormente se denominó “Polvos De Sucesión”.
También se ha debatido mucho sobre el envenenamiento crónico de Napoleón, no obstante, científicos franceses han publicado recientemente un estudio en el que demuestran que las altas concentraciones de arsénico detectadas en sus cabellos no se deberían a una ingesta de este mortal veneno sino, más probablemente, a la utilización de este elemento químico para el cuidado capilar.
Calificación: 80
Título: El Catavevenos
Autor: Peter Elbling
Editorial: Booket
Edición: Rústica, 416 páginas
Lo mejor: El tono irónico y de humor oscuro en el que está escrita la obra.
Lo peor: La utilización de expresiones en italiano, si bien a veces resulta simpático.
Resumen: Gracias a las memorias de Ugo di Fonte, humilde campesino convertido en catador de comida para el duque Federico Basillione di Vincelli, conoceremos buena parte de las costumbres culinarias del Renacimiento, sus intrigas y traiciones.
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