Reseña de la obra de Neil Gaiman ilustrada por Dave McKean y publicada en España por Salamandra
Debo ser de los pocos en haber descubierto a Gaiman tan tarde. Si sigo siendo sincero, diré, además, que descubrí a este autor a raíz de ver en el cine Los mundos de Coraline y que salvo un buen relato que tiene en la antología Zombies, de Minotauro, no he leído nada más de él.
Fue por ver esta película que me enteré de que existía la novela y, ¡zas!, primero me maldije y autoflagelé, porque no me gusta ver las adaptaciones antes de haber leído la obra original, y, segundo, un pensamiento me persiguió hasta entonces: Tienes que leer Coraline.
Y como no me gusta dejar las cosas en el aire, ya la he leído.
Estoy viendo ahora mismo su inquietante portada. Es la Caroline, ups, Coraline, de la película (ya cogerán el guiño, ya). Resalta su imagen del escenario de fondo, intentando emular el efecto 3-D del film. En ella, si prestamos atención, se nos hace un juego, o un guiño, a lo que leeremos después entre sus páginas. Y si no, mirad la parte de la izquierda de la casa y luego la de la derecha…
Coraline es una novela inquietante, con momentos muy oscuros. No en vano ha sido ganadora de premios tan prestigiosos como el Stoker a la mejor novela juvenil, entre otros. Tiene una prosa sencilla, que no pobre, puesto que no va dirigida al público adulto. El libro viene con las siniestras ilustraciones intercaladas que Dave McKean hizo para la versión original.
El argumento: La familia de Coraline, a finales de verano, se muda a una casa nueva. La lluvia, el aburrimiento y un gato son los únicos que parecen hacerle compañía. Sus padres trabajan, sus vecinos, dos divas acabadas que conviven con multitud de perros y un loco domador de ratones, parecen no entenderla. Por lo tanto, decide hacer lo que mejor se le da: explorar.
Descubre, que entre otras puertas, hay una que no puede abrir. Cuando al final lo consigue, la pequeña acaba en un mundo que no es igual al suyo aunque lo parezca, ya que es mejor. Donde los juguetes están vivos, donde sus padres, que tienen dos botones negros en lugar de ojos, le prestan atención, e incluso son cariñosos y le preparan sus comidas favoritas.
Pero su otra madre, poco a poco, va demostrando que quizá la quiere… demasiado.
Es el tipo de historia que me hubiera gustado leer siendo niño o adolescente, pero que aun así he disfrutado siendo adulto. Es más, a veces me he sentido identificado e incluso herido, al ver a esos padres tan ocupados en sus respectivos quehaceres que no tienen tiempo para sus hijos. En parte, esto puede considerarse incluso como una crítica al ritmo de vida de la sociedad actual, pero no, por ahí no van los derroteros de la novela. Gaiman es más listo que eso.
Resumiendo, una novela altamente recomendable para todo tipo de público. Y que pondrá más de una piel de gallina, porque la otra madre también te puede querer a ti…
Edición
Coraline. Neil Gaiman
Ilustraciones de Dave McKean, 155 pág.
Traducción del inglés por Raquel Vázquez Ramil
Salamandra (Barcelona, 2009)
Autor
Neil Gaiman es un autor unánimemente reconocido por la crítica y ganador de numerosos galardones, entre los que se encuentran el Premio Mundial de Fantasía y el Premio Bram Stoker. Creador de la antología de relatos cortos titulada Humo y espejos, y del famoso libro infantil El día que cambié a mi padre por dos peces de colores, así como de la serie de cómics protagonizados por Sandman, Coraline es su primera obra dedicada exclusivamente al público juvenil.
Me lo apunto, compañero. Es un autor que me gusta mucho, y el rollo juvenil terror me atrae muchísimo, así que tomo buena nota del título. Interesante la reseña.
Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.