Mirando hacia atrás con ira
El próximo día 25 de febrero se celebra en Valencia una mesa redonda sobre cine europeo. Para los que no podáis estar ahí, o para abrir boca, aquí tenéis un artículo que repasa la trayectoria de esta parcela cinematográfica.
Sobre la mesa redonda tenéis más información en http://www.ociozero.com/13479/mesa-redonda-cine-europeo
EL OTRO CINE EUROPEO
Podemos leerlo en periódicos y revistas de todo tipo: el cine norteamericano es el cine de entretenimiento y el cine europeo es más personal, más de “autor”, más profundo. Este tópico pesa como una losa, como si la cinematografía europea no pudiese escapar al estigma que le ha impuesto la crítica irresponsable, pues esta presunta dicotomía entre cinematografías y continentes lleva implícita una condena, la de que el cine europeo no es cine de entretenimiento, o sea, es aburrido. Y el peor de todos los castigos ha sido el de olvidar un pasado que ha dado no pocas muestras en sentido contrario, el cine europeo de géneros, tan incomprendido como revisable y, mal que nos pese, tan ignorado por las nuevas generaciones cinéfilas.
No es de extrañar que ante el desconocimiento de esta parcela de nuestra cinematografía, muchos aficionados repudien su propia cultura. Hay que aclarar, todo sea dicho, que la culpa no recae únicamente en la labor destructiva de la crítica y que una parte considerable de este estado de opinión le corresponde al cine europeo reciente. Como afirmaba el novelista Adolfo Camilo Díaz, “tendríamos que pegarnos de latigazos por veinte años de historia del cine en Europa absolutamente perdidos”.
Pero no siempre fue así. Antes de que la televisión se cargase el invento; antes de que el cine norteamericano se embarcase en los blockbusters de género, un modelo inimitable, por sus costes, para Europa; antes de que los gobiernos europeos, dada la catastrófica situación, apostasen (y perdiesen), por la política de subvenciones y por un cine tan respetable ideológicamente como inane artísticamente, hubo un par de décadas en las que floreció un cine europeo que conectaba con las masas y que resiste hoy un análisis crítico.
No, no todo el cine italiano es neorrealista, ni todo el cine francés es de la nueva ola, ni el cine británico es free cinema. Dicho sea sin demérito de los movimientos citados, pero dejemos constancia mediante un listado de urgencia que el cine de género no es privativo de Hollywood, como algunos pretenden, y que puede medirse con el gigante americano en un terreno que ha sido erróneamente entendido como ajeno.
16 joyas del cine de género europeo:
El salario del miedo (Le salaire de la peur, 1953). Dirigida por H.G.Clouzot, el maestro francés del suspense que fascinaría al público con el thriller Las diabólicas, nos propone una trama no apta para cardiacos: un grupo de desahuciados tiene que transportar un cargamento de nitroglicerina por un terreno preñado de baches y sobresaltos. Calificable, a priori, como un ejercicio de estilo (de puro suspense), acaba primando un halo fatalista y un canto desesperado a la camaradería que desafía etiquetas.
Apartado de correos 1001 (1950). La cinta que, junto a Brigada criminal, abrió un ciclo de películas policiacas, unas sesenta en poco más de diez años, y que vino a conformar y casi inaugurar lo que podría denominarse como cine negro español. El seguimiento de las pesquisas policiales, las tomas en exteriores, el retrato de una Barcelona reconocible, el consumo de estupefacientes como telón de fondo, todo ello pionero en el cine español, señala que difícilmente puede desligarse a Apartado de correos 1001 de su condición de film seminal. Hoy por hoy, y por encima de algunas debilidades, cuenta a su favor con la caracterización del corpulento Conrado San Martín, con brillos esporádicos en la puesta en escena, la solidez general de su desarrollo y el sorprendente final deudor de La dama de Shangai.
Ercole al centro della terra (1961). Uno de los problemas crónicos que arrastra el cine europeo radica en la deficiente distribución; muchos clásicos son dificilísimos de ver, si no permanecen inéditos en nuestras pantallas, como es el caso de esta producción italiana. Ercole al centro della terra está unánimemente considerado como uno de los mejores peplums mitológicos, que, como es sabido, eran en realidad filmes de aventuras con altas dosis de fantasía. Gracias a la dirección y la imaginativa fotografía de Mario Bava, esta odisea de Hércules en el amenazador Hades se transforma en un periplo atmosférico y fascinante.
Policía Python 357 (Police Python 357, 1975). La fértil tradición del polar, el cine policíaco francés, se extiende durante varias décadas y decenas de títulos imprescindibles. Policía Python 357 reincide en los rasgos propios de la corriente: intensidad en la construcción de personajes, puesta en escena fría y calculada, minuciosidad en el desarrollo de la trama, así como un lirismo y una tristeza insondable, que recae en los hombros de un amargado Yves Montand.
El bueno, el feo y el malo (Il buono, il brutto, il cattivo, 1966). Aunque sea sistemáticamente infravalorado, al eurowestern pertenecen un puñado de films que merecen un visionado (Adiós, Texas; Yo soy la revolución; Il grande silenzio, etc.). Aun así, no echemos campanas al vuelo y advirtamos al aficionado medio de que entre las películas dirigidas por Sergio Leone y el grueso de la producción, por lo general mediocre, media un abismo. Para demostrarlo nos podría servir El bueno, el feo y el malo, donde con un holgado presupuesto se dibuja una película casi de aventuras, un western en el que los destinos de sus tres protagonistas, hombres aparentemente sin escrúpulos, se unen en torno a la búsqueda de un tesoro. Una secuencia para la posteridad: el momento en que Eli Wallach, hasta entonces un desalmado, queda meditabundo tras encontrarse con su hermano y la música de Morricone nos sugiere un cambio de actitud en su tortuosa mente. Que haya puristas que menosprecien esta película es comprensible si no abandonan del marco del western clásico, pero cuando defienden los muy inferiores acercamientos dirigidos por Clint Eastwood (Sin perdón, etc.), nos indica que semejantes críticos se rigen por un prejuicio, el de que en Europa no se pueden hacer buenos westerns, como si fuese una tara genética.
Drácula (Dracula, 1958). La tierra de los “full montys” también sería la cuna del horror gótico, emprendido tras el éxito de La maldición de Frankenstein con tal fortuna artístico-comercial que infinidad de especialistas norteamericanos emigraron al Reino Unido. Drácula perdura como la mejor adaptación de la novela de Bram Stoker, fiel al espíritu —que no al texto— de base y cinematográficamente novedosa en todos sus aspectos: fotografía en color, un candente erotismo en comunión con un romanticismo tenebroso y, sobre todo, la figura del Conde, por primera vez un príncipe de las tinieblas, encarnado por un físico tan apropiado como el de Christopher Lee y dotado de un componente animal casi salvaje; no parece un ser humano, desde luego. Sorprende el guión del reputado Jimmy Sangster, consciente de que a esas alturas el espectador sabría que Drácula no era un simple conde, y haciendo, por tanto, que Jonathan Harker viaje a Transilvania no como un ignorante empleado sino como un inesperado matavampiros. Y como remate, un final coreografiado, un clímax de innegable espectacularidad, que se convertiría en marca de la casa, la Hammer, y del estilo de su director estrella, Terence Fisher.
La marca del escorpión (Im banne des unheimlichen, 1968). Una de las películas inspiradas en la obra de Edgar Wallace que rodó la cinematografía alemana, aunque en esta ocasión abandonando el blanco y negro y optando por el color y la desenvoltura pop. Reúne a dos característicos de la serie, el director Alfred Vohrer y al actor Joachim Fuchsberger como Inspector Higgins, y si bien carece del prestigio de otros títulos (La banda de la rana, Los ojos muertos de Londres, etc.) mantiene las constantes que popularizaron el kriminal, la prolífica variante alemana del policiaco, por lo general escorada hacia el cine de misterio y por aquella época amiga de situaciones inverosímiles, tramas rocambolescas, villanos de folletín, iconografía expresionista y pistas falsas diseminadas por doquier. Que la sombra del kriminal es alargada lo demuestra http://digilander.libero.it/krimiserie, interesantísima guía del krimi televisivo, del que sólo conocemos la punta del iceberg, la teleserie Rex, un policia diferente.
Carne de horca (1953). Magnífica película cuya tipografía, compuesta por casitas encaladas, diligencias asaltadas y cortijos, apenas difiere de la del western. Prejuicios al margen, se podría entender como un hispanowestern, que no desmerece en absoluto de los modelos americanos, sin desaprovechar el sabor local para desmitificar a los bandoleros de la sierra andaluza. El guión, un continuo tour de force, sorprendente y atrevido donde los haya, es ilustrado con precisión por el director Ladislao Vadja, consiguiendo uno de los títulos dorados de un género rico en aciertos (por ejemplo, Amanecer en Puerta Oscura). A modo de reflexión, habría que denunciar la todavía insuficiente reivindicación del cine español de los años 50, desconocido para muchos cinéfilos. Como afirma Emilio C. García Fernández, “conocer el cine español es mejorarlo”.
Asesino implacable (Get Carter, 1971). Heredera de la tradición del cine negro británico, que había dado precedentes tan ilustres como Brighton Rock (1947), Asesino implacable nos presenta a Michael Caine indagando la muerte de su hermano y en liza con los gangsters locales. Llama la atención la realista descripción de ambientes, así como la consecución de un ritmo tan certero que casi se diría que el espectador respira al compás que le marca esta película sin concesiones. Años después, Michael Caine no tendría inconveniente en interpretar un papel en un remake protagonizado por Sylvester Stallone.
Seis mujeres para el asesino (Sei donne per l´assassino, 1964). La variante latina del thriller, denominada giallo (amarillo) por ser éste el color utilizado para las cubiertas italianas de las novelas de misterio, tendría un notable punto de arranque con Seis mujeres para el asesino, donde Mario Bava puliría las intuiciones formuladas en La muchacha que sabía demasiado y proporcionaría al giallo todas sus características: esteticista fotografía con un uso del color prodigioso, una trama enrevesada ubicada en ambientes de alto standing, recreación sádica de unos crímenes generalmente cometidos con arma blanca, una galería de personajes enfermizos, y multitud de pistas falsas. Si el thriller en manos de Agatha Christie parece un pasatiempo macabro para almas ociosas, para dulces abuelitas del estilo de Angela Lansbury, con esta variante italiana alcanza unos grados de sofisticación y esteticismo impensables.
Cara a cara (Faccia a faccia, 1968). Uno de los aspectos más interesantes del eurowestern consistía en la manera en que sacrificaba la mecánica de un argumento al uso para poner los acontecimientos al servicio de los personajes, dueños y señores de la trama, a menudo un duelo entre contrarios; del mismo modo, la estética acompañaba, mimaba y sobredimensionaba el carisma de unos actores captados en primeros planos. En Cara a cara, Gian Maria Volonté y Tomás Milian dan vida a dos polos opuestos, y su postura vital y evolución personal exploran las facetas de un conflicto —el papel de la violencia en las sociedades incipientes, como la que surgió en el Far West—, que en manos de su director, Sergio Sollima (El halcón y la presa), adquiere un claro cariz político.
¿Qué sucedió entonces? (Quatermass and the pit, 1967). La tercera entrega de una saga y un personaje mítico de la ciencia ficción, el Dr. Quatermass, siempre en brega con invasores alienígenas. El complejo guión del padre de la serie, Nigel Kneale, es llevado a cabo al más puro estilo Hammer, trascendiendo una premisa mediante la cual descubrimos que la humanidad le debe la inteligencia a una civilización superior.
El cebo (Es geschah am hellichten tag, 1958). Nada mejor en estos tiempos en los que se denigra la coproducción europea, tildándola de “europuding”, que vindicar una fórmula que dio buenos frutos y que encuentra en El cebo un ejemplo afortunado. Miren si no los ingredientes de este “puding”: coproducción entre España, Suiza y Alemania; dirección a cargo de un húngaro trotamundos, Ladislao Vajda, que había colaborado con la industria inglesa, francesa e italiana antes de afincarse en la española; reparto internacional (María Rosa Salgado, Heinz Rühmann y Michel Simon). Y como resultado, una de las mejores películas de psicópatas, acerca de un asesino que gusta de engatusar a niñas en el bosque como antesala del crimen y cuya pulsión homicida es retratada con especial crudeza.
Zulú (Zulu, 1964). El cine bélico y de aventuras británico, prolijo y colonialista, tiene cintas tan destacadas como ésta que, sin ser especialmente sólida ni tener una narración a la altura de las circunstancias, llega a impresionar por la grandiosidad del conflicto entre un destacamento británico y un ejército de zulúes.
Rififí (Du rififi chez les hommes, 1955). Formidable éxito internacional, proponía en palabras del director Jules Dassin “descubrir una mezcla de documental y lirismo: es mi modesta búsqueda de una expresión de la verdad, limitada por la realización de series negras”. De esta manera, la formación de una banda de atracadores, la planificación, el atraco y las trágicas consecuencias, dio pie, por una parte, a un sinfín de imitaciones (decenas de films de “atracos perfectos”, corriente que continúa hasta nuestros días) y, por otra, a que la citada búsqueda de la autenticidad no tuviese remilgos en emplear el silencio —la larga secuencia sin diálogo alguno—, lo que incorporaría el polar como uno de sus principales rasgos de estilo.
Excelentísimos cadáveres (Cadaveri eccelenti, 1976). El cine político italiano fue en los años 70 un género en toda regla, con obras como Investigación sobre un ciudadano libre de toda sospecha o El caso Mattei, audaces por su valentía formal y de contenido, en cierto modo prolongaciones del poliziesco, el policiaco italiano que se cultivo sobre todo en los años 70 por directores como Fernando di Leo. En Excelentísimos cadáveres Lino Ventura investiga una conspiración que pretende frenar el ascenso del PCI. El filme insiste en mostrarnos catacumbas y estatuas romanas para situarnos en una intriga digna de los Borgia, subrayando de paso la importancia histórica del momento y el carácter de unos personajes fieles al Estado de derecho —el fiscal que visita periódicamente la tumba de sus antepasados y cuya moral es más firme que el Coliseo; el magistrado ególatra y desquiciado, dedicado al estudio de la filosofía y de los teóricos del pensamiento, a la sazón futura víctima de la ultraderecha—.
Para concluir este artículo, se podría hacer un llamamiento a las filmotecas, cines de repertorio o publicaciones especializadas para que diesen a conocer este cine, para que ordenasen la producción por géneros, de tal manera que se ponga de manifiesto que el mérito no pertenece sólo a personalidades concretas sino a los esfuerzos colectivos de una cinematografía. Se demostraría de esta manera la heterodoxia de una cultura, la europea, que, desdeñando su pasado, corre el peligro de parecer monocorde y quedar encorsetada en una continua repetición de argumentos y enfoques.
SESIÓN DOBLE. GUÍA DE EMERGENCIA
El artículo “El otro cine europeo”, publicado originalmente por la revista Opus 0 nº 4 (enero de 1999), se reeditó después en la publicación electrónica Rescepto nº5 en una versión ligeramente ampliada. Por desgracia, el prejuicio en contra del cine europeo sigue tan vigente que el artículo no ha necesitado de muchos retoques. No obstante, y ello supone todo un avance, desde entonces se ha experimentado una mejoría en cuanto a ediciones videográficas y en materia bibliográfica, lo que reseñamos a continuación comenzando por la parte más lúdica, o cómo organizar en casa un programa doble de sabor europeo.
DVDS: Si tuviésemos que elegir un solo DVD una buena opción sería Rififí, que en la edición de Sherlock incluye una entrevista con Jules Dassin. Como complemento de programa podría servir la colección Cine de Misterio/Edgar Wallace (Sherlock), una quincena de “krimis” de factura alemana. Siguiendo con el thriller, la Colección Giallo (Vellavision) ofrece varios títulos poco menos que imprescindibles. Algo más modesta es la colección Alain Delon-Film Noir (Filmax), que recoge los policiacos de los años 70 rodados por el galán francés, desde la pasable Flic story hasta films estimables como Muerte de un corrupto. Una colección bastante esperada en su momento, The Hammer Collection (Manga Films), presentó 20 referencias que alternan cintas de repertorio o de desigual acabado (El continente perdido, La reina vikinga, El sudario de la momia), dignos pasatiempos de media tarde en cualquier caso, con clásicos de cabecera (la saga Quatermass al completo, La plaga de los zombies, etc.). Para finalizar no hay que olvidar, claro está, los lanzamientos de títulos aislados, al margen de colección alguna, como El salario del miedo (Filmax) o Cara a cara (Divisa).
LIBROS: En el apartado bibliográfico destaca sobremanera la labor divulgativa desarrollada por los festivales de cine, en especial la Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián, responsable de varias obras colectivas como Cine fantástico y de terror italiano o los dos volúmenes coordinados por Carlos Aguilar de Cine fantástico y de terror español; un festival al que también se le debe el patrocinio del fanzine 2000 Maníacos, con varios números dedicados —en un tono desenfadado— a Europa, caso del nº 24 (Eurovicio) o del nº29 (Eurohéroes). Otro festival señero de la geografía española, el de Sitges, auspició el libro El giallo italiano. La oscuridad y la sangre (Nuer, 2001) y Nosferatu nº 41-42, Especial Euro-western. Otro número doble absolutamente imprescindible de la revista donostiarra Nosferatu es el nº 34-35, dedicado a la ciencia ficción europea. Tampoco deben dejarse escapar los monumentales monográficos de la revista Quatermass, nº 4-5 (Cine fantástico español), nº 6 (Cine fantástico británico) o nº 7 (Cine fantástico italiano). Entre los libros que abordan el cine negro europeo, mencionaremos el excelente Ficció criminal a Barcelona 1950-1963, de Ramon Espelt, Cine negro y policíaco español de los años cincuenta, de Elena Medina, al igual que el anterior publicado por Laertes, Brumas del Franquismo. El auge del cine negro español (1960-1965), de Francesc Sánchez Barba, o Euronoir. Serie negra con sabor europeo (T&B), coordinado por Jesús Palacios, que reedita varios artículos y presenta otros realizados para el libro en cuestión en lo que supone un repaso al cine negro de Francia, Italia, Alemania, Inglaterra y España.
A nivel general, destacar Cara a cara. Una mirada al cine de géneros italiano. Años 60/70, libro colectivo editado por la Semana Negra de Gijón, y Hecho en Europa. Cine de géneros europeo 1960-1979; coordinado por Javier G. Romero, y patrocinado por el festival gijonés Peor Imposible, ofrece un recorrido por el cine europeo con paradas en el cine de aventuras (capa y espada, piratas, etc.), el bélico, el policiaco, el fantástico, etc.; amén de considerar la relación de la literatura, el cómic y la música con el séptimo arte.
Capítulo aparte es el de las bandas sonoras, un mercado que siempre ha tratado de cuidar su legado, sobre todo en lo relativo a compositores italianos. Entre las referencias más curiosas, algunos recopilatorios como Kriminal filmmusik vol 2, que aglutina varias piezas de Martin Böttcher, o el CD de BGM Science-Fiction que compila bandas sonoras de la ciencia ficción italiana compuestas por Angelo F. Lavagnino.
Pablo Herranz
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