¿Cómo es posible?
Continuación de Operación Hijos de Uxama, relato participante en el I Certamen Warhammer 4OZ
Hemos sido brutalmente derrotados. Sin duda el enemigo era más poderoso, no aguantamos ni un día.
El ataque empezó a las 2:34. Los marines cayeron como una tromba delante de nosotros. Caminaban, no corrían, caminaban cuando por fin estuvieron a tiro y descargamos una ráfaga de nuestras armas automáticas. Para ellos, enlatados en sus servoarmaduras, fue como una llovizna. Ni siquiera levantaban las manos en actitud defensiva. De los cien que comenzaron el ataque sólo cayeron tres. Al primero un certero disparo de un arma le destruyó la lente ocular y le estalló la cabeza, el segundo desapareció bajo un proyectil de lanzamisiles, otro piso una mina. Joder, ni siquiera murió. Ahora pienso en que hubiese sido mejor no matar a ninguno, ya que los restantes, al ver morir a sus hermanos, entraron en una inusitada cólera, una sed de sangre que proporciona el fanatismo y la fe en su Emperador.
En veinte minutos abrieron brecha en la muralla y diez minutos después nos habían destrozado y puesto en retirada. De mi pelotón de cincuenta hombres sólo me quedan seis. Nos hemos ocultado en las cloacas que comunican todos los lugares de la ciudad.
Como ya he dicho, sólo quedamos siete: yo, mi segundo Jhesus, Albert el experto en explosivos, Thomas el artillero, Than el hermano de Thomas que se encarga de proveer de munición al mismo, Jessi, “la encantadora” Jessi, que es médico, y un francotirador que encontramos atrapado entre unos escombros. Él jura y perjura que fue el autor del disparo que mato a uno de los marines. La verdad es que me la suda, no deja de ser uno más así que lo he incorporado a mi… pequeño grupo familiar.
***
-Eres un completo inútil, nos tendríamos que haber marchado cuando se marchó el 5º -me recrimina Jessi.
-El 5º se marchó cuando cayeron las cápsulas de desembarco -digo cansinamente.
-Y mira qué bien les fue, seguro que no tuvieron ninguna baja. -Al oir esto el francotirador levanta la mano inocentemente, pero nadie le hace caso; Jessi sigue-: Eres estúpido.
-A ver ¿me vas a decir que tendría que haber mandado la retirada antes de disparar una salva?
-¡Por lo menos seguiríamos los cincuenta vivos!
-¡Sabíamos que el Imperio iba a responder, siempre lo hacen!
Todos callan, aunque se encuentran en sus rostros muecas de asentimiento en unos y de negación en otros. El francotirador sigue con la mano levantada y moviéndola con énfasis.
-Y ahora nos tenemos que quedar aquí, en estas sucias alcantarillas, mientras los de la 5º huyen a sus casitas.
-Perdón –musita el francotirador.
-¡QUÉ! -gritamos Jessi y yo al unísono.
-L-l-la quinta huyó, pero cayó bajo el fuego orbital que nos asaltó en la retaguardia.
-¿Qué fuego orbital? Habla claro –replica Jessi.
-¿No lo oísteis? -Todos negamos con la cabeza-. Pues el fuego orbital que lanzaron sobre la retaguardia que destruyó el cuartel general...
-Pero cómo, ¿el cuartel general destruido? -pregunta Thomas.
-Tengo que ir a ayudar, seguro que hay heridos -dice Jessi alterada.
-¿Por qué no lo dijiste antes? -Pregunta Albert.
-No me dejasteis. De todas formas, no quedaron ni los cimientos.
-Así que no tenemos apoyo ni cuartel general.
-No –responde el francotirador rotundamente.
-Cojonudo, ¿y qué hacemos? -pregunta Thomas.
-Por lo pronto irnos. Debe haber imperiales buscándonos -digo abatido.
-Pero ¿qué vamos hacer? -Replica Thomas-. Somos leñadores, mineros, nada más… Bueno, Jessi tiene un doctorado, pero sólo eso.
-Por lo pronto intentaremos sobrevivir.
***
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