El imaginario del doctor Parnassus
Breve comentario sobre la nueva película de Terry Gilliam, en la que nos encontramos con un extraño reparto de papel protagonista: Johnny Depp, Jude Law, Colin Farrell y Heath Ledger metiéndose en el mismo pellejo
Soy un fisionomista pésimo. Ya lo sabía, pero todavía me quedó más claro después de ver El imaginario del doctor Parnassus. Si no hubiera sido por Johnny Depp, casi ni hubiera dudado de la continuidad actoral en el papel protagonista. Pero ahí estaba: el daemon de la historia, el que le da el impulso fatal más allá de las propias maquinaciones diabólicas de su particular demonio tentador, no es interpretado por un actor, sino por cuatro. No sé si es un recurso para suplir la triste ausencia de Heath Ledger -quien, creo, falleció con el rodaje a mitad-, o algo premeditado. En cualquier caso, resulta una particularidad genial en manos de Terry Gilliam, un artista a quien el destino se las pone canutas en esto de rodar (ver Lost in La Mancha para más detalles).
Y no es la única genialidad en esta película escrita por el ex Monty Python junto a Charles McKeown. Desde luego, para mí es la más conseguida de toda la filmografía de Terry Gilliam, al menos de aquéllas en las que da rienda suelta a todo su imaginario. Tengo la impresión de que es un cineasta al que los efectos especiales le sientan bien. A diferencia de muchos de sus contemporáneos, él les busca un interés narrativo, y eso marca una diferencia muy grande: allí donde el exceso de monstruos y explosiones distrae en otros directores, él consigue que apuntale la narración y le dé más fuerza. Además, no duda en mezclar elementos de la vieja escuela -el peso específico del teatro, e incluso de las representaciones callejeras, es grande en El imaginario del doctor Parnassus-, o a la hora de reinventarlos para crear algo totalmente nuevo -o al menos singular-, poniendo de manifiesto que hay muchas fuentes de las que sacar materia prima, incluso en un estilo tan connotado como el suyo. El resultado es un mundo propio, un modo distinto de hacer fantasía aun sacándola de los elementos más clásicos y manidos, de los que, hasta cierto punto, parece hacer mofa en algunos momentos, aun sin perder nunca el encanto.
En esta película, además, este mundo propio funciona con mucha fuerza, sobre todo en lo que ocurre al otro lado del espejo. Cual Alicia, visitamos varias veces esa otra dimensión de la realidad donde todo funciona de distinto modo, y cada una resulta un delirio de tonos muy distintos: algunas veces tétrica, algunas veces hilarante, siempre algo inquietante, la realidad paralela de El imaginario del doctor Parnassus impresiona al espectador y se lo gana. Especialmente la primera vez que la contempla.
Sin embargo, a diferencia de otras obras de Terry Gilliam, donde se acaba de perder el hilo narrativo en la fascinación contemplativa del escenario, aquí la historia no pierde fuerza ni, sobre todo, la atención del espectador. Éste no sólo se interesa a los conejos que, regularmente, van saliendo de la chistera de los guionistas, sino que está pendiente del cierre de la historia, del devenir de los personajes. Es posible que se deba a que éstos son más asequibles que los que encontramos en otras de sus películas, o más tangibles. El resultado, en cualquier caso, favorece al conjunto, pues el espectador se puede implicar más allá del disfrute estético.
Resulta interesante también que, a pesar de esta mayor tangibilidad argumental, el límite entre realidad y ficción se vea difuminado a medida que avanza el metraje. El final abierto de la película, no obstante, encaja muy bien en el aspecto místico del curioso sabio que da nombre al filme, y deja una sensación de cierta incertidumbre que no anda reñida con la satisfacción de un cierre, algo nada desdeñable con un preparo tan peregrino.
Así, en definitiva, nos queda una película tan (o bastante más) espectacular en los escenarios como las más caprichosas de la filmografía de Terry Gilliam, con un hilo conductor narrativo más robusto y un tratamiento de fábula que invita a dejarse llevar por la irrealidad. El director consigue, en cualquier caso, que aceptemos de buen grado su propio discurso, y éste nos envuelve creando la que, para mí, es la película más genuinamente conseguida con el "sello" Terry Gilliam.
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Esta es sin duda una de las películas que mas quiero ver en este año, no se muy bien todavía en torno a que gira la historia pero el propio mundo en el que se desarrolla es lo que mas me llama la atención. Y según tengo entendido originalmente el personaje principal iba a ser interpretado solo por Heath Ledger pero con su muerte al director se le ocurrió la idea de seguir la filmación utilizando a varios actores sin quitar a Ledger, por lo que veo no le salió mala la jugada xD.