Ultimatum, o cómo cargarse el universo Ultimate en cinco entregas

Dicen que cincuenta monos con máquinas de escribir podrían acabar haciendo una obra de Shakespeare. Aunque eso es improbable, lo que está claro es que uno solo de esos monos, borracho hasta las cejas, no lo haría tan mal como Jeph Loeb en Ultimatum.

Voy a avisar de antemano que esto es un artículo de opinión. Una opinión, creo, compartida por muchos, pero basada en juicios de valor, al fin y al cabo. Por un momento intenté pensar en hacer una simple reseña de la saga Ultimatum que ha puesto patas arriba el universo definitivo marveliano, pero la indignación no me permite ser imparcial.

El universo Ultimate nació hace ya cerca de diez años con la voluntad de actualizar el concepto y la historia de los superhéroes Marvel y, con ello, captar un nuevo público al que echaría para atrás la idea de los setenta años de continuidad que tiene el universo regular de la Casa de las Ideas. No obstante, ya desde el principio, se dejó claro que no iba a tratarse de otro de esos a menudo bochornosos refritos del pasado con los que se nos golpea cada cierto tiempo, sino de un universo nuevo, con sus propias historias (algunas inspiradas en las originales, otras no) y unos personajes que, aunque basados en los clásicos, muchas veces tenían poco o nada que ver con ellos.

La primera serie de esta nueva línea fue Ultimate Spiderman, con Bendis y Bagley en uno de sus mejores trabajos hasta la fecha, pero pronto se le unieron Ultimate X-Men, Ultimate Fantastic Four y las que seguramente hayan sido las mejores series de los últimos años, Ultimates y Ultimates 2, con un Mark Millar tan o más rompemitos que en su paso por The Authority y un soberbio Brian Hitch a los lápices. A lo largo de una década este nuevo universo fue tomando nombre propio y un lugar por derecho en nuestras estanterías, hasta que llegó Ultimate 3.

Esta nueva cabecera, que tomaba el lugar de la de Millar y Hitch, fue encargada a Jeph Loeb, un guionista al que el calificativo más amable que podríamos dar sería el de mediocre, pero recientemente de moda por sus colaboraciones en las series de televisión Héroes y Smallville. Al frente de la serie, Loeb consiguió, en apenas seis números, despojar a los Ultimates de toda la originalidad de la que Millar los había dotado. Los personajes que éste había desarrollado se pasaron a ser pálidos reflejos de ellos mismos y, en muchos casos, ni siquiera eso.

Así perdimos a ese Thor comprometido con el movimiento antiglobalización, en favor de una especie de vikingo altanero que recuerda a las peores épocas del personaje en el universo regular. El Capitán América, por su parte, uno de los personajes mejor reinventados de este nuevo universo, parecía ahora un abuelo cebolleta predicando contra la inmoralidad del mundo moderno, y la Avispa pasó de oriental a occidental pelirroja en un momento, sin molestarse en dar una explicación. La Bruja Escarlata, Mercurio, Ojo de Halcón (u Ojo de Bullseye, como han llegado a llamarle algunos fans debido a su absurdo cambio de traje y actitud), Iron Man, Hulk… todos involucionaron hasta convertirse en reflejos esperpénticos de ellos mismos durante las peores épocas de sus respectivas series en el universo Marvel regular.

Pero, por qué quedarnos aquí, debió pensar Joe Quesada, editor en jefe de Marvel al que podríamos apodar “el bombero” debido a las ideas que le van surgiendo de vez en cuando y que no tiene el sentido común de guardarse para él. Así, no sólo le dio a Loeb el control de los Ultimates, sino de todo su universo, para embarcarlo en un macroevento destructivo que pasará, sin duda, al trastero de la infamia de Marvel, archivado justo al ladito de One More Day, Onslaught y la Saga del Clon. Ni siquiera el bueno de Rob! lo hubiera hecho peor…

La edición española cuenta con dos tomos en tapa dura, publicados dentro de la colección Marvel Graphic Novels, y un par de números de la serie regular de Ultimate Spiderman. La edición es bonita, eso sí, aunque se hace algo raro que hayan decidido publicarla así, toda de golpe, en lugar de estirarlo como se suele hacer con estos eventos. La única explicación que se me ocurre es imaginarme a Alejandro M. Viturtia, editor Marvel de Panini en España, sentado en su despacho frente a semejante truño y pensando la mejor manera de sacárselo rápido de encima sin dar la oportunidad a los lectores de no pasar del primer número (y, creedme, más de uno lo hubiera hecho). No publicarlo no era una opción, puesto que lamentablemente es una saga imprescindible para comprender el futuro del universo Ultimate, así que matarlo en un solo mes no es la peor de las opciones, teniendo en cuenta el panorama.

El primer tomo se llama simplemente Ultimatum, y recopila la miniserie del mismo título con guión (o lo que sea que escribiera en una servilleta de bar estando como una cuba) de Jeph Loeb y un dibujo bastante logrado, aunque excesivamente noventero, de David Finch. La miniserie entera es un despropósito de principio a fin, y sigue lo que Loeb venía preparando en Ultimates 3: la guerra genética definitiva entre humanos y mutantes, con Magneto invirtiendo los polos a lo bestia y todo.

Uno a uno (o hasta de tres en tres), personajes que habían ido desarrollándose durante diez años de publicaciones van muriendo de forma innecesaria, precipitada y, a menudo, absurda (Rondador nocturno, sin ir más lejos, muere ahogado. ¡Un teleportador atrapado por una riada, por el amor de Dios!). Al final pocos personajes quedan en pie, y ni siquiera son los mejores.

En Ultimate Spiderman 32 vemos cómo afronta Peter Parker la crisis. Parece ser que Bendis trató por todos los medios de mantener a Spidey fuera de Ultimatum, pero las imposiciones editoriales le obligaron a dedicarle tres números (dos de los cuales se recopilan aquí y el siguiente que aparecerá este mes). ¿El resultado? Algunos de los peores episodios de la serie (y aun así, de lo mejor de Ultimatum), con un Bendis forzado, escribiendo sin ganas, y se nota. Aun así es capaz de meter algunas cosas buenas, como el regreso de Spiderwoman y el primer encuentro de ésta con Tía May, o los antecedentes penales que descubrimos sobre la adorable tía de Peter.

El otro tomo es Ultimatum special: Ultimate Fantastic Four & X-Men, que recopila los últimos números de estas dos series, tratando de resolver a marchas forzadas algunos de los arcos argumentales que quedaban abiertos, al tiempo que muestra la participación de algunos de sus personajes en los eventos. En el caso de los X-Men, el protagonismo recae sobretodo en Pícara, a quién no permiten unirse en el ataque contra Magneto que se lleva a cabo en las páginas de Ultimatum y que busca ayuda en lo que queda de Arma-X. Ultimate fantastic Four, en cambio, se centra en cómo Ben Grimm y el Hombre Topo tratan de salvar la vida de Sue Storm, en coma después de parar ella solita un tsunami con un campo de fuerza invisible (sí, se ve que se puede, ¡y sin cargarse los edificios al expandirlo, oye!). Paradójicamente, estos tie-in son de lo mejorcito de la saga, y aportan un cierto aire fresco entre el tufillo dominante.

El futuro de Ultimate

Lamentablemente, como he dicho, Ultimatum es crucial para el futuro del universo Ultimate, ya que además de cargarse a la mitad de sus personajes, coincide con la cancelación de la mayoría de sus series. Se acabó Ultimate Fantastic Four, se acabó Ultimate X-Men y se acabó (¡gracias al cielo!) Ultimates 3. Sólo continúa Ultimate Spiderman, serie en la que recaerá recoger las cenizas dejadas por el paso de Loeb.

Pero no todo es para llorar: parece ser que en unos meses Mark Millar volverá con Ultimate Avengers, recogiendo el testigo que él mismo se dejó con el final de Ultimates 2 y apañándoselas, eso sí, con los personajes que le hayan quedado después de Ultimatum.

En cuanto al resto, de momento, no se prevé reabrir o crear ninguna serie regular más, aunque hay algunos proyectos para miniseries sobre los que convendrá estar al tanto.

El universo Ultimate tal como lo conocíamos a muerto, un guionista kamikaze y sin talento y un puñado de malas decisiones editoriales se han encargado de ello. Ahora, corramos un tupido velo y esperemos a ver qué tal está el nuevo.