Ella y él

Anoche tuve un encuentro casual con un bonito recuerdo. Resulta, que tengo una cajita en la que guardo escritos, notas, dedicatorias, fotos… y mi diario. Ayer me dio por releer todo aquello, y di con un guiño inesperado: un folio ya un poco estropeado, que contenía una vieja historia.

Debe hacer ya unos cinco años de este escrito; nació en Ocio Joven, y fue creado por la improvisación de Dân un antiguo poblador, y yo misma. Me pareció buena idea recuperarlo, como homenaje a Dân, creador de los “Comentarios tipo Dân” del Taller de Literatura.

Gracias, chico. Lo he titulado: Ella y él.

Mirada ausente, palabras frustradas, gestos contenidos. Sube la marea, baja la marea, un aliento salado ahoga mi mente… Tócame, despiértame, acaba con esta pesadilla. Si tú me liberas, yo te susurraré al oído tantas cosas que nunca te dije…

Susúrrame pues al oído todas aquellas cosas que siempre quisiste decirme, pero nunca dijiste. Haz aire de todas las palabras que de tu boca espero, haz realidad el anhelo de mis manos… Yo te tocaré como nadie antes lo hizo, te liberaré de las tinieblas que atenazan tu alma, las borraré de un plumazo con el aliento ardiente que de mi corazón brota. La llama de mi espíritu encendida por tus manos suaves, acariciando mi piel húmeda, inflamada de la pasión por tocarte una vez más. Toma mis manos, levanta.

Las tomo, me levanto, eres mi apoyo. Te miro a los ojos y me sumerjo en ellos; no puedo escapar de ti. Me acerco, y cada centímetro se me hace eterno. Te susurro al oído las palabras frustradas que me faltó decirte en el primer momento: “te quiero”… Respiraciones aceleradas, corazones que se funden en un solo latir. Con mi susurro todavía en tu nuca, en tu piel, en la piel que ansío tocar, buscas de nuevo mi mirada. Las lágrimas corren veloces en una silenciosa carrera hacia mis labios. Pídeme lo que quieras, pues no me quedan fuerzas para luchar, sólo sé que lo que en mi interior anhelo es tu cálido beso, el beso inmortal.

Guardaré tus lágrimas en el vial de mi esperanza, las conservaré cerca de mi corazón para recordarte siempre que no estés a mi lado. No sólo el beso te daré… Te lo daré todo, mi corazón, mi alma, son tuyos. He vivido huérfano de sentimiento, hundido en la agonía del que no conoce el sabor de tus labios. Pero todos esos momentos oscuros de mi alma quedan eclipsados por el brillo fugaz pero intenso de tus cabellos cobrizos. Ahora mis manos rescatan tus lágrimas en declive, mis dedos rozan tu rostro y lo acercan al mío suavemente. Esto es lo que estuve esperando siempre. Para esto es para lo que he vivido. Para amarte. Y fundirme con tu beso.

He cesado de llorar, para entregarme plenamente. Mis labios temblorosos rozan los tuyos, cierro los ojos. Ahora mis sentidos están alerta, y poco a poco noto tu calor, tu aliento, tu esencia que se une a mí. Contacto. Al fin tus labios me han tomado como presa. Un escalofrío recorre toda mi espalda, erizándome la piel hasta la nuca. Te he notado, no te has salvado, mi escalofrío ha chocado con el tuyo, y ahora sé que tú también me deseas. Excitada por el momento, el fuego de la pasión hierve la sangre en mis venas y se refleja en mi mirada. Aprieto más los labios contra los tuyos, para sentirte más intensamente. Tantas veces había soñado con este momento que sólo puedo desear que sea.

Mis brazos son tuyos, para abrazarte, para mecerte, para escudarte de toda oscuridad venidera. Mis labios siempre buscarán los tuyos para sentirse amados, deseados, añorados. El aire que respiras es el aire que yo respiro, y el agua que tú bebes es todo lo que puedo desear beber. Te abrazo con cariño, con firmeza; siente la fuerza de mis brazos pero también su ternura. No temas más que estoy aquí, a tu lado. Y no pienso marcharme. Mírame a los ojos.

Mi corazón zozobra, mi alma llora de alegría… Finalmente juntos. Las lágrimas no serán amargas; no esta vez. Nunca más.