En algún punto del sureste español, me desperté después de aquella lejana noche ―las imágenes me venían agolpadas y mecánicas― y pocos movimientos no forzados me permitía hacer mi castigado cuerpo. Cierto es que solía salir por las noches llevando una vida que muchos ―en mi juventud― habrían catalogado como impía. Recordé las palabras de mi tío: “Que hayas sepultado a Dios de tu vida en estos momentos, no significa que un futuro no muy lejano puedas arrepentirte y ponerlo a la cabeza del sentido de tu vida”. Siempre había tenido encontronazos existenciales con él y el monotema del misterio de la vida rondaba siempre nuestras cabezas.
Eché un vistazo por el campo seco y sólo percibí calma y sosiego. Anduve largo rato por una carretera abandonada, y digo abandonada, porque después de andar 100 kilómetros a pie no pasó ningún vehículo. Mis músculos estaban empezando a resentirse y teniendo en cuenta que los últimos líquidos que llevaba en el cuerpo eran básicamente de alcohol, empecé a temer por un posible vahído. Me espeluznaba la inconsciencia de mi ánimo maltrecho.
Seguí caminando y a lo lejos distinguí un cactus, aunque mi cansada vista me hacía dudar de ello. Pensé que aquella planta podría proporcionarme algo de agua. Cuando llegué me di cuenta de que no llevaba ningún objeto punzante con el que sacar la ansiada agua. Utilicé mi dedo índice como daga y asesté con cinco movimientos rápidos los golpes precisos formando un orificio lo bastante grande como para saciarme cómodamente. Bebí hasta saciarme y dejé el cactus enjuto. Tranquilo ―le dije―, no creo que nadie más te succione porque este sitio está más muerto que una pied…
Y sentí la pedrada en mi cuello. Me giré rápidamente y vi un cuerpo como momificado, inerte, delante de mí, desafiándome. Llevaba en la mano unas cuantas piedras más y una gema incrustada en la zona estomacal.
― ¿Quién eres? Creí que estaba solo por estos lares. Identifícate.
Pero no me dijo absolutamente nada. No obstante, empezó a hacer unos movimientos pendulares con todo su cuerpo y terminó con una reverencia un tanto extraña. En la mano que no tenía las piedras llevaba una placa oxidada con un enunciado que pude leer con claridad: “California 2099”. ¿Qué significaría aquel lugar americano y esa fecha en esos momentos? Estuve pensando largo rato sin llegar a ninguna conclusión importante.
Me senté en la árida arena y observé con más detenimiento a mi compañero. Desde la reverencia no hizo ningún movimiento más y eso que no cogí la placa por miedo a ser herido. Me coloqué a sus espaldas y vi su cuerpo que parecía muy terso. Tenía una cintura estrecha y en la zona de la cadera empezaba a ensanchar. Me sobresalté. Me levanté rápidamente y miré, miré una vez más por su parte delantera. Sí, estaba seguro. Era una mujer, a pesar de los bien disimulados pechos escondidos entre esas telas centenarias.
― ¿Eres ciega y sorda? ¿O te han dejado ciega y sorda? ¿O simplemente no me quieres hablar?
Y sin respuesta una vez más. Decidí tocarla cuidadosamente. ¿Por dónde empezar? Pensé en robarle la joya aun sabiendo de lo arriesgado que era. Pero estaba sin blanca y eso me podía servir para conseguir una buena suma de dinero.
Estiré mi brazo desde mi asiento pero la piedra preciosa estaba muy bien sujeta. Lo intenté varias veces sin éxito hasta que grité :
― ¡California 2099, vamos!
Y con el último intento desprendí la rutilante belleza. Me empecé a marear y me entró un sueño profundo.
***
Me estaba ahogando cuando desperté e hice unos movimientos rápidos con los brazos y con las piernas. Estaba en el fondo del piélago, en algún lugar perdido, sin tiempo y sin espacio. Mi nerviosismo se apaciguó cuando me di cuenta de que por alguna extraña razón podía respirar allí abajo.
Buceé hacia la oscuridad. Os pregunto ahora si veis las ruinas de lo que hemos sentido, como humanos, en todas las épocas pasadas. Los imperios derruidos como palimsestos imperfectos y unas excavaciones con tells muy altos en el fondo de esta temible oscuridad.
Quiero haceros partícipes de lo último que vi: una sala enorme con millones de computadoras destrozadas, millones de seres humanos petrificados en lo que parecía algún movimiento importante de sus vidas, flora y fauna congeladas, un leopardo a punto de alcanzar a su presa, y un gran barco en cuyas velas se podía leer: “California 2099, un sueño hasta el fin del mundo”.
Me espanté tanto que la gema se me resbaló de las manos y con mi torpeza habitual no pude recuperarla. Al punto, noté cómo mis pulmones se llenaban de agua, pensé en mi tío y en Dios. Recé, pero no me sirvió para nada. En mis ojos se reflejó toda la historia de las civilizaciones. Y quedó grabada en la piedra preciosa.
Palimsestos imperfectos. Que caña
La narrativa es realmente rica sin ser pesada, me ha gustado porque te mantiene expectante hasta el final. Y el final te deja con buf...ganas de más.
Un saludo, suerte!
Yandros
http://torredelcaos.blogspot.com/