El viejo y el mar
La novela más famosa de Ernest Hemingway y una de las más famosas del siglo XX. No es para menos, ya que en su día fue un éxito enorme y universal, y fue el paso definitivo para que este autor ganara el Premio Nobel de Literatura en 1954.
Situada en un ambiente que el autor conocía bien como son las bahías de Cuba, ya que vivió allí unos años, Hemingway nos narra una historia sobre la pesca, uno de sus temas favoritos, llena de fuerza, de superación y de sentimientos. Santiago es un viejo pescador sin suerte. La maldice, pero nunca pierde la esperanza. Sabe que lleva ochenta y cuatro días sin pescar un pez, pero tiene la confianza de que su suerte va a cambiar, y sabe que cuando algo se desea de veras, al final se consigue. Por eso se embarca en una aventura en la que no van a faltar peligros. Santiago sabe que cuenta con la amistad de Manolín, un muchacho que siempre está con él y nunca le deja de lado, a pesar de tenerlo prohibido por sus padres. Más que amistad, nos damos cuenta de que es cariño lo que siente por el viejo, en una relación muy hermosa.
A través de un lenguaje directo y sin rodeos, y con predominio del diálogo como medio para dar rapidez a la trama, nos embarcamos (nunca mejor dicho) con Santiago en una aventura en la que hace frente a su propio destino. Así, vemos al hombre completamente solo, rodeado por el mar a la espera de conseguir un gran pez que le reporte beneficios a él y a los de su comunidad y sin perder nunca la esperanza.
En su soledad, el viejo filosofa, mientras se rodea de pequeños momentos que le brinda la naturaleza. En unos pasajes de gran belleza, Hemingway homenajea al mar en su majestuosidad y su hermosura. Para el viejo, siempre será la mar, como si fuera una mujer, porque lo ama y lo admira. Nunca se referirá a él como el mar, como hacen otros y como si simplemente fuera un lugar o fuera su enemigo, aunque sepa que a veces puede ser también cruel. Mientras aguarda su momento, tiene todo el tiempo del mundo para recrearse con nostalgia en la naturaleza, y por ejemplo alude a los peces voladores como sus amigos y se maravilla (y se compadece) de que haya pájaros tan delicados como las golondrinas que tienen que luchar por su existencia en un medio tan hostil. Esa soledad hace que el viejo hable solo en su bote, incluso en voz alta, porque realmente acepta su soledad, pero desearía no tener que estar solo. De esta forma, en muchos pasajes evoca al muchacho. “Ojalá estuviera aquí el muchacho”, o más explícitamente: “Nadie debiera estar solo en su vejez”.
A medida que avanza en su propósito, el viejo debe luchar hasta la extenuación para mantener lo que ha conseguido. Esa lucha a veces le lleva a la desesperación. Pero nunca arroja la toalla, siempre queda la esperanza. El destino debe ser cambiado, aunque para ello sepa que deberá pelear y deberá usar todas sus fuerzas. Se producen situaciones límite, y es en esos momentos cuando valoramos cada cosa que tenemos, por poco importante que sea. Así, en un momento de desesperación, el viejo pescador agradece muchísimo la visita de un simple pajarillo que se posa en su bote. En otras circunstancias no hubiera tenido importancia, pero en las situaciones en las que no tenemos nada más, valoramos las cosa más insignificantes.
Cuando aceptamos nuestro destino, la resignación también debe formar parte de nosotros. Esto es lo que le ocurre a Santiago. No se da nunca por vencido, pero, a pesar de su esfuerzo denodado, el viejo acepta con entereza su destino y la ley que imponen las fuerzas de la naturaleza. Por ello, no se siente derrotado, porque como nos dice Hemingway: “el hombre no está hecho para la derrota; un hombre puede ser destruido, pero no derrotado”.
Autor
Ernest Hemingway nació en Oak Park (EEUU) en 1899. En la escuela destacaba más en los deportes que en los estudios, y hacia 1915 empieza a escribir en las revistas del colegio. Se alistó en el ejército en la I Guerra Mundial y fue destinado a Italia, donde fue herido en las piernas por un obús. Allí se enamoró de una enfermera norteamericana pero su boda se frustró.
Tras la guerra vuelve a EEUU, donde ejerce de periodista. Poco después se decide a visitar Europa. Es en París donde lee mucho y madura como escritor. En 1925 viaja a Pamplona con unos amigos y conoce las emociones de los sanfermines, de donde sacará materia para revelarse como novelista.
Se divorcia de su mujer y se vuelve a casar con Pauline Pfeiffer. Descubre el Caribe y la pesca y se instala allí durante unos años. En 1934 realiza uno de sus sueños, como es realizar un safari por Kenia. Al iniciarse la Guerra Civil en España, acepta un puesto como corresponsal y vive en Madrid, donde se hacen populares su cazadora, sus gafas, su boina y su whisky. Después de la contienda vuelve a Cuba.
Cuando comienza la II Guerra Mundial, vuelve a resurgir su vena periodística y se traslada a Inglaterra, donde conoce a la que será su cuarta esposa. Con la paz regresa a Cuba, y en 1954 recibe el Premio Nobel de Literatura. Hace nuevos safaris y vuelve a España en varias ocasiones, fascinado por los toros. En 1956 visita a un enfermo Pío Baroja y posteriormente asiste a su funeral.
En el verano de 1960 sufría manías obsesivas y ya no podía escribir. Vuelve a EEUU a una clínica, de donde salió para refugiarse en su casa de Idaho. Allí se suicida disparándose en la boca con una carabina el 2 de Julio de 1961. Después de su muerte todavía se publicaron algunas de sus obras.
Sus obras más destacadas son Fiesta (1926), Adiós a las armas (1929), Hombres sin mujeres (1927), Muerte en la tarde (1932), Verdes colinas de África (1935), Tener y no tener (1937), Las nieves del Kilimanjaro (1938), La quinta columna (1938), Por quién doblan las campanas (1940), Al otro lado del río (1950), El viejo y el mar (1952) y como obras póstumas destacan París era una fiesta (1964) e Islas a la deriva (1970).
Sinopsis
Santiago es un viejo pescador cubano que lleva 84 días sin pescar un pez. Un día vuelve al mar convencido de que su suerte cambiará, y ese día consigue pescar un enorme pez espada. Tras muchas horas de lucha infatigable mar adentro, el viejo pescador sólo desea poder acabar con él y llevarlo al puerto.
Edición
Editorial Planeta
Colección “Obras selectas de Premios Nobel”
Edición de lujo
Cartoné, cubierta forrada, con marcapáginas de tela y páginas de color dorado
72 páginas
Conclusión
Se trata de una novela muy corta, intensa y no exenta de calidad, aunque en alguna ocasión se hable de sobrevaloración con respecto a este autor. Se lee de un tirón porque es un lenguaje directo y claro. Al terminarla, nos queda una sensación un poco desconcertante, en el sentido de que deja una especie de pesimismo optimista, casi como si nos dieran una bofetada y luego nos tendieran la mano para levantarnos. Porque la vida sigue, y siempre hay algo o alguien que nos ayuda a alegrarnos por las victorias y a sobrellevar las derrotas.
En definitiva, una buena novela, quizá no una obra maestra, pero recomendable a todo aquél que quiera entender la obra de Hemingway.
Por cierto, hay más de una adaptación al cine de esta obra. La más famosa es la versión de 1958 en la que Spencer Tracy hace el papel de Santiago.
Lo mejor: El lenguaje directo y la rapidez de lectura. La sensación de sentimientos encontrados que deja.
Lo peor: Se hace algo repetitivo y monótono en su parte central.
Nota: 75
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