Bueno, como he visto que en el genial artículo de Canijo, El Traje del Rey ha traído cola de tocho-comentarios, me he tomado la libertad de abrir un tema aquí a fin de no congestionar el propio artículo. En el enlace de arriba he dejado el susodicho artículo y el resto de opiniones, para que quien quiera se ponga al día.
Bien, yo quiero discutir el artículo desde varios puntos:
1.-Existen, indudablemente, varios niveles de profundidad en la literatura y por extensión toda manifestación artística. No entenderá de la misma forma un niño de diez años, un adolescente, un adulto, un albañil sin formación -con perdón a los albañiles-, un profesor o un filólogo o crítico literario. En eso supongo que estaremos de acuerdo. Y también creo que estaremos de acuerdo en que para gustos, los colores, y últimamente hay muchos. Por eso, quizá alguien no vea en Dostoievsky, en Sylvia Plath, o en Gómez de la Serna -que, particularmente, soy de los que no veo nada de especial en sus greguerías- y no le de ningun valor, y para otra persona sea la mejor obra del mundo.
2.-También creo que nadie aquí se opone al progreso y evolución de las artes. Odio el Lazarillo con todas mis fuerzas, pero comprendo que es una de las piezas clave de la literatura española porque rompe totalmente con la literatura anterior.
3.-Respecto al análisis de los elementos del lenguaje, coincido con Guybrush: cierto es que hablar de la comunicación y del lenguaje es hablar de muchos campos, puntos de vista y modernidades. Es todo muy complicado. Pero también coincido con Canijo: la función de la literatura es que el mensaje llegue al emisor correctamente.
Ahora, uniendo estos tres conceptos, puedo expresar mi opinión: El problema está en los límites. Por muy relativo que sea la interpretación y goce de una obra artística, ¿dónde están los límites de lo bueno y lo malo, de lo artístico y lo no artístico? Si ´la mayoría de la gente de "a pie" considera genial una obra, pero un crítico no la valora, ¿quién lleva razón? ¿Deberíamos dar toda la literatura por buena, toda crítica, todo punto de vista?.
Yo ya sostuve la tesis de que la literatura es comunicación: si el mensaje no llega, la literatura fracasa. No valen pataletas bohemias y vanguardistas del adelantado a su tiempo, incomprendido al que nadie valora pero ya verán cómo dentros de dos siglos mi obra será reconcocida, panda de fachas conservadores que coartáis mi liberatd artística. Hasta ahí coincido totalmente con el artículo. ¿Por qué debo tragarme como literatura una ontería como " Las pirámides son las jorobas del desierto.", que más que arte parece sacado de un libro infantil de Gloria Fuertes? Me pone de muy mala leche haber pagado mi entrada por ver el Pompidou y encontrarme con un montón de mesas y sillas, señores, mesas y sillas puestas de cualquier manera, y que me digan que representa la soledad de la sociedad consumista representada en la concepción orográfica y metafísica de la sala de estar del autor. Me siento engañado si pago por eso.
Recuerdo que en el debate primigenio se llegaba a mencionar que, aunque nadie lo entendiera, una obra podía ser perfectamente válidad como literatura (Jane ponía como ejemplo un libro de folios en blanco metido en su cajón). Como he dicho antes, la literatura es una comunicación.Pero, ¿qué mensaje debería llegar? ¿El que quiere enviar el emisor, o el que espera el receptor? ¿Es válido si el receptor interpreta un mensaje distinto del que mandaba el emisor? Yo, por ejemplo, me siento muy frustrado cuando escribo algo y la gente no ve exactamente lo que yo quería transmitrir; creo que he fracasado. ¿Es válido que el emisor envíe un mensaje y nadie lo entienda?
Quiero llegar aún más lejos: ¿de quíen depende la experiencia literaria o artística, el emisor o el receptor? ¿Se convierte en arte un cuadro hecho por niños de dos años sólo porque un grupo de personas ve en él la melancolía y angustia metáfisica del autor -cosa en la que, estoy segurísimo, los autores no estaban pensando?
"Las pirámides son las jorobas del desierto" es una metáfora tan profunda y con tantas asociaciones imaginativas que está muy lejos de ser tomada a broma. Ramón, como dice Guy, es uno de los padres de la generación del 27, así como también lo fue Juan Ramón Jiménez, que parece que también es odiado por muchos. Precisamente fue Juan Ramón quien vivió en sus carnes la crisis poética que le llevaría de la tradición a la modernidad. El que asumió y practicó la tradición y la vanguardia fue Gerardo Diego, que amaba sus dos vertientes poéticas y así lo manifestó en su discurso cuando le dieron un galardón importante.
Precisamente me estoy leyendo y terminando con mucho agrado las Greguerías de Ramón y las considero indispensables para aprender poesía, para abrir tu mente y dejarte llevar por imágenes visionarias que son estéticas per se. Lo que pasa es que es una lectura que hay que dejar saborear en el paladar un rato y no leer más de veinte greguerías seguidas porque a la mente hay que dejarla descansar.
Yo creo que estas dos vertientes pueden coexistir sin que nadie se tire los trastos a la cabeza. Me parece muy acertado lo de la literatura como abanico que propuso Patapalo. Y es que ése es uno de los grandes poderes de Internet: lo que antes podía ser considerado como un género menor y de difícil comprensión, te das cuenta de que hay lectores al otro lado del atlántico que no sólo te entienden sino que van aún más allá y después de leer su poesía piensas que ellos no se lo piensan tanto. Que crean literatura de la manera que quieren. Sin cortapisas.
¿Quién pone los límites? La suma de un autor irreverente más la de un lector perspicaz.
"Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo a mí" (Ortega y Gasset)