“Mi tierra” por “Pintamundos”
Algunas personas se van demasiado pronto. Este pequeño testimonio está dedicado a quienes se quedaron un rato más.
INTRO
Existe un… “lugar”, llamémosle así, al que van quienes abandonan el mundo antes de tiempo, especialmente los jóvenes. Allí esperan hasta que sus seres queridos se reúnan con ellos, para emprender todos juntos un nuevo viaje algún día. Lo sé porque yo mismo estuve en ese “lugar”. Éste es el relato de lo que hice allí. Mi historia… y también un poco tu propia historia, como verás.
1
–¿Dónde estoy?
Nadie respondió a mi pregunta, claro. Estaba solo allí dentro, si es que estaba dentro de algún sitio. A mi alrededor todo estaba oscuro, negro. Ni siquiera podía verme a mí mismo. Aun así, en algún sitio debía estar, ¿no? Intenté avanzar a tientas, pero no sabría decir si en algún momento llegué a moverme o no. De alguna extraña forma, el suelo –si es que había suelo por alguna parte– daba la impresión de avanzar en dirección contraria a mis tentáculos, para mantenerme anclado en el mismo lugar.
2
Y el techo, si es que había techo sobre mí, parecía alejarse de mis intentos por alcanzarlo a vuelasaltos. Era como si la propia oscuridad me sostuviera, rodeándome por todas partes, como si flotara ingrávido dentro de una burbuja negra. Aquella sensación tan rara hizo que dejara de preocuparme saber dónde estaba, porque se me ocurrió otra inquietante posibilidad.
–¿Estoy muerto? –intenté preguntar en voz alta, aunque mi voz sonó como un tímido graznido.
3
De nuevo no hubo respuesta. O quizá sí, porque tras mis palabras, el suelo –o lo que fuera– creció bajo mi trasero y me noté sentado en una especie de sillón algodonoso y blando que me sujetaba con suavidad y firmeza. Sin darme tiempo a hacer nada más, ni siquiera a sentir miedo, noté que el sillón –o lo que fuera aquello– se ponía boca abajo, hacia donde suponía que se encontraba el suelo, y me sujetaba con firmeza para no dejarme caer.
4
Y menos mal que aquello me sujetó, porque un agujero de luz comenzó a abrirse justo ante mis ojos hasta formar una especie de ventana. Una ventana a través de la que veía… el universo.
– Estoy muerto, seguro.
Tampoco en esta ocasión nadie añadió nada a mis palabras, ni falta que hacía. No había duda. En mi mundo nadie sueña, ni siquiera duerme nadie –salvo las rocas y los lagos profundos– así que era imposible estar dentro de un sueño.
5
Tampoco en mi mundo había nada parecido a sillones de algodón negro. Y el cielo que veía ahora ante mí no se parecía al que estaba acostumbrado a recorrer saltivolando. Lo que tenía delante mía, más que un montón de estrellas, parecía una mezcla sin forma de polvo y vacío, luz, colores y negrura total. Una masa extrañamente luminegra que daba la impresión de hallarse lejos y cerca, ser grande y pequeña, brillante y oscura… todo a la vez y en todas partes y direcciones.
6
Aturdido y mareado, intenté apoyarme en el algodonoso marco de la ventana, aunque seguía firmemente acogido por el sillón de mi oscuro refugio. Aquel torpe intento mío de moverme debió ser como una orden para la masa de formas y colores que había tras la ventana, porque una pequeña porción del universo comenzó a girar sobre sí misma, a encogerse y aproximarse a mí, hasta quedar reducida a una pequeña pelotita de luz que se me plantó justo frente al piconariz, tan cerca que me hizo estornudar.
7
Y no fue un estornudo discreto, no. Fue de los gordos y bien húmedo. Cayó casi todo sobre la bolita de luz, dándole un aspecto intermedio entre una calva sudorosa y un granizado de diamantes.
Avergonzado, intenté limpiar el estropicio con mis propios tentáculos emplumados, ya que no tenía ningún pañuelo a mano. Entonces pasó algo curioso. Al manipular la esfera, al frotarla, empezó a cambiar de color… y de todo: de forma, de temperatura, de textura, de olor… Se calentaba, se enfriaba…
8
Un momento la bola luminosa parecía blanda y luego se endurecía, o la notaba porosa y maciza al mismo tiempo. O Sólida y líquida, firme y disuelta entre mis ventosas. Verdiazulada, pero rojiamarilla. Todo ello mezclado y remezclado, aunque en unas zonas más que en otras. Sé que esto parece imposible y absurdo, así era: absurdo, imposible… pero cierto. Además, y también simultáneamente, la bola de luz olía a pan recién hecho, a flores silvestres y a barro húmedo, aromas que nunca había picolfateado en mi vida.
9
Estos olores, y otros mucho más familiares para mí, se arremolinaban entre sí hasta formar brillantes colores que deslumbraban mis ojos y me hacían lagrimear. Definitivamente estaba muerto, porque nunca antes había sentido nada parecido: cientos de aromas conocidos y desconocidos entrándome en la piconariz… y en los ojos. Así que ya no sabía si picolfatear, mirar o rascarme, porque aquellos traviesos olocolores también empezaron a hacerme cosquillas en las ventosas.
10
Entonces todo empeoró y los olocolores me supieron a música. Traté de comérmelos y resonaron en mis tentáculos como terciopelo vivo hasta aturdirme, así que me mareé otra vez y solté la bola de luz, tratando de apoyarme en el marco de la ventana. La esfera luminosa aprovechó la oportunidad para alejarse un poco y dejé de notar sus sabrosos olomusicolores. Ese breve momento de calma terminó pronto, porque la juguetona bolita se puso a cantar. O algo parecido.
11
Si antes había visto, palpoescuchado y degustado texturas, colores, olores y sabores… ahora, el repertorio entero de canciones que había oído a lo largo de mi corta vida surgían al unísono de aquella esfera cantarina, orquestadas en un melodioso concierto húmedo y terroso, si es que los conciertos pueden ser tales cosas.
– Puf…
12
Fue un suspiro corto y seco el que salió de mi piconariz. Aquella situación me sobrepasaba pero, al mismo tiempo, sentí una honda satisfacción, por eso solté aquel “puf”. De alguna forma me dio la impresión de que había completado una tarea y la había hecho bien. Y me había gustado la sensación, desde luego. Era como si hubiera amasado un planeta entre mis tentáculos, un mundo nuevo y vibrante, deseoso de empezar a vivir su vida.
13
Y ese suspiro involuntario, ese simple y sencillo “puf” –supuse– contenía también la aprobación del universo a aquella esfera, a mi pequeña obra. O algo así debió pasar, porque la pelotita enmudeció justo después de mi resoplido. Dejó de cantar y se puso a vibrar como si estuviera contenta, igual que una danzarina de luz. Se me acercó de nuevo durante un último instante –a modo de despedida, supongo– y salió disparada hacia el espacio.
14
Pude seguirla con la vista durante un rato, hasta que se convirtió en un diminuto punto casi invisible y azulado que giraba alrededor de una estrella pequeña y anaranjada, junto a otros puntitos luminosos. Mi esfera azul era el tercer puntito luminoso –me pareció– de unos ocho o nueve planetas que giraban alrededor de aquel pequeño y amigable sol.
15
Allí se quedó mi bolita, dando vueltas sobre sí misma, alrededor de su sol y alrededor de muchas otras cosas. Y en mi sitio me quedé yo también hasta que mi gente vino a buscarme para continuar nuestro propio viaje, otra vez juntos. Hasta que llegaron me dediqué a seguir manipulando luces y colores, formas, colores, olores y sabores: pintando mundos. Aprendí a tejer estrellas como si fuera una araña, a soplar planetas desde mi boca en oleadas, a mezclarlos entre sí batiendo alas…
16
En otras ocasiones, mundos enteros crecían espontáneamente a mi alrededor, como si fueran pompas de jabón que soplara mi propio cuerpo sin esfuerzo ni motivo alguno. Y muchos otros los pinté con la ayuda de los seres que me rodeaban, mis amigos y hermanos, porque pronto me di cuenta de que había muchas ventanas alrededor de la mía. Tras ellas, muchos más pintamundos como yo.
17
Pinté muchos mundos, sí –un pequeño álbum de recortes que guardo con cariño da fe de mis creaciones– pero siempre recordé con especial afecto aquella pequeña y azulada primera bolita. Y no solo porque fuera mi primer mundo, sino también por el curioso nombre que le pusieron sus habitantes a un planeta azul y con tanta agua viva como le estornudé.
18
¿Comprendes ahora por qué te decía que mi historia también es un poco tu historia, mi querido y estornudado lector?
Una apuesta muy valiente, tanto por ser la primera como por su temática.
El modo en que tratas la propuesta es original a más no poder, no digo nada para no hacer spoiler, pero el modo en que el "golem" recibe el "aliento vital" me ha hecho sonreir.
El estilo de narración tambien es notable, me recuerda mucho al Stanislaw Lem de Diarios de las estrellas, aparentemente sencillo y cargado de humor, pero trabajado yo diría que con mimo.
La historia discurre suave y optimista (tal vez demasiado) sin momentos de tensión luego de un inicio (literalmente) oscuro. Tampoco es que el relato lo necesite, en realidad "juega en otra liga". El final cierra de modo adecuado la historia, con un último guiño rompiendo la cuarta pared.
Mi crítica viene del lado formal, no veo fosquedad alguna. Veo lícito que lo traigas a concurso y lo voy a puntuar, pero no percibo apenas elementos del género. De hecho, percibo más elementos que apuntan en dirección contraria.Como dije antes, hay poca tensión y la oscuridad se disipa pronto. Como relato me gusta y su enfoque es original, pero esperaba otra cosa.
Teniendo en cuenta esto, mi nota es 3,5.
http://drstuka.blogspot.com.es/?m=1