Barack Obama y Raúl Castro anuncian el reanudamiento de las relaciones entre ambos países, empezando por crear embajadas. A cambio también de obtener un aliado contra el terrorismo, Obama promete ayudas para el viaje y el comercio.
Todo esto es fruto de más de un año de negociaciones, que según parece el Papa Francisco ha sido clave. En 1961 se estableció una política de bloqueo económico total para derrocar a los Castro del poder, cosa que no ha funcionado y así lo ha dicho Obama:
“A fin de cuentas, estos 50 años han demostrado que el aislamiento no ha funcionado. Ha llegado la hora de un nuevo enfoque”.
Gracias a la Ley de Ajuste Cubano (donde cualquier cubano que alcanzara la playa estadounidense se nacionalizaba de inmediato y se le facilitaba trabajo) el estado de Florida tiene la comunidad cubana principal de EEUU, y según estudios recientes el 52% de sus miembros rechazaba la vigencia del embargo.
El argumento de Obama para defender la normalización no es que EE UU deba abandonar la defensa de los derechos humanos y de la democracia en la isla, sino que la mejor manera de promoverlos es relacionandose con ella. Abrirse a Cuba es también un motivo de interés nacional, pues las malas relaciones con ella perjudicaban las relaciones con el resto de Sudamérica.
Obama tiene previsto acudir en abril a la cumbre de las Américas en Panamá, donde acudirá Castro. Muchos califican éste momento como el fin de la Guerra Fría, aunque también hay que recordar que quedan asuntos como las relaciones con Irán y sobretodo con Corea del Norte, probablemente el asunto más difícil en asuntos exteriores a resolver.
Las opiniones de disidentes cubanos están divididas, unos las reciben con esperanza y aplausos y otros con indignación y enfado. ¿Vosotros qué opináis?
Pues, francamente, me alegra. El embargo a Cuba es una auténtica barbaridad y todo lo que sea abrir nuevas vías lo veo positivo. Ahora a ver cómo se articula todo esto, porque habrá mucho en movimiento por debajo de los titulares.
Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.