Pavesas temporales
Aunque ahora no pudiera entenderlo, cada tarde ella le leía un pedacito de aquel volumen que ambos habían considerado un tesoro. Por la noche la mujer cerraba las tapas del libro y, acariciándole el cabello, le repetía que él siempre había sido un gran escritor.
Perfecto amo de casa
Se duchó, repasando mentalmente los informes que debía terminar. Ya en pijama, preparó un sándwich que engulló viendo el telediario. Fue al sonar el teléfono y ver el nombre de su mujer en la pantalla, cuando recordó a su bebé durmiendo en la sillita del coche.
¡Te lo juro por todos mis Versace!