Promesas
—Sólo tienes que meter la mano y manejarla con tus dedos —explicaba la niña, encantada, recreando en su imaginación el momento donde las marionetas se fundirían en ese abrazo soñado fuera del escenario.
El muchacho, nervioso, consultaba su reloj impaciente por lanzar unas canastas que le había prometido después.
Alma piadosa
En las fiestas de la alta sociedad recaudaba fondos para sus pobres. Esa vez le extendieron un cheque capaz de cambiar la suerte de sus indigentes. Ya no necesitarían más su limosna. Lo guardó en el bolso y comenzó a hacer planes para la boda de su hija.