El Patio
Entré sin avisar. Me recibieron insultos y malas caras. No retrocedí y rápidamente la indiferencia se extendió entre sus pobladores. Avancé pisando basura y cristales. Las paredes estaban pintarrajeadas con ecuaciones imposibles y dibujos obscenos. Me uní a un grupo que apedreaba a una muchacha. Nadie dijo nada.
Vivir sola
Aquella buhardilla era perfecta. Pequeña pero muy barata. Yo no necesitaba muchos lujos. El espejo ya estaba allí. Frente a él me sentía como la madrasta de Blancanieves. Confieso que, imitándola de forma grandilocuente, le pregunté varias veces. Nunca pensé que, a la tercera, me contestara.