Me llama la teleoperadora de siempre -tiene un acento oriental considerable y fácilmente reconocible- y me dice, monsieur, ha sido seleccionado para el sorteo de una tele DCL no sé qué leches y que si vivo bien en mi calle -que ha pronunciado tan mal como cuando yo pido pizzas-. Así que como me ha dado ternura, le digo, ok, vale, dígame. Monsieur, vamos a sacar tres números al azar... ¿cuántos años tiene su coche?
El azar llama a tu puerta.
Le he dicho que no nos interesaba la televisión que no nos iba a tocar.