Escribía Neruda que de los cementerios de besos, "aún hay fuego en las tumbas". Este poema fue compuesto tras reencontrarme con la chica con quien salía en el instituto y pasar la noche en su casa.
MADRIGUERA DEL PLACER
Hueles a recuerdos de otro tiempo,
a esta habitación, donde antes
se hacían realidad todos los sueños.
Ahora, aquí, juntos nuevamente,
a orillas del silencio de la noche,
en la que no esperábamos que fuese,
no existen los días de ausencia
al escuchar tu voz junto a mí oído,
en esta placentera somnolencia,
que llena de delicias mi recuerdo.
Como música en sueños revivida
de pájaros que para siempre hubieran partido,
también como dos lobos solitarios
que hubiesen encontrado compañía,
es este misterio, enigma sin fin,
que fingen parecer nuestras vidas.
Sin más que todo lo que yo pueda darte
y tus manos pedirme quieran,
encadenémonos aquí ahora juntos a esculpir,
en forma de mil combinaciones de caricias,
un nuevo futuro recuerdo a ciegas,
del que en nada nunca pueda
deshacer la infinitud, ni, el olvido, olvidar,
para que así jamás pasen las horas ni el tiempo
por la memoria de esta habitación, donde, a veces,
aún se siguen haciendo realidad todos los sueños.
La poesía, ese cuchillo con el que cortar aquello con lo que saciamos nuestro hambre de inmortalidad:
INMORTAL ANHELO DE INMORTALIDAD
Profundos zafiros negros
que, a solas con mi alma,
noches enteras habéis vivido,
en el silencio de vuestra mirada
quisiera eternizarme
y prolongarme, así,
a lo inacabable del tiempo.
Del tiempo en que vida y muerte
en trágico abrazo se unan,
haré renacer el ángel de mi interior
en vosotros, ojos oceánicos,
y es que vuestra mirada de eternidad
es una especie nueva de mutismo,
profunda, hermosa como mil noches.
Lunes, 4 de diciembre de 2000
Revista L'absinthe