Kim se me ofrece relleno y afrutado, salvaje, oriental, maravilloso. El olor a podredumbre no me afecta, toda la mazmorra desprende el aroma de la selva; el flujo vivificador del tigre en celo.
Me acerco acechante, disfrutando del momento, haciéndome la boca agua ante el solomillo Kim, y el lo acepta, me muestra su brazo blancuzco para que lo muerda. A lo lejos las pisadas de los soldados se derraman escaleras abajo, pero eso me da igual, tan solo el disfrute de la carne me instiga y ya mis dientes tocan la dermis del Gran Líder cuando la puerta se abre bajo la bota del sargento.
Me giro hacia ellos y contemplo atónito como agachan la cabeza y se humillan ante Kim, los malditos fiambres le deben fidelidad más allá de la muerte a mi manjar.
Nada me importa, quiero morderlo, es una sed que no se agotará nunca, tan solo con carne de vivo y el único vivo aquí es el.
UN AÑO ANTES.
Mi equipaje es escueto por motivos de seguridad, no quieren que se propague el pensamiento occidental, son las normas, de todas formas pude hacer pasar por grabadora un viejo walkman y enrolladas en los calcetines dos casettes de “Guns and Roses”, solo por eso deberían fusilarme.
Desde el autobús que me lleva al barracón de los periodistas veo en lo que se a convertido el paraíso de Kim, esto es un desierto, autopistas de tres carriles vacías, campesinos esqueléticos arrastrando carros, hace tiempo que se comieron los animales de tiro. En este año del 96 cercano al fin del milenio se contabilizan los muertos por hambre en 250,000 personas, se sospecha de canibalismo. El perfil de Pyongyang se recorta en el horizonte.
He visto al Gran Líder, esta gordo en un país de flacos y solo por eso me da asco, sabe que los suyos se comen entre ellos pero en su despensa no falta caviar y dispone de una inmensa bodega, Kim es buen catador. Estamos obligados a agacharnos a su paso, las risas de las concubinas es el único sonido audible mientras permanecemos cabizbajos.
Las jornadas trascurren aburridas, los periodistas estamos muy limitados permanecemos juntos a los observadores internacionales en circuitos estudiados previamente por los ministros. El aire huele a muerto me escamo de fosas comunes y no muy lejos de palacio. Durante el almuerzo charlo con los compañeros en voz baja, nuestras cámaras están secas, sin interés alguno, fotogramas de carreteras vacías, aldeas desiertas por las que se pasea el Líder con compungido rostro.
Hoy uno de los soldados que nos acompañan ha sufrido un ataque en las inmediaciones de Sinuju. Apareció de la nada tendría unos seis años, esquelética con la cabeza llena de pústulas se abalanzó contra el, directo a su yugular; no he visto nunca un hombre gritar de esa forma, la sangre le manaba a chorros y salpicó a varios escoltas. Una vez acribillada la niña continuaba observándonos desde el suelo, he vomitado el desayuno, creo que me miraron con envidia por tener el estomago lleno.
SEIS MESES DESPUÉS
El fluido eléctrico funciona mejor que antes de la epidemia, curioso, no tengo cortes de luz desde hace semanas, transmito mensajes de radiofrecuencia y tan solo la estática me responde, creo que nos han sentenciado, no existimos.
A Kim le ha crecido algo de cabello por las sienes, le sienta mejor que el anterior corte de pelo, una pena que este tan deteriorado físicamente. Está sujeto al cuello por una cadena de dos metros, tiene espacio suficiente para que pueda usar el inodoro o sentarse en el sofá. De vez en cuando le bajo a la mazmorra algún libro o películas, nunca le hablo, lo condené al ostracismo desde el primer día que lo encerré, a estas alturas nada entretiene Kim tan solo quiere morirse.
El palacio tiene una cacofonía perfecta, los acordes de Slach reverberan en las paredes de mármol, hacen vibrar los cristales del gran ventanal por el que me asomo a contemplar cada mañana el cambio de guardia.
Cuando duermo tengo sueños de chef, Kim desde su mazmorra emana un olor picante de carne aparrillada ligada con el sabor salino del caviar. Es alta cocina y el chef me lo sirve dorado por ambos lados. A los bichos les gusta recordar, tienen reflejos condicionados, cuando amanece los soldados forman y hacen el teatro de los muertos, la formación me despierta, el sargento parece sonreír desde su mascara de muerto.
-¿De que te ríes Imbecil? Estás muerto bicho asqueroso, no puedes reírte – le grito desde la balconada.
El sargento me odia, lo veo y el me ve, con esas pupilas blanquecinas me hace la foto el Hijo de puta cada mañana, algún día le volaré la tapa de ese frasco de pus bajo la gorra de plato
No quiero perder el contacto con la realidad, la soledad me aturde, hablo a la grabadora y después me oigo a mi mismo .Últimamente pienso demasiado en Kim, un fiambre me atacó en las calles cercanas a palacio, daba de comer a las palomas, me pillo agachado, descerraje rápido el Kalashnikov y me libre por los pelos. Pensaba en Kim mas como un rico manjar que como en la persona abyecta que es.
Tardaron en percatarse del problema, ¿que diferencia un bicho de un norcoreano? , a caso las pupilas albinas pero ¿Quién mira directo a los ojos en corea? ¿La ropa rasgada? Todos usan el mismo tipo de uniforme mil veces apañado, ¿el andar cansino y bamboleante? ¿Quien no anda así aquí ? tan solo los soldados correteaban de un lado a otro buscando enemigos invisibles, monstruos americanos salidos de la cabeza de Kim.
Corea hace tiempo que está invadida por bichos, antes vivientes y ahora muertos.
La epidemia se contagia de humano a humano por canibalismo. El virus permanece en la glucosa de los músculos pero mutó al poco tiempo, al contacto con la sangre estás infectado.
Escucho los Guns and Roses, bebo licor de flores (me emborracho de este brebaje cada noche), fumo cigarrillos y me entretengo viendo a Kim llorar en su mazmorra, me gusta verlo llorar, es un entretenimiento concupiscente (aprendí la palabra ayer, tenia necesidad de usarla como sea, me estoy empollando la enciclopedia Británica).
HACE UNA SEMANA
He paseado por la Plaza del Pueblo. Pueden llamarme obtuso si quieren, pueden llamarme lo que quieran, estoy solo, me pueden insultar o reprender, tan solo quiero escuchar una voz que no sea los gritos de Kim. Buscaba alguien con quien compartir miserias antes de morir, estaba distraído en estos pensamientos por eso los soldados me pillaron desprevenido, tuve que descerrajar varias rehagas con el “bolche”, algunos cayeron, me encerré rápido en el palacio.
Anoche el sargento con los suyos intento un ataque, la puerta es de madera maciza pero temblaba como la carne trémula de Kim, desde el balcón pude volarle los sesos a un par de soldados, no creo que pueda resistir una embestida mas.
Tengo una sospecha, el virus ha vuelto a mutar. Se propaga por el aire, se aposenta en los muebles de palacio aleado con el polvo, se atasca en las cañerías infectando el agua que bebo y dentro de muy poco se infiltrará en mi hasta quedarse quieto en los pulmones, será entonces cuando la glucosa de mis músculos reclamen carne y tiene que ser carne humana.
Está decidido, voy a matar a Kim, no lo soporto, su sola presencia me asquea, sus aullidos, el cántico lastimero de sus suplicas, es aberrante mantenerlo con vida, esta jodida situación es por su culpa, mataré al único ser vivo en Pyongyang a parte de mi por puro asco.
AHORA
¡Maldito seas Kim! , maldito plato de carne, te quiero matar por tantos motivos, me recuerdas en lo que me estoy convirtiendo. Los soldados patean la puerta y yo solo puedo pensar en devorarte vivo.
Bajé a tu celda Kim , te quite esa cadena de perro , dispuesto a cortarte el cuello o deglutirte garganta a bajo , en aquel momento ellos lo consiguieron , entraron , los muertos , los cadáveres ajusticiados por la hambruna que tu provocaste ¿y que hicieron? esos cabrones condicionados te beben respeto mas allá de sus vidas ¡te rindieron pleitesía a ti, el Gran Líder! . Así que corro, escapo de los soldados...solo queda una alternativa.
Se que lo tiene empotrado en un rincón oculto del despacho , tan solo pulsar y todo a la mierda , es mucho mejor así , la sed cada vez es mas grande , me viene desde dentro , de mas allá del corazón es algo físico , mis músculos imploran proteínas vivas. No puedo imaginar un mundo donde los padres devoren a sus cachorros y estos a su madres y sus madres a todo lo que se mueve...estoy desvariando, seguramente soy el mayor genocida del mundo pero es mejor así.
Las pisadas son cada vez más cercanas, ¡no encuentro el puto botón! , tiene que existir ese botón, el me lo dijo, Kim me lo dijo una noche de locura...- mataré a todos, los matare antes de que toquen un solo pelo de mi- eso fue hace tiempo, antes de que implorase por una cuchilla con la que rebanarse el gaznate. El despacho está desmantelado con mis propias manos.
Una llave...tengo una llave, la llave abre la caja fuerte...y en la caja otra caja y dentro de esta como un mando a distancia, es mió.
La puerta es tirada abajo y aparece Kim con sus esbirros muertos...
¿Puede mostrar expresión la faz de un muerto? ...pueden jurar que si, en un par de minutos las ojivas nucleares serán abiertas, el escudo antimisiles del otro lado actuará, tardaran en recuperarse, pero estoy seguro que resurgirán de las cenizas, hay una pequeña posibilidad de que la radiación acabe con el virus.
Aún está vivo y yo quiero comerlo, devorarlo, deglutirlo parsimoniosamente entre mis dientes, sentir la proteína ajena correr entre mis venas y morirme, alejarme de todo pensamiento y carga humana, estar muerto en vida.
Me ofrece el brazo, sé que una triquiñuela un juego para que no pulse el botón, estoy salivando ya imagino mis dientes trepanando la carne de Kim.
La cristalera es rota en mil pedazos, trescientas balas por segundo preceden al helicóptero ¿será posible? ¿Mis llamadas de auxilio a través de la Radio surtieron efecto? cae Kim junto con el sargento y los suyos.
-¡Oiga! agarre la escala, agárrela...- me gritan desde el helicóptero, el ruido es ensordecedor, puedo ver la bandera de Corea del sur en el costado del aparato.
Toco la escala, la tengo, subo al aparato...
-Está a salvo ¿me oye? , a salvo, se encuentra en estado de shock – me gritan – no intente hablar, ahora descanse.
Asiento con la cabeza , el aparato se desliza sobre la Plaza del Pueblo , el río Taedong se mantiene ocre como el orín , dejamos atrás el obelisco Juche , es un dedo levantado : ¡jodanse vivos!.
Mantengo el mando firme en mi mano, la visión ahora es turbia, siento el corazón latir en una cadencia lenta, muy lenta; unos cuantos latidos me separan de la muerte, el hambre es voraz y el cuello del soldado tentador.
Bienvenido/a, Carontex
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