Oscuridad. ¿Volverá pronto mamá a la habitación? ¿Abrirá la puerta con aquella sonrisa suya, sincera y fresca, y la luz de la sala inundará cada rincón de las tinieblas que me rodean?
O quizás sea Agustín quien lo haga...
Conocí a Agustín una tarde, hace tiempo ya, apenas lo recuerdo. Mamá estaba ocupada con la limpieza de la casa y yo jugaba en silencio en la habitación, intentando que el automóvil venciera en su carrera al jet verde a pilas. El coche a tracción salió disparado hacia una esquina y golpeó un zapato que no pude reconocer. Cuando levanté la mirada me quedé helado. En el rincón donde se amontonaba la ropa sucia, medio oculto por el cesto de mimbre, un niño estaba acurrucado, mirándome jugar con mis juguetes. Era un niño pequeño, más chico que yo, de apenas cuatro o cinco años. Su rostro era pálido, sus ojos de color miel y el cabello castaño, sumamente fino y con flequillo.
—Hola —le dije—. ¿Quién eres?
Como la mirada del niño parecía asustada intenté una media sonrisa tranquilizadora. Su presencia, aunque abrupta, por alguna razón no me intimidaba, al contrario, me despertaba una punzante curiosidad.
—Agustín —me dijo en un susurro—. ¿Y tú?
—Pedro —le respondí y señalé el auto que estaba junto a su pie—. ¿Quieres jugar?
—Bueno. Hagamos carreras.
Sonreí y él me devolvió la sonrisa. En aquella tarde monótona tan parecida a cualquier otra, tan solitaria como siempre, finalmente había hallado a un amigo. ¡Y en mi propia casa!
Así se pasó la tarde en un santiamén, y cuando mamá llamó para la cena debí despedirme de Agustín y nos separamos hasta el siguiente día.
Desde aquel encuentro fortuito, inesperado, el juego en nuestra habitación durante las tardes se hizo habitual, y la falta de otras amistades en mi vida se fue haciendo cada vez menos importante.
Una vez, cuando el revuelo de papeles, muñecos y almohadones (porque desatamos una verdadera guerra de almohadones) era imposible de disimular, mamá entró y nos encontró en plena batalla. Yo le grité un pedido de tregua a Agustín y el me respondió entre risas que nunca me la daría. Mamá miró hacia mí lugar algo preocupada, luego se volvió hacia Agustín, que se escondía en su rincón preferido, y dijo con tono de reproche:
—¿Por qué hablas solo?
Con Agustín nos asustamos y no dijimos nada. Mamá sacudió la cabeza, contrariada, y se fue. Luego, por la noche, cuando llegó papá, pude escuchar que discutían acerca de lo que pasó y decían algo de un amigo imaginario. Papá decía que no era importante, que todo el mundo tuvo alguna vez un amigo imaginario, pero mamá se negaba terminantemente a aceptarlo. Decía que estaba asustada.
Aunque escuché todo aquello con claridad, tardé algunos días en darme cuenta de a qué se referían papá y mamá, pero cuando lo hube hecho, realmente no me importó. A Agustín tampoco pareció molestarle. Me dijo que él quería seguir jugando conmigo, que se divertía mucho, como nunca antes.
Así continuamos encontrándonos en secreto durante meses, siempre en la soledad de nuestra habitación como único refugio válido, libre del accionar de los mayores que cada día se mostraban más recelosos y preocupados.
Cierta vez oí que mamá hablaba con alguien por teléfono. Por lo bajo de su voz y las palabras extrañas que dijo, supuse que era un médico.
—Es el doctor Armenteros —dijo Agustín espiando por la puerta entreabierta de la habitación—. Mamá insiste en que quiere que venga.
Me encogí de hombros. Yo no podía hacer nada para impedirlo.
Esa misma noche, una discusión muy fuerte se desató en casa entre papá y mamá, y pensé que llegarían a pelearse por mi culpa. Se lo dije a Agustín.
—Déjame esto a mí—me dijo—. Voy a hablar con ellos y entenderán.
Agustín salió de la habitación y se acercó a donde papá y mamá discutían. Pude escuchar su débil vocecita intentando interrumpir la conversación y, aunque al principio parecían ignorarlo, al final hicieron silencio frente a su insistencia. Más tarde hubo una respuesta contundente de mamá y otra de papá y oí el llanto desconsolado de Agustín. Un minuto después, él regresó a la habitación con el rostro colorado y me miró muy triste.
—Lo lamento mucho, Pedro —me dijo—. Perdóname. Mis padres ya no quieren que siga jugando contigo. Dicen que los amigos imaginarios no son buenos para los niños pequeños como yo.
Me quedé mudo. No pude responderle. Sólo atiné a asentir suavemente con la cabeza y a derramar gruesas y saladas lágrimas sobre la alfombra.
Y desde entonces ha transcurrido mucho tiempo en la oscuridad de la habitación. No sé cuanto, pero tengo la certeza de que algún día Agustín volverá para jugar conmigo.
Mi amigo Agustín (F)
Me ha parecido un relato excelente, y si tu cometido es que al lector se le ponga la carne de gallina, al menos conmigo lo has logrado.
¿Qué le veo en contra? Me resulta parecido a la película Sexto sentido, aunque en ese caso se trataba de fantasmas y no de seres creados por la propia mente. Por otro lado creo que tal vez encajaría mejor en el género terror, debido a su tono dramático y algo espeluznante.
Un saludo.
Coincido con Diez Osos, aunque como no he visto El Sexto Sentido no tengo refrencias en tal sentido.
Es un relato fantástico de terror, así que podría ir en cualqueira de ambas categorías.
Me gusta el final sorpresa.
Hola, Diez Osos, Cabezón.
La verdad que ahora, viéndolo a la distancia, encuentro las similitudes con Sexto Sentido, pero la verdad, si inconcientemente me vi influído por algún relato, es por El imperio del helado, ese magnífico cuendo de Jeffrey Ford que salió publicado en Cuásar hace unos años...
No sé, la verdad que no hay relato que no beba de alguna fuente, sea de forma conciente o inconciente. Que conste en este caso que no hubo intención explícita de emular los casos antes dichos.
Saludos y gracias por las críticas.
Buen relato. Te mantiene prendido todo el tiempo. Pero coincido con el resto, a mi también me recordó a ese tipo de historias como la del Sexto Sentido. Tampoco creo que sea necesariamente un problema, hay varias novelas o películas que manejan los mismos términos y en la tuya funciona la sorpresa final y el hecho de contarlo con niños. Eso sí, pierde un poco de originalidad.
¡Hola ClaudioAlejandro!
Me gustó el relato. Tiene cierta similitud con Sexto Sentido, pero es mínimo. Por lo demás, la estructura y el estilo me parecieron correctos.
¡Felicitaciones!
Aprovecho la oportunidad para invitarte a leer mi relato de ciencia—ficción, si te gusta el género
http://www.ociozero.com/foro/17727/cf-la-rebelion-de-los-grises
¡Mucha suerte en el concurso!
Hola.
Vale, debo reconocer que hasta el último párrafo pensé que el texto era bastante aburrido y simplón. Pero me la he tragado entera. No esperaba ese giro de tuerca, ese cambio final, esa sorpresa cortazariana "del otro lado". La verdad es que es un enfoque original. El texto no destaca por nada más que eso, y quizá es esto lo que hace que no me parezca un texto tan deslumbrante, pero bueno, bien, empezamos bien.
Hola, muchachos. Gracias por leer y tomarse el tiempo de dejar comentarios. Siempre es regocijante descubrir que un relato despierta interés y se relaciona de diversas formas con el bagaje del lector.
La idea del relato es simple pero busca esa efectividad en el final propia de los relatos cortos que hace que dé vueltas en la cabeza un tiempo más luego de ser leído. Allí el lector debe reconstruir la trama y analizar cada punto para ver si el escritor ha logrado engañarlo.
A veces se encuentran cabos sueltos y el desencanto arruina lo que podría haber sido un buen cuento, pero cuando se trata de algo tan pequeño como el presente, es más simple jugar con las palabras y ocultar la verdad hasta el desenlace.
Me alegra que haya gustado.
Saludos.
ME HA ENCANTADO, ES GENIAL, QUE LÁSTIMITA DEL NIÑO, Y ES QUE A VECES, SIN DARNOS CUENTA, AÚN SIENDO ADULTOS TENEMOS AMIGOS IMAGINARIOS, PORQUE EN REALIDAD HABLAMOS SOLOS SIN DARNOS CUENTA. POR TEMOR A QUE LA GENTE NOS TRATE DE LOCOS, PERO NO ES ASÍ.
En cuanto a la supuesta similitud con "Sexto Sentido", dicen que la originalidad no existe.
Por otro lado, tengo una opinión muy personal, y es que el final de una historia es más del 50%, y hay que reconocer que aunque el relato empieza un poco débil, al final resulta que es algo hecho deliberadamente para que el el "twist" nos agarre por sorpresa, además es un cuento bastante corto, lo que evita el riesgo de que el lector deje la lectura a la mitad, valga la redundancia.
Me gustó bastante, felicitaciones.
No por manidos ciertos finales dejan de ser buenos , lo importante es el punto de vista del autor , la originalidad , el toque personal , a mi me gustó mucho tu relato incluso imaginandome el final pensaba : no , no creo , seguro que no ...pues sí.
Felicidades y saludos.
Enhorabuena por este relato, Claudio Alejandro. Me ha gustado. Está muy bien escrito, y con la habilidad suficiente como para no desvelar nada del giro argumental final, el efecto sorpresa.
Por supuesto que el giro final puede que no sea original, pero esto es habitual en el género fantástico. Me parece interesante y, por otro lado, se trata de un microrrelato, donde además es más común esto. Sugerencia: con lo bien que escribes, quizás podrías hacerlo un poco más extenso, con el fin de prolongar la atmósfera que se crea, decididamente inquietante en el cuarto de los niños (me ha recordado a Silvina Ocampo, por cierto... )
Ánimo.
Yo también he colgado un relato, éste en la sección de Terror, "Reunión", por si te/os apetece leerlo y así vamos intercambiando opiniones, si os parece.
Está en:
Bienvenido/a, claudioalejandro
Participas en la categoría de FANTASIA.
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...(...) "y porque era el alma mía, alma de las mariposas" R.D.