The Number of the Beast
Hoy hablamos del tercer álbum de Iron Maiden, el primero con Bruce Dickinson como vocalista
Quizás porque fue el primero que tuve de la banda, tal vez porque fue la voz de Bruce Dickinson la que marcó el devenir de los años siguientes, o puede que por el enorme impacto que ha tenido este disco en la historia del Heavy Metal, para mí The Number of the Beast es el primero del grupo o, al menos, el primero de su etapa principal. Paradójicamente, la huella de Dickinson puede parecer menor porque, a causa del contrato que había firmado con Samson, no podía aparecer como autor de las canciones en las que pudo haber participado. Así, la mayor parte se presentan como obra de Steve Harris con tres excepciones en las que comparte la autoría, una de ellas con el batería Clive Burr (Gangland), quien después abandonaría la banda.
The Number of the Beast es un disco menos urbano y mucho más teatral que los precedentes. A esta imagen han contribuido también elementos ajenos a su faceta musical, como el accidente de automóvil que tuvo durante la edición del disco el productor Martin Birch, que se empotró contra un autobús lleno de monjas (por lo cual le impondrían una multa de 666 libras esterlinas, dicen), o el sambenito de satanistas que les colgaron los reaccionarios de turno, demasiado ocupados en confirmar sus prejuicios como para prestar atención a las letras de las canciones o, simplemente, escucharlas.
La cubierta del álbum fue obra, una vez más, del impresionante Derek Riggs, que brindó una ilustración originalmente prevista para el tema Purgatory aparecido en Killers pero que fue reservada para la ocasión. El disco tuvo una magnífica acogida y se ha convertido en uno de los grandes clásicos del metal, así que seguramente no descubriré nada nuevo a los que lean estas líneas...
Arranca con Invaders, una canción que originalmente se titulaba Invasion y que era de las pocas que tenían ya más o menos lista antes de lanzarse con el disco. Aunque a Steve Harris parece que no terminó de convencerlo, a mí es un tema que me seduce por su enorme energía, que resulta todo lo trepidante que se supone que debería ser una invasión vikinga. Además, me resulta muy interesante porque creo que refleja bien esa extraña conexión de Iron Maiden con el Power Metal, subgénero con el que comparte en ocasiones temática pero siempre con una visión muy propia que los diferencia de sus bandas más típicas.
Tras este arranque brutal pasamos a las notas oscuras de Children of the Damned, inspirada en la novela El pueblo de los malditos de John Wyndham (The Midwich Cuckoos, en el original inglés, es decir, Los cucos de Midwich), una de esas canciones que muestran la tendencia oscura y de terror de la banda, así como su tendencia a beber de fuentes literarias. Misteriosa, inquietante y de una gran melancolía, es mucho más que una balada.
Y volvemos a la acción con The Prisoner, compuesta por Steve Harris y el guitarrista Adrian Smith retomando la idea de la serie de televisión homónima, de la que incluye un fragmento audio en el arranque con permiso de sus creadores. Como vemos, seguimos la estela de la ciencia ficción más oscura, en este caso distópica, y se nos transmite la angustia y la rebeldía de ese protagonista que intenta escapar de su destino. Es una canción dinámica y melódica al mismo tiempo que muestra auténtica narrativa con sus cambios de ritmo.
Como cierre de la cara A, una de las canciones que más indescifrables me han resultado siempre de Iron Maiden: 22 Acacia Avenue, compuesta de nuevo por Smith y rescatada y retocada por Harris para la ocasión. Es un tema que nos remite a Charlotte the Harlot (aparecido en Iron Maiden) y a una vida sórdida en torno al sexo. Es dramática en su melodía e inquietante, y quizás el único tema auténticamente urbano de todo el disco. En ese sentido es un náufrago dentro del conjunto, pero de una gran calidad en cualquier caso.
En la cara B comenzamos con el tema que da nombre al disco: The Number of the Beast. Basado en una pesadilla que tuvo Steve Harris tras ver La profecía II, es una buena condensación de las virtudes y el estilo de todo el disco y de lo que estaba deviniendo Iron Maiden. Tiene un lado narrativo muy marcado, incluso teatral (aun cuando Vincent Price no llegara a ser el encargado de poner voz a la entradilla), muchos registros musicales y es ideal para que Bruce Dickinson muestre todos los registros vocales a los cuales era capaz de llegar. Muy representativo de lo que se consiguió hacer en la época. Un gran clásico.
Y cuando parecía que el nivel no podía subir, nos echamos al monte con Run to the Hills, otro tema trepidante que aún sigue haciendo bailar a generaciones. Dinámico, implacable, es a la vez una denuncia de la violencia de la colonización del continente americano y un canto en honor de los indios que lo sufrieron con dignidad y valor. Todo un himno que ha resistido generación tras generación sin perder su frescura. Se comprende que fuera elegido como single de presentación.
Como interludio tenemos Gangland, la canción que hubiera podido ser sustituida por Total Eclipse (una de las dos tenía que ir como cara B del single). Al final, parece que los propios miembros de la banda coinciden en que tomaron la mala decisión al conservar en el disco el tema compuesto por Harris y Burr. Francamente, a mí me parece una buena canción. Quizás queda algo eclipsada entre tanto temazo, pero tiene ritmo, unos cambios de registro que Dickinson borda y mucho gancho. Quizás, por temática criminal, hubiera encajado mejor en el Killers, pero tampoco es para tirarse de los pelos.
Y como cierre, Hallowed Be Thy Name, una obra maestra que, para mí, desarrolla esa vocación de espectáculo que ya habíamos visto en Phantom of the Opera (aparecida en Iron Maiden), pero la lleva todavía más lejos: hay narrativa, hay puesta en escena, hay virtuosismo, hay estética... El tema ideal para que todos los miembros de la banda lucieran sus habilidades y, en particular, Bruce Dickinson, por si había que confirmar que estaba a la altura para tomar las riendas (o parte de ellas) en la banda.
Con The Number of the Beast, Iron Maiden alcanza, a mi entender, una madurez que es la base de sus siguientes trabajos. No se puede hablar de culminación porque todavía quedaban muchas cosas por conseguir, pero sin duda es un trabajo impresionante. Para mí, uno de esos discos que no me abandonarán nunca... Como curiosidad, mencionar que en esta ocasión no hubo canciones instrumentales, lo que, sin duda, junto al cambio de cantante, tuvo que resultar chocante a muchos fans.
¿Y qué pasa con Total Eclipse? El tema que debería haber salido en el disco apareció como cara B del single Run to the Hills. Es un tema apocalíptico, solemne y oscuro que hubiera funcionado a la perfección dentro del conjunto y aportado variedad de enfoque, que transmite bien el mayestático horror del fin del mundo con vertiginosos solos de guitarra y pesados acordes como farallones que se derrumban sobre un mar negro. Por desgracia, es un tema poco conocido de la banda que bien merece la pena ser descubierto.
- Blog de Bloody Maiden
- Inicie sesión para enviar comentarios