Iron Maiden
Echamos un vistazo al primer y homónimo disco de la banda británica
Cuarenta años se pasan rápido cuando se escucha buena música. Demasiado rápido. Y ahí está Iron Maiden para demostrarlo. Cuando los descubrí con apenas diez años fue a través de una camiseta del Somewhere in time estando de campamentos y, poco después, se convirtieron en mi referencia con el lanzamiento del Fear of the dark. Acostumbrado a la voz de Bruce Dickinson, es normal que al principio los dos primeros discos de los Maiden me resultaran chocantes, pero un día, en el rastro, di por casualidad con un casete titulado The harder they come (que a pesar de su carátula a color, sigo pensando que era apócrifo) y fui cayendo bajo el influjo de Paul Di'Anno.
Os cuento todo esto no solo por permitirme mi momento de nostalgia, sino porque soy consciente de que los vocalistas han marcado Iron Maiden de tal forma que hay un antes, un después y un entremedio entre sus seguidores. Decidido a repasar toda su discografía en orden, he tenido que hacer un esfuerzo de abstracción que, al final, ha resultado enriquecedor. Y esto es lo que he encontrado.
Arrancaba el disco con Prowler, un tema que presentaba un sonido “sucio” en su guitarreo, muy rítmico, para lo que nos acostumbró después el heavy canónico. Influencias del punk, decían. Y Di'Anno nos regalaba con una forma de cantar que adelantaba ya un estilo muy del grupo a la hora de abordar la narrativa de terror. Porque esa habilidad ya estaba dentro de su primer disco: la de hacer una buena banda sonora para un slasher. La historia de un merodeador por la ciudad, siguiendo a chicas bonitas con evidentes malas intenciones, será desarrollada más adelante en otros temas del grupo. Los coros, que a mí nunca me terminaron de convencer, delataban influencias anteriores del rock duro setentero.
De ahí pasamos a Remember Tomorrow (al menos en la primera versión del disco, la de 1980, antes de su remasterización de 1988), donde la impronta de la psicodelia de la década anterior es perceptible, pero aquí la cosa adquiere tintes siniestros, a un ritmo lento como un mal viaje, hasta que las cosas se precipitan al abismo. Este tema onírico es también la oportunidad de Di'Anno para demostrar que, por muy punki que lo pintaran, tenía registros más que suficientes incluso para abordar el power metal.
Con Running Free toca hablar de un primer temazo indispensable de la banda, de una canción hecha para la leyenda, impresionante y atemporal. La letra de adolescentes desbocados, barriera, con su punto gamberro, no deja de estar bañada de una cierta épica. Y el bajo de Steve Harris... ¡ah, ese bajo! Una canción redonda, hecha para gritar y para saltar. No es de extrañar que se convirtiera en una ineludible en el grupo.
A continuación encontrábamos un tema que mostraba hasta que punto Iron Maiden fue ambicioso desde sus inicios. Puede que Phantom of the Opera haya quedado algo sepultada en la impresionante discografía de la banda, pero es de justicia dedicarle elogios mayores. Hablamos de un primer disco (con permiso de The Soundhouse Tapes) y de una canción que es compleja, teatral, con referencias literarias, imbuida del terror lúdico propio del grupo, con solos, osados cambios de ritmo, de una exigencia técnica considerable. Opera rock, que bautizaron estas cosas. Increíble.
Para volver a tomar ritmo, en la cara B comenzábamos con Transylvania. Confieso que durante mucho tiempo no me convencían las canciones instrumentales, pero con la edad he ido descubriendo su fuerza y su magia. El trabajo a la guitarra de Dave Murray, secundado por Dennis Stratton y guiado por Clive Burr a la batería, nos transporta a bosques oscuros poblados de quién sabe qué monstruos. Al final, se ha convertido en una de mis favoritas.
Después entramos en la calma inquietante de Strange World. Una vez leí que Iron Maiden no hacía nunca baladas propiamente dichas, ese subgénero tan metalero, aunque sí canciones lentas. Es posible. Lo que no quita para que hayan sido capaces de hacer temas introspectivos, como el presente. Un poco en la linea de Remember Tomorrow, pero más triste y pausada, es una canción que nos da un respiro antes de pasar a...
Sanctuary. Aquí la tralla va en cantidades industriales y reencontramos el tono algo gamberro de Running Free. En el mencionado The harder they come se escuchaba una versión en directo del tema. Antológica. Energía pura mezclada con virtuosismo. A degüello. Un tema poco conocido pero que, personalmente, a mí me marcó de crío.
Seguimos con la senda del rock urbano con uno de los temas más atípicos de Iron Maiden: Charlotte the Harlot, escrito por Dave Murray en solitario, cosa única. La historia de esta prostituta con un ritmo lleno de fuerza y cambios siempre me hace pensar en los primeros discos de Barricada. Si a los Maiden les hubiera dado por el rock de garaje, quién sabe.
Y cierra el disco por todo lo grande, con un himno que muestra la clarividencia del grupo desde sus primeros pasos. Hablamos de Iron Maiden, claro. El propio hecho de situarlo como tema de cierre habla por sí solo. Y no, a pesar de las polémicas y los rumores de la época la canción no va de la Tatcher, al menos directamente, sino que vuelve a ese horror teatral tan propio de la banda. El momento ideal para sacar a pasear al Eddie en los conciertos, que empezó a ilustrar las cubiertas de los discos de la mano de Derek Riggs convirtiéndose en un elemento icónico de la banda.
Como se puede ver, desde su primer disco oficial, Iron Maiden sentaba ya los cimientos de la que se convertiría en una banda mítica y motor de la NWOBHM (New Wave of British Heavy Metal), que revolucionaría el rock y nos volvería locos a unos cuantos de por vida. Es un disco más urbano que los posteriores y es cierto que es bien distinto de estos, pero tampoco hay que negar que había ya un germen evidente de lo que la banda llegaría a ser.
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