Astérix y Cleopatra
Reseña del sexto cómic protagonizado por Astérix
Este número es quizás visto como el segundo eslabón claro de la serie de viajes de Astérix por las civilizaciones de la Antigüedad, pero no hay que llevarse a engaño: a diferencia de otros títulos que seguirían la estela de Astérix y los godos, Astérix y Cleopatra no se centra en las curiosidades de Egipto (no, al menos, del contemporáneo, con alguna salvedad respecto al turismo de masas), sino que es un guiño al mundo del cine y, en particular, a las superproducciones de la época conocidas como peplums, como La caída del Imperio Romano, Ben-Hur o, cómo no, Cleopatra.
Por supuesto, y muy en particular en el apartado gráfico de la mano de Albert Uderzo, se aprovechará para crear un ambiente de cachondeo sobre los tópicos de las antigüedades egipcias, como los retratos de perfil con los hombros hacia delante (bien hilado con las señales de tráfico de cuidado, niños), la falta de la nariz de la Esfinge de Gizeh o el propio uso de los jeroglíficos (magnífica la escena en la que Obélix va a intentar chapurrear la lengua de los faraones).
No obstante, es evidente, y no solo en la cuestión anacrónica tan propia de los cómics de Astérix (a veces voluntaria, a veces cabe imaginar que por desconocimiento), que el eje principal de la historia es el mundo del cine, el espectáculo, encarnado en los comentarios incesantes sobre la nariz de Cleopatra, la composición de la imagen de cubierta, la estructura narrativa (con su magnífico golpe de efecto final) y, punto clave, el propio chiste de arranque de la obra, con René Goscinny detallando la ingente cantidad de material técnico invertido en la obra (¡litros de tinta!) mientras aporrea sin cesar su máquina de escribir.
Con estos mimbres, Astérix y Cleopatra destaca por su originalidad dentro de la primera parte de la serie (data de 1965). No es solo que el escenario sea magnífico y bien distinto de los precedentes, sino que la trama con la que se presenta (una absurda apuesta entre Julio César y Cleopatra) da pie a numerosas escenas divertidas y, además, a un desarrollo que maneja bien la tensión argumental. Esto no es óbice para que se repitan algunos gags clásicos, como los encuentros con los piratas, la censura a Asurancetúrix o los juegos de palabras con los nombres de los personajes (si el arquitecto amigo de Panorámix lleva por nombre un evidente Numérobis, su antagonista se llama Amonbofis, que en francés vendría a sonar como a mi yerno). La retrancra de los personajes y el guión son, de hecho, el punto fuerte de toda la obra.
En conjunto nos queda un cómic muy conseguido y que tenía todos los elementos (qué sorpresa) para que se convirtiera en la primera adaptación cinematográfica de la obra de Uderzo y Goscinny. No es de extrañar: Astérix y Cleopatra es un cómic en el que se ve cómo el universo creado por estos dos genios alcanza su madurez y, lejos de acomodarse en la fórmula que les había dado el éxito, se lanza a explorar nuevos territorios, no solo geográficos, sino también argumentales.
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