El pequeño vampiro
Reseña de la novela de Angela Sommer-Bodenburg publicada por Alfaguara
En buena medida, abrí este blog a causa de El pequeño vampiro. Ahora que la mitad de mis hijos saben leer y el resto están en camino, he empezado a revisitar de un modo más sistemático aquellos títulos que rondaban por casa y que me habían marcado en mayor o menor medida. Entre ellos, la novela de Angela Sommer-Bodenburg tiene un lugar de honor: ha sido una de las historias que más me ha fascinado tanto por el argumento en sí como por las fabulosas ilustraciones de Amelie Glienke.
Como muchos lectores sabrán, El pequeño vampiro nos cuenta la inquietante amistad entre uno de estos monstruos, también niño en apariencia, y un chaval al que le encantan las historias de miedo. Está enfocado casi como una comedia de situación en la que se contraponen unos padres liberales y escépticos con la absurda situación de que su hijo haya entablado amistad con un vampiro real. Por supuesto, la incredulidad tiene un papel clave en la narración, así como el choque cultural, por llamarlo de alguna forma, que se produce.
El estilo de Angela Sommer-Bodenburg es dinámico y sencillo, más expositivo que otra cosa. Seduce por los elementos que presenta en la historia más que por el modo de contarla. Su lectura es poco exigente y se apoya principalmente en los diálogos, que son naturales y vivaces, muy divertidos en ocasiones. En buena medida, son la salsa del libro, sobre todo por lo bien que transmiten el carácter de los personajes, tanto de Anton, el protagonista algo parado, como de Rüdiger, el vampiro impredecible.
Hay que señalar que la autora no dulcifica al monstruo, pero lo mantiene como un niño, lo que da un contraste cómico. Es como si el vampirismo lo hubiera confinado a una infancia sin fin que no termina de comprender ni de disfrutar. Esa ambivalencia del personaje, que lo mismo se divierte haciendo pasar un mal rato que hace reír con alguna bufonada, es una de las claves de la novela. Después de todo, encarna lo que es pasar un buen mal rato.
De esta manera, El pequeño vampiro se sale del molde de la fábula. No es una de esas historias que simplifican el conocer al diferente. Aquí se trata de conocer al monstruo y asumir algunas contradicciones, inquietudes y temores fundados, por lo general encarnados por otros miembros de la familia Von Schlotterstein. El lector, sacado de los parámetros del cuento didáctico, se enfrenta a más matices y una sensación de transgresión que hace pensar a la propia experiencia de atreverse a asomarse a la cripta de un pequeño vampiro. Supongo que por eso deja huella.
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