Piratas, no: bucaneros
Con la primera caja de piratas de la segunda hornada, llegan los bucaneros
Playmobil, en su colección pirata, ha sabido aunar con acierto el trasfondo histórico con la jugabilidad de los muñecos. Cajas como esta que nos ocupa hoy es una buena muestra de ello.
La caja Playmobil 3794, una de las incorporaciones del año 1990, nos traía el primer grupo de tres piratas con los que complementar la tripulación estándar del barco del mismo año, una tradición que se mantendría en sucesivas series. La peculiaridad de esta, algo que por el contrario no se ha vuelto a repetir, es el atrezo: vemos a nuestros tres piratas en una isla —o al menos, ejem, es lo que sugiere el árbol raquítico— rodeados de todo tipo de viandas. Un cerdo en el espetón sobre su correspondiente hoguera, un barril de cerveza con jarras para todos los presentes, un cubo de agua, un cucharón y una cesta con algunas provisiones... solo el baúl aherrojado en el que transportan las herramientas y, por supuesto, el oro parecen propios de piratas.
Pero, claro, es que estos no son piratas, sino bucaneros. Aunque, pasado un tiempo, unos y otros terminaran asimilándose.
Los bucaneros, en origen, eran aquellos cazadores que se dedicaban a bucanear, es decir, a cazar cerdos y vacas salvajes para ahumar su carne de cara a venderla a los marineros —y los piratas— de la zona. De hecho, el término viene de bucán, que en lengua caribe hace referencia a la rejilla de madera que se usaba para procesar la carne.
La relación entre los bucaneros y los caballeros de fortuna, a quienes suministraban provisiones regularmente, se vio acentuada con el tiempo y las distintas decisiones de los gobiernos de la zona, hasta un momento en el que no se sabía dónde empezaban unos y acababan otros. Finalmente, los bucaneros, privados de su modo de vida tras el exterminio de los animales a los que daban caza por parte del Imperio Español, emigraron a Tortuga y se unieron a los filibusteros.
A priori, los bucaneros eran de origen francés —normandos, para ser más precisos—, pero, como ocurría en estos casos, había bastante mezcla en el caos de las zonas fronterizas del Caribe. Así, la mezcla que nos presenta Playmobil —un veterano con su gorro frigio y su garfio y con un novedoso cinturón, puñal incluido; un cantonés de larga trenza morena y aspecto afable y el que parece su líder, aunque solo sea por no ir descalzo, un marino elegante con su pipa, su casaca y sus mostachos— resulta tan acertada como sugerente.
Una ventana abierta más al apasionante mundo de los mares caribeños en plena época dorada de los piratas. Trabucos, hachas, alfanjes y... qué demonios, un buen trozo de bucán.
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