El León rampante navega... sí, una vez más

Imagen de Long Clic Silver

Los piratas argentinos también tuvieron su navío. Y este no fue otro que el primer barco pirata Playmobil.

 

Cuando hace unos meses escribí la entrada Piratas de ultramar pasé por alto la existencia del barco pirata de Antex Andina, la compañía que, al parecer, se dedicaba a la fabricación de los Playmobil en Latinoamérica. Este, sin embargo, existe (con la referencia 13750), aunque el barco en sí nos trae pocas novedades: la estructura básica es la del barco pirata 3550, aunque lleva los blasones que vimos en el barco pirata 3750 y, más adelante, en el barco pirata 3053. Sí, cuatro cajas con el mismo modelo de navío, que, no nos cansaremos de repetirlo, traía posibilidades más que suficientes para encandilar durante años a la chiquillería.

El mismo material que vemos a bordo tampoco tiene gran cosa de novedoso. Las angarillas y algún detalle más no corresponden a la época aparente del barco, pero tampoco resultan extrañas después de haber visto el resto de las cajas argentinas.

La tripulación que vemos sobre la cubierta, distinta a la que conocimos en dichas cajas, sigue igualmente esa línea híbrida entre los clics de la segunda generación (que no tenían los pies demarcados aunque sí podían mover las manos), y los de tercera generación (que ya incluían detalles como dibujos en la ropa, barbas pintadas, etc.). El reparto de pañuelos, sombreros tocados con plumas e incluso los dos perros es inusual y resulta moderno, sin duda, pero en la misma línea que lo ya descubierto.

 

 

Así, para no dejar esta entrada tan huérfana, vamos a asignar una identidad algo arbitraria al capitán que se entrevé más allá del plástico que protege la caja. Diremos, dado que estos clics se encuentran tanto en Argentina como en Brasil, que estamos ante Roche Braziliano (también conocido como Rock el brasileño), uno de los más feroces corsarios que haya operado en el Caribe.

Este terrible pirata, que convivió con algunos caballeros de fortuna particularmente famosos, como Henry Morgan o el Olonés, era de origen holandés (se rumorea que su auténtica identidad era la de Gerrit Gerritszoon) y debía su apodo al tiempo que había pasado “exiliado” en las posesiones holandesas en Brasil. Se labró fortuna como pirata al capturar un navío con un cargamento particularmente valioso que consiguió hacer llegar, sano y salvo, hasta Jamaica, pero por lo que su nombre quedó grabado para la posteridad fue por sus extravagancias y, sobre todo, por su total falta de piedad.

Se contaba de él que cuando había conseguido un buen botín, compraba un barril de vino y se situaba en mitad de las calles de Port Royal, jarra en mano, a apurar su contenido. Obligaba entonces a todo aquel que pasase por el lugar a quedarse a echar un trago con él. Si rehusaba, le descerrajaba un tiro con su pistola ahí mismo. Puede parecer exagerado, pero en la época los piratas no solo se toleraban en la isla, sino que se fomentaba su presencia para hacer guerra sucia contra el Imperio Español.

Cabe suponer que a los súbditos de este no les invitaría al susodicho trago (o tal vez sí, quién sabe), si nos atenemos al salvaje trato que les dispensaba cuando se cruzaban en su camino o, peor aun, osaban oponerse a su voluntad. En más de una ocasión asó vivo a alguno de sus prisioneros y, al menos una vez, simplemente porque rehusaron a venderle un cerdo.

Mejor no fiarse de él, sin duda, por muy amplia que sea la sonrisa que luzca. Aunque nos convide a una jarra repleta de buen vino de Madeira.

 

 OcioZero · Condiciones de uso