Cuando se levanta galerna
Ya ha salido el nuevo catálogo Playmobil para este año, y no pinta muy bien (excepción hecha para los amantes de James Bond), así que agachemos la cabeza y perdámonos por Port Royal
Y eso es todo. No hay mucho que rascar, me temo. Las novedades piratas de este año se reducen a este reconvertido caballero de fortuna, al que se han limitado a dotar de un sombrero digno para la ocasión de nombrarle capitán. Francamente, después de la fiebre desatada con los piratas fantasma, esperaba algo más para este año. Esperemos que la línea de piratas no corra la misma suerte que la de los indios y vaqueros. Lo único que queda es refugiarse en alguna taberna portuaria y retomar nuestra narración por donde la habíamos dejado...
Nota.- en honor a la verdad, este año presentan como novedad, también, el barco corsario sin tripulación ni accesorios. No es para echar las campanas al vuelo, pero había que señalarlo.
Estábamos en 1979 y teníamos ya a nuestro capitán pirata (Morgan, cómo no). El siguiente paso era buscar una tripulación adecuada para la ocasión, y la primera referencia que encontrábamos era todo un canto de sirena (arrecifes al fondo incluidos): marinero con barril.
Esta ha sido una de las marcas distintivas de Playmobil a lo largo de todos estos años, y no me refiere a la cerveza abundante de reminiscencias germánicas (demonios, cinco jarras y un barril para un solo marinero), sino a no perder de vista el lado constructivo de las cosas. Ahí donde otros fabricantes de juguetes se limitaban a desplegar un buen repertorio de armas, los clics parecen rehuir el lado más bélico del mundo. Sin duda, se muestran positivos. Incluso cuando hablamos de piratas, se ponen facilidades a que brinden y busquen tesoros al menos en la misma medida en que disparan cañones y se baten en duelo. Creo que es una buena baza para un juguete. Por supuesto, cuando uno es pequeño tiene ganas de que sus piratas rebanen gañotes, que decían los de Peter Pan, pero es bueno también encontrar momentos para la calma, dedicar parte de la historia a que cenen en torno a una hoguera o se beban unas pintas de cerveza.
Así, el primer posible recluta para la tripulación, que nos presenta otro clásico de la sombrerería piratil Playmobil (el sombrero de tres picos), no es otro que un marinero borrachín. Incluso el martillo que lleva no está pensado para lanzarse al abordaje, sino para clavar el grifo en la barrica, un detalle que muestra también el amor documentalista de estos juguetes.
La cosa no queda aquí: antes de encontrar una caterva de aguerridas ratas porturarias, nuestro capitán habrá de pasar por una propuesta que a mí, en mis años niños, me resultaba tan aterradora (por la posibilidad de que me la regalaran por error en mi cumpleaños) como fascinante a día de hoy: la carreta de los labriegos.
Campesinos, nada menos. Y pensados para la época, no para los medievales o los actuales. Si no lo creéis, observad los sombreros. Al igual que el marinero, el campesino lleva un chaleco abotonado (un clic de frente y se ajustaba a la pechera), uno de los clásicos también entre corsarios. En justicia, hay que decir que el carro iban muy bien surtido, lleno de complementos (como el detalle del cubo colgando), y que bien podían valer para un par de persecuciones o los socorridos momentos entre batallas (cuando se transportan los tesoros y a los heridos).
De todas formas, estos no eran los tripulantes adecuados para un bajel pirata ni la compañía adecuada para buscar un tesoro: estaban demasiado vinculados al lado prosaico de la existencia. Bueno, quizás el marinero tenía un pase. Después de todo, nuestro capitán iba sobrado de pistolones y le podía dejar un par. Además, parecía un buen bebedor.
Por cierto, muy bucólico el detallito de la hierba seca en hatillos sobre el carro. Los encargados de la publicidad de la época se lo tenían que pasar en grande. Quién hubiera pillado un trabajo de estos...
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