Crónica del vigésimo noveno partido de la ronda de selección del Trofeo Cráneo Abierto – 2489, disputado entre las Topillos Sanguinarios, los Colmillos Aguzados, los Jabalíes Sangrientos Rampantes y los Valar de Ashvalian.
Los elfos partían como favoritos hasta para los necios de la Revista Roncos y, aunque durante los primeros minutos parecía que solo iban a conseguir un Premio Pardus al equipo peor coordinado de la historia, terminaron por imponerse y desmarcarse como máximos anotadores de la ronda. Para que luego digan que la lluvia perjudica el juego de balón...
Vayamos al tuétano:
Una fina llovizna ha dejado los balones resbaladizos y lubricado los sesos de los árbitros hasta el punto de que no se dan cuenta de que los Colmillos Aguzados entran en tromba con 12 jugadores. Los Topillos Sangrientos, con las rejas recién levantadas, ni siquiera se plantean frenar la estampida de sarcos y estos desmarcan a un receptor para anotar el primer tanto del encuentro.
A diferencia de los Jabalíes Sangrientos Rampantes, que, conscientes de la longitud de sus piernas y del peso de sus barrigas, se despliegan en abanico frente a la portería, los Valar de Ashvalian protagonizan un sonrojante espectáculo de torpeza al arrollar a los trastolillos y caer miserablemente, una y otra vez, mientras intentan recuperar el balón y emular a los sarcos. Solo salvan los platos al tirar el balón a la avanzadilla orca que se dirigía a su puerta.
En el colmo del patetismo, el lanzador de los Valar pincha el balón que llevaba entre manos, algo solo permitido a tipos rudos, no sé, trolls y ogros. Lamentable. Por supuesto, ocupados en revolcarse en el fango, se muestran incapaces de evitar que ¡un bloqueador orco les anote en puerta!
Muy en la misma línea, el lanzador de los Valar recupera el balón y, tras estamparlo en la máscara facial de uno de los puntas de su equipo con un pase preciso, llegan al nivel más bajo de patetismo imaginable al robar más risas al público que los trastolillos. A partir de ahí, se catapultan hacia la victoria, empezando por un elegante tanto de uno de sus interceptores en puerta de los Topillos Sanguinarios.
Los equipos técnicos de los estos y de los Jabalíes Sangrientos Rampantes se enzarzan en un conflicto de espionaje encarnizado hasta que descubren que no tienen nada de interés por descubrir. Entre tanto, los trastolillos han desatado en el campo uno de esos desastres llenos de pifias que tanto gustan a sus hinchas: los balones que grácilmente habían recuperado del público tanto orcos como sarcos como elfos ruedan por el fango junto con algunos jugadores.
No son los únicos que aprovechan la confusión: un receptor sarco se desmarca y anota en puerta elfa para ser emulado poco después por un línea de los Valar. Los tres balones, contra todo pronóstico, se resisten a quedar atascados.
Las animadoras de los Valar de Ashvalian y los bufones de los Topillos Sangrientos enardecen al público y a sus jugadores por igual, sobre todo a los trastolillos, que hacen lo que mejor saben hacer: dejar en ridículo a sus contrarios. Uno de los puntas se escurre de la melé generalizada, hace que se estampen entre sí un defensa sarco y un bloqueador orco, recoge un balón perdido y lanza a 5 brazas de distancia para marcar en puerta sarca, toda una proeza para un canijo semejante.
Mientras, los orcos se limitan a amenazar la puerta sarca tras una intercepción y los elfos, nada dispuestos a enfangarse los uniformes sin balones a tiro, se reorganizan en uno de esos raros episodios tácticos tan impropios del Brutal Ball.
En un interludio de calma, las hermosas animadoras elfas siguen con sus cantos y voluptuosos bailes intentando convertir en hombres a los Valar de Ashvalian, tarea imposible a todas luces pero digna de la atención de todo el público, que casi se pierde la única jugada remarcable de los trastolillos: uno de sus puntas se desmarca con el balón y ¡anota un tanto tras una carrera de casi una docena de brazas!
Pasada la mitad del encuentro, las horas de entrenamiento se empiezan a notar, sobre todo gracias a la disciplina de hierro de los elfos, que dan un vuelco a la confrontación. A pesar de su posición de zagueros por culpa de los desmanes trastolillos, aprovechan el caos sembrado por los Jabalíes Sangrientos Rampantes: los orcos no solo marcan en puerta sarca y derriban a un sarco que se había desmarcado con el balón frente a la puerta de los Topillos Sanguinarios, mordiendo el polvo igualmente, sino que desbaratan todo el campo. Nada como un piel verde para crear diversión.
Los Valar de Ashvalian, mucho más efectivos, anotan con el balón perdido y también en puerta sarca para luego despejar ¡a base de golpes! el centro del pozo y su propia área. ¡Elfos repartiendo caña a sarcos y orcos! ¿¡Nos hemos vuelto locos!? El estadio, desde luego, sí, y los cánticos y los aullidos de los hinchas llenan la noche mientras los elfos se adelantan definitivamente en el marcador.
Los Jabalíes Sangrientos Rampantes, espoleados por sus animadoras —sí, esas criaturas verdes llenas de curvas y capaces de placar un buey— se esfuerzan por quebrar la defensa sarca y avanzan penosamente braza a braza mientras los elfos se enseñorean de todo el campo.
Y llega el fin, el irremediable fin entre cánticos de las animadoras elfas y orcas, que intentan infundir ánimos en los últimos compases del encuentro y solo consiguen la expulsión del defensa orco número 5 por violencia deliberada en un placaje sobre un trastolillo. En su descargo, hay que incidir en que el avance trastolillo ya estaba condenado al fracaso sin la intervención orca —gracias a la presión elfa— y que el golpe fue tan artístico como gratuito.
La venganza, no obstante, está servida para un fin de partido tan patético como el arranque: un lanzador de los Topillos Sangrientos se escurre provocando la caída de varios defensores, recoge el balón perdido por su compañero, lanza quemando todas las esperanzas de su banquillo y marca ¡haciendo perder por el camino el balón al interceptor elfo que estaba a punto de anotar un tanto! El melón rebota miserablemente a la puerta y causa la pérdida de un punto a los sarcos sin puntuar.
Con un último balón en juego y la arena agotándose en las ampollas, el partido se convierte en un réquiem sangriento en el que todo vale, desde intentar apresar a un trastolillo para usarlo de proyectil o marcarse un esprint sin haber corrido en la vida. Los orcos apenas consiguen reorganizarse un poco —léase ponerse en pie— y dejan todo el protagonismo a los elfos.
Y ahí los Valar de Ashvalian brillan de nuevo. El línea 9 salta por encima del caos generalizado, roba el balón al jugador sarco y mientras este todavía babea su vergüenza se marca un lanzamiento preciso. Tocado el balón en vuelo, todo parece que va a quedar en nada cuando un interceptor elfo esquiva a tres sarcos, que caen como barriles asmáticos, y marca esprintando 11 brazas en la puerta de los trastolillos.
El esfuerzo ha valido la pena: los Valar de Ashvalian se destacan como los máximos marcadores de la fase clasificatoria. Al menos, hasta el momento. Como jugador destacado, Valen Ëowen, con un ensayo y cuatro jugadores enviados a enfermería, y como nota negativa la lesión de un interceptor que se perderá la segunda ronda eliminatoria.
Valar de Ashvalian
dioses en el pozo
¡pases celestiales
y puños gloriosos!
Resumen de los resultados:
Topillos Sanguinarios (Trastolillos; Valor = 650 Pozales de Oro) – 2 puntos
Colmillos Aguzados (Sarcos; Valor = 950 Pozales de Oro) – 3 puntos
Jabalíes Sangrientos Rampantes (Orcos; Valor = 800 Pozales de Oro) – 6 puntos
Valar de Ashvalian (Elfos; Valor = 1100 Pozales de Oro) – 17 puntos
¡Bien, bien!
Las fotos están bien pero el caos generalizado de minis brillantes metálicas es.... ummm tan familiar.
Apenas se distinguen los equipos, aunque tampoco importa mucho. Las casillas te han quedado un poquito pequeñas, ¿no? Ya de pie caben algo justas las minis pero tumbadas ocupan dos, ¿o es que tumbadas ocupan dos? Me he perdido varias entregas de reglas y ya no sé...
Es probable emitió su esperma de una forma muy descuidada.