El hombre al revés

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Reseña de la séptima novela de Fred Vargas, la excepcional escritora policíaca francesa. Un libro muy interesante por la originalidad de la investigación y del propio crimen.

Uno de los grandes placeres cuando se vive en un país extranjero es acabar conociendo su cultura. Durante mi estancia en Francia me he propuesto, en esta línea, leer autores franceses, pero no sólo los grandes consagrados, sino esos otros, a veces considerados comerciales, que conforman las lecturas de aquellos no interesados especialmente en las joyas literarias ni en los bestsellers. Fue así como “L´homme à l’envers” (El hombre al revés) cayó en mis manos.

 

Es cierto que hice un poco de trampa, pues ya me había leído algunos relatos suyos recopilados bajo el título “Coule la Seine” (Discurre el Sena) y era, además, una autora que ya me habían recomendado. La trampa, no obstante, no fue castigada, sino todo lo contrario.

 

Me encontré con un libro francamente entretenido, con unos personajes tan carismáticos y variados que sólo por ellos apetecía seguir la historia, y con una trama inteligente y con buen ritmo. La puntilla, como es de obligación en una novela que se pretenda policíaca, fue el final, pues era de éstos que te dejan satisfecho, algo sorprendido –sobre todo de no haberlo pensado antes o de no haber estado más seguro de quién estaba detrás de todo- y con la sensación de que todo ha encajado como tenía que encajar. Un buen trabajo, sin duda.

 

Pero más allá de la valoración sobre su propio oficio de escritora de misterio, me voy a permitir hacer otra, elogiosa, sobre su habilidad como documentalista. Como consecuencia de sus estudios de arqueóloga medievalista, imagino, Vargas conoce a la perfección lo que es el trabajo de campo, lo que se refleja muy bien en el tratamiento que da a los personajes secundarios de los pueblecitos franceses que visitaremos en la novela. Y esto es muy importante, porque toda la novela reposa sobre una leyenda, que sus vecinos compartimos, la del hombre lobo, y una historia que nos es más ajena, la de la bestia de Gévaudan, y cómo éstas se traslucen a través del hombre de a pie.

 

El resultado es magnífico, por lo que además de ofrecernos una buena novela policíaca, Vargas nos obsequia con un interesante retrato de la Francia rural y sus más oscuros temores. Un libro muy interesante que me hace pensar que en Europa tenemos nuestro propio enfoque del género.

 

Autor

 

Fred Vargas –pseudónimo elegido en honor a María Vargas, personaje representado por Ava Gardner en “La condesa de los pies desnudos”- nació en París en 1957, ciudad donde reside actualmente y que utiliza de escenario para las aventuras de su personaje principal Adamsberg. Es arqueóloga, especialista en la Edad Media y un valor seguro dentro de la literatura policíaca francesa.

 

Ha publicado las novelas “Los juegos del amor y la muerte” (1986), “Los que van a morir te saludan” (1987), “Que se levanten los muertos” (1995), “Un poco más a la derecha” (1996), “El hombre de los círculos azules” (1996), “Sin fuego ni lugar” (1997), “El hombre al revés” (1999), “Los cuatro ríos” (2000), “Huye rápido, vete lejos” (2001), “Discurre el Sena” (2002) y “Bajo el viento de Neptuno” (2004), así como varios ensayos.

 

Sinopsis

 

Las repetidas carnicerías perpetradas sobre los rebaños de ovejas del Mercantour ponen a los pastores en prevención contra los lobos del cercano parque natural. La muerte de una pastora levantará sospechas entre los aldeanos sobre la presencia de un hombre lobo en la zona.

 

Edición

 

El hombre al revés

Ediciones Viviane Hamy, 1999

Colección “J’ai lu”

Edición de bolsillo

 

Edición en castellano

 

Espasa-Calpe, 2001

Rústica

Traducción de Pilar González Rodríguez

 

Conclusión

 

La criminalidad en Europa tiene un sentido muy distinto al norteamericano; no sólo se trata de una mentalidad y un modo de vida distintos, sino de un entorno y una filosofía casi ajenos. Desde esta óptica, resulta extraño comprobar que muchos autores no han conseguido desvincularse de las influencias novelísticas procedentes de los Estados Unidos de América.

 

Para que una novela policíaca tenga la efectividad requerida planteándola en un territorio próximo geográfica y culturalmente, es necesario un gran conocimiento del mismo y de sus habitantes que, probablemente, serán también los lectores. Vargas lo tiene, y es por ello que sus escritos tienen la agilidad y la tensión de sus equivalentes americanos pero sin necesitar esa pátina de fantasía que cubre –para nosotros- las historias de estos últimos o de sus imitadores locales. Un estilo, a mi parecer, muy interesante.

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