Una crítica comparativa de la película Asfixia respecto a la novela original de Chuck Palahniuk
Es complicado entrar a valorar la figura de Chuck Palahniuk. Una especie de enfant terrible (pero terrible, terrible) de la nueva novela estadounidense, heredero de la generación X y destructor de la misma, con un espléndido olfato para dar con la podredumbre moral y la cochambre humana de la sociedad actual. Sus novelas son, en esencia, bolas de demolición contra la acomodaticia clase media que campa a sus anchas por las ciudades. Es, por decirlo de alguna forma, aquello que Bret Easton Ellis siempre quiso ser y nunca logrará. No obstante, hay que señalar que, en su última novela, Rant, Palahniuk ha optado quizás por poner el piloto automático en su nihilismo esperpéntico, con la consiguiente pérdida de mala baba, algo de lo que hacía gala en Asfixia, quizás su mejor novela.
Por ello, cuando me enteré de que su adaptación al cine estaba en camino, sentí miedo. Creo, paradójicamente, que la mejor forma de acercarse en el cine al estilo hiperrealista de Palahniuk es la locura conceptual transgresora que estableció David Fincher en El club de la lucha. Con esta película, creía yo, comenzaba y acababa el camino de las buenas adaptaciones de las novelas de este escritor. Y hoy, habiendo visto ya Asfixia (Clark Gregg, 2008), lo sigo creyendo.
Curiosamente, la película que nos ocupa respeta escrupulosamente el argumento de la novela e incluso hay diálogos exactamente iguales que en ésta. Los actores cumplen de sobra con su trabajo (especialmente Angélica Huston en su papel de anciana demente) y la dirección es correcta. Demasiado correcta, de hecho.
Ése es el primer fallo: la excesiva pulcritud en la realización impide encontrarse con esa sensación de agobio, de sudoración, de suciedad, de asfixia, que desprende la novela. Nunca llegas a sentir lo que Palahniuk te provocaba en sólo unas líneas. Hay personajes rocambolescos, tramas lisérgicas y existencias sórdidas de alienación por medio del sexo, sí, pero en ningún momento despierta algo en ti que no sea la misma sonrisa -o carcajada, incluso- que podrías obtener tragándote American Pie. Y ésa no era la intención final de la novela, me temo.
Por otro lado, a pesar del respeto a la obra original de la que se hablaba líneas atrás, la película es incapaz de trasladar el estilo de Palahniuk. Me explico: una de sus técnicas literarias más usadas es la de repetir, ora en un mismo párrafo, ora en la obra entera, repeticiones y enumeraciones de un mismo tema, logrando con ello una mayor inmersión en el relato (en Asfixia, la novela, usaba los nombres ficticios que dicen en los aeropuertos y que en realidad son un código secreto para los policías, o las rocambolescas prácticas sexuales de los compañeros de terapia del protagonista). En la película, todo esto queda relegado a una sola escena, como si se tratara de una anécdota más, cuando, en el fondo, es uno de los verdaderos motores de la narración. ¿Qué queda, pues? Una película que no es sino una acumulación deslavazada de anécdotas grotescas, que no lleva a ningún sitio. El viaje que se hacía en papel te dejaba agotado y asustado. En cambio, viendo ese argumento en la pantalla puede que no hayas llegado a torcer el gesto. Para que luego digan que la técnica no es importante.
Por todo ello, Asfixia se queda como una adaptación aséptica de una novela demasiado séptica. Como un herpes zóster, vamos.
En alguna ocasión, Peoplespoet había comentado ya este viejo problema de las adaptaciones: hay quien cree que consiste en ceñirse a la historia, pero las obras son mucho más que eso. Hay atmósfera, hay modo, hay ritmo, hay muchos detalles que van más allá del argumento.
Muy interesante tu artículo. Tengo pendiente leer alguna cosa más de Palahniuk. Sólo leí "El club de la lucha" -cuya reseña tenéis por ahí, por cierto-. y me dejó buen sabor de boca. Como comentas, ahí sí que había buena sintonía con la adaptación.
Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.