Los superhéroes no son fantasía

Imagen de Anne Bonny

Que nadie se asuste: no quiero decir que existan realmente, sino que se han enmarcado dentro de la ciencia ficción, no de la fantasía pura y dura, lo cual es una notable diferencia. Divaguemos un poco sobre el por qué.

Asumiendo el riesgo que conlleva toda generalización, y limitando un poco el artículo a las dos casas clásicas y primordiales del género -Marvel y DC-, creo que podemos decir que el superhéroe se enmarca dentro de la ciencia ficción. Esto no quiere decir que los personajes sean “realistas” o que no sean “fantasiosos”, sino únicamente que se ha buscado un marco lógico a su existencia.

 

Supongo que esto es algo que al principio ni siquiera se plantearon. Superman, el “padre” de los superhéroes, es un “marciano”, un extraterrestre que, exigencias del guión, tiene apariencia humana. Obviamente, haberle dado el aspecto de ET hubiera fastidiado la historia, pero sí que se podría haber optado porque fuera un dios amnésico, o el elegido del Olimpo, con similares resultados. Y digo similares porque los alienígenas sí que están dentro del marco de la ciencia ficción y los dioses, a priori, no, así que, estrictamente, no hubiera sido lo mismo.

 

Los superhéroes que fueron naciendo a continuación, no sé si premeditadamente o no, se mantenían dentro de la premisa. Algunos de un modo más claro -Batman, por ejemplo, no tiene superpoderes, sino que se vale de la tecnología, y de una bastante “actual”- y otros explotando la línea vaga, esa de la CiFi de andar por casa. Así, Spiderman se hace morder por una araña radiactiva o La Masa nace de su exposición a unos misteriosos rayos gamma (en los que se puede ver el espectro del temor popular a la energía atómica).

 

La familia crece, y poco a poco su número deviene inabarcable. Las explicaciones sobre su origen son cada vez más peregrinas (supersoldados de la Segunda Guerra Mundial, hombre cubiertos de formidables ingenios mecánicos, robots, etc.), e incluso llegan las primeras explicaciones masivas, como la de los mutantes, que es una de las más populares que existen. Con éstas, de un plumazo se meten dentro de la lógica pseudocientífica del mundo de los superhéroes a paladas de ellos. Pero claro, con tanta proliferación, algunos parecen salirse de la norma a pesar de todo. Y aquí volvemos a lo que decíamos de los dioses.

 

¿Qué pasa con Thor o Hércules? Ambos se convirtieron en personajes muy queridos dentro de sus supergrupos, y hubiera sido ridículo desmentir que fueran los dioses auténticos. Pero, desde un punto de vista clásico, los dioses son seres fantásticos, no creaciones racionales. Entonces, ¿qué hacer con ellos? Bueno, pues meterlos al saco de los alienígenas. Después de todo, lo que escapa a los límites de la humanidad no tiene por qué ser comprendido por ésta.

 

Del mismo modo, los brujos, los magos, los demonios y similares van pasando por aros que, adecuados a su particular trasfondo, permitan adecuar las esencias y denominaciones al marco ciencia ficción de la caterva superheroica. Mutante, alienígena o lo que sea, pero aquí nada de supersticiones, te llames Bruja Escarlata o incluso Mefisto.

 

Como ya he comentado, haciendo una generalidad tan amplia como la que acometo en este artículo es imposible no entrar en inexactitudes, a veces groseras. Por poner un par de ejemplos que me vienen ya a la cabeza, el Vigilante de DC (no confundir con el tipo que hace los “What if?” en Marvel) había sido elegido por unos fantasmas como vengador de los oprimidos, y sobre estos aparecidos no se arrojaba ninguna luz. Algo similar ocurría al Caballero Luna, quien, si no me equivoco, llegaba a batirse con Morfeo en un inquietante y siniestro número.

 

Desde luego, con las toneladas de cómics intercruzados que se han publicado sobre los miles de superhéroes existentes y con centenares de guionistas al cargo de sus respectivas historias, sería improbable que nunca se hubiera franqueado la barrera de la ciencia ficción. Y, sin embargo, creo que ésta existe, y que es lo bastante robusta como para que merezca la pena hablar de ella. Porque, si se ha mantenido a los superhéroes dentro de la ciencia ficción a pesar de las numerosas remodelaciones de las colecciones que los albergan y de la cantidad industrial de situaciones disparatadas que viven juntos o por separado, ¿para qué demonios se ha hecho?

 

Personalmente, y mis conclusiones seguramente serán tan peregrinas como el propio artículo, creo que se ha optado por ello para mantener la proximidad con el público lector.

 

Las historias de superhéroes se caracterizan por dar cabida a lo más sorprendente y extraordinario, y si esto no tiene límite -por vago que esto resulte- puede terminar por abrumar al lector. De este modo, es más razonable marcar una lógica y tranquilizar al público: las leyes naturales, aunque sólo sea a nivel de lógica, se van a mantener intocables. Incluso si el infierno llega a la tierra, tendréis unos asideros a los que agarraros. Esto, aunque sea igualmente fantasioso, no son los Mitos de Cthulhu.

 

Cabría preguntarse si hay algún motivo adicional tras este deseo de mantener la proximidad con el público, y en series como la del Capitán América -abanderado de la propaganda hecha cómic- sin duda se pueden sacar unas cuantas teorías conspiratorias. De momento no voy a indagar en el tema; creo que por hoy ya vale con esta exposición sobre el porqué de haber optado por la ciencia ficción cuando la fantasía quedaba tan a mano. Y creo que no es por la estética de científicos que tanto abunda en las páginas de los superhéroes, aunque suelan estar rodeados de máquinas que parecen invenciones del doctor Mafrune.

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