El camino de los mitos II
Reseña de la segunda antología que recoge las mejores obras del Concurso internacional La Revelación, la cual publica Ediciones Evohé
Aun con algunos ligeros cambios de formato, esta antología sigue la línea de El camino de los mitos, que reseñamos recientemente. En sus páginas, acompañados de un prólogo introductorio y de unas magníficas ilustraciones realizadas por Sandra Delgado, encontramos las obras seleccionadas del II Concurso internacional La Revelación. Se trata de una serie de poemas y relatos de gran calidad que detallaremos a continuación, que se disfrutan particularmente dentro de la cuidada edición que nos brinda de nuevo Ediciones Evohé.
Abre la antología La soledad lúcida del despertar, obra de Luza Roma que, de un modo introspectivo, nos lleva a revivir el mito del Minotauro y sus particulares dilemas personales sobre su naturaleza monstruosa no exenta de humanidad. Con un estilo muy cuidado y una prosa personal, el relato resulta muy entretenido a pesar de no tratar un tema especialmente novedoso. Es interesante la fascinación que este ser mitológico sigue ejerciendo en nuestra cultura.
A continuación llega la primera sorpresa de la antología: Priapeas para Príapo, de José Luis Najenson. Se trata de un poema que impacta tanto por su calidad como por la dionisiaca temática, que es tratada ciñéndose con gran habilidad al mito sin dejar por ello de ser francamente original. Sin duda, un gran acierto que este año se hayan incluido los poemas más meritorios en la antología.
Para seguir a buen ritmo, se nos propone la lectura de El mesenio, el relato ganador del certamen. En él, Luis Villalón Camacho nos plantea una historia fuertemente enraizada en la tradición del destino fatal en la que hábilmente se mezclan el retrato social, la descripción de ambientes como el oráculo de Delfos y la tragedia griega en todo el peso del término. Una historia muy ingeniosa y bien medida con un final que quizás no cubre todas las espectativas pero que, sin duda, cierra muy bien el tapiz que ha ido tejiendo hábilmente el autor.
En un registro totalmente distinto, Vox Vixen quería morir nos habla de mitos mucho más modernos poniéndolos en relación casi metafísica con los mitos clásicos. Superhéroes y dioses se dan la mano en una narración no exenta de humor ni de profundidad que ejecuta con buena mano David Villar Cembellín. Un contrapunto interesante que pone de manifiesto que el mito está muy vivo, y presente en nuestra cultura.
Un lugar en el cielo, de José Ignacio Becerril Polo, emprende una vía distinta para mostrar algo similar. Lo que al principio podría tomarse como una simple actualización del escenario de los mitos grecolatinos a tiempos contemporáneos se va revelando como algo mucho más ambicioso. El tapiz en el que las distintas historias que componen el relato se van uniendo termina por presentarse como algo más rico y sutil, donde todo el imaginario mítico termina interrelacionándose como un retrato social de la tierra de nadie, quizás de nuestros propios sueños, o de nuestra propia existencia, traducidos a un lenguaje narrativo. Uno de los puntos fuertes de la antología, sin duda.
Como interludio, llega a continuación Como Barbo asusta a los muchachos, una breve poesía de Fulgencio Martínez que impacta al lector con su mensaje conciso y terrible, aun adornado por cierto toque humorístico.
Olimpo, el relato de Carlos Manuel Alba Ugalde, se aleja de este registro para sumergirse de lleno en la ciencia ficción buscando interrelacionar los distintos panteones mitológicos que encontramos en la Antigüedad. La idea es ambiciosa y recurrente, pero, aunque al relato le cuesta arrancar, termina seduciendo al lector. A medida que nos acercamos al final vamos quedando enganchados más y más por el tratamiento del concepto, deseando saber cómo se cerrará la historia. Y, a ese respecto, cabe felicitar al autor: un cierre peculiar pero sin duda ingenioso y bien llevado a través de la trama.
Lisardo Álvarez Gómez toma el relevo con A caricias sobre el vientre de Ariadna, una poesía algo melancólica que revisita el mito del laberinto y que resulta una pausa muy agradable hacia el final de la antología. Resulta curioso ver cómo su simbolismo no lastra en absoluto el ritmo sostenido de la acción.
El relato La muerte de Alejandro, de Carlos Alberto Fernández es el encargado de encabezar la recta final del libro. Se trata de una historia muy peculiar, abordada -y ambientada- de un modo muy decimonónico que permite disfrutar mucho del escenario. El Cairo a mediados del siglo XIX nos encandila durante la búsqueda de un mítico conocimiento de la antigüedad. Como el mismo autor sugiere durante su desarrollo, es una historia terriblemente fantástica, algo que, lejos de restarle encanto, potencia esa impresión de sueño aventurero.
La nueva teología se sitúa en el extremo opuesto. En ella, Daniel Tubau García sigue los pasos de Borges en una historia presentada a modo de ensayo o artículo periodístico que versa sobre un libro que, obviamente, no existe, pero que hubiera sido interesante que lo hiciera. Su lectura es francamente entretenida, sobre todo para aquéllos a los que nos gusta jugar con el lenguaje por el mero hecho de enredar.
Y ya como cierre, un relato crepuscular: Nerón, de Abelardo Leal. Se podría objetar que más que un mito, es un personaje histórico pero ¿cómo negar los ecos míticos del que fuera emperador de Roma? La narración, llena de fuerza, aprovecha muy bien los recursos narrativos del autor y nos adentra en la psique perturbada del "gran artista". Un magnífico relato para cerrar una antología sobresaliente.
Hay que alabar la labor realizada en este segundo volumen por el equipo de Ediciones Evohé, que no dudó en dejar dos puestos desiertos en la selección de relatos para mantener el nivel del conjunto. La incorporación de los poemas es, sin duda, otro acierto.
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